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Los malos hábitos que dirigen nuestra vida

Por José Luis Zunni
martes 26 de septiembre de 2017, 07:57h

Todos los estudios e investigaciones nos dicen que después de dos meses nuestros cerebros ponen en marcha el piloto automático y la rutina se apodera de nuestras vidas.

Cada vez que en una conversación entre compañeros de trabajo o incluso entre amigos, sale el tema de los buenos o malos hábitos, la realidad es que con la misma velocidad con la que les gusta presumir de sus buenos hábitos, también esconden o niegan aquellos que saben que son negativos.

Y la cuestión no es tema menor, ya que en el ámbito de las organizaciones y las relaciones interpersonales, los hábitos negativos terminan impactando en la operatividad de la empresa y en el ambiente de trabajo. Así de claro. Cuestión que el líder efectivo sabe cómo manejar, justamente para que no altere el nivel de rendimiento de sus equipos, al mismo tiempo que evite las fricciones personales por cuestiones meramente de comportamientos que se han convertido en hábitos negativos.

Los malos hábitos que dirigen nuestra vida
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No se exagera en nada cuando se dice que hay hábitos que pueden afectar la salud de manera significativa, por ejemplo cuando se duermen menos horas de las que el cuerpo y mente necesitan, lo que a lo mejor no pasa factura en el corto plazo aunque sí en el largo. Termina afectando el organismo y especialmente el mecanismo defensivo que nos provee la biología. Aunque nos parezca que está bien sacrificar el descanso, que tenemos que presentar un informe mañana o rendir un examen, una cuestión es el hecho puntual y otra muy diferente convertirlo en habitual.

Tener una predisposición negativa

No parece que carezca de sentido cuando el terapeuta (psicólogo) le dice a su paciente ante los problemas de ansiedad que viene sufriendo, que se mantenga positivo y entonces todo le irá bien. No hay ninguna exageración en ello, porque en realidad la actitud positiva está internalizada en nuestra mente y entra a formar parte de nuestras emociones.

Obviamente, nos está dando algo muy valioso y que no le damos el valor que tiene: mens sana in corpore sano, que no sólo se refiere a la práctica de ejercicio para mantenerse en buena forma y tener una calidad de vida. ¡No! Tiene que ver también con las actitudes que asumimos, con la forma de conducirnos y empatizar con personas y adaptarnos al entorno. Cuánto mejor capacidad empática tengamos y también nos adaptemos sin demasiadas dificultades a los cambios que dicho entorno provoca, estaremos demostrando una actitud positiva como eje central de nuestra conducta.

El positivismo es un muy buen hábito que neutraliza y también elimina la dosis de estrés que nos está sobrando cada día. Desde ya que al ritmo que se trabaja en las empresas y las exigencias de los mercados, se producen niveles de estrés importantes, por lo que un muy mal hábito sería claudicar en nuestro positivismo y ahondar en la negatividad de nuestras actitudes y predisposición.

Relaciones buenas perjudicadas por malos hábitos

Cada vez que nos detenemos a pensar en la relación que estamos manteniendo con una pareja, en cuanto a si somos felices, si creemos realmente que estamos recibiendo y dando amor, en realidad estamos de manera consciente poniendo en cuestión la trascendencia de esa relación y su duración. Lo mismo sucede a nivel laboral, personas con las que no hay química alguna pero tenemos que aguantarlas en beneficio de las tareas y responsabilidades que tenemos asignadas o porque así lo exige nuestra función en el equipo del que formamos parte. Pero las malas influencias y las relaciones forzadas pueden convertirse en un mal hábito que hay que neutralizar de la forma más elegante posible.

Cuando se mantiene una relación interpersonal en nuestro ámbito laboral que no es tan gratificante como creíamos que era, esto termina pasándonos factura a nuestra salud. La tolerancia y las buenas formas para conducirnos es una cosa, pero otra muy diferente y que nos afecta, es estar fingiendo día tras día porque estamos simulando cuando en realidad nuestros sentimientos en la relación con esa persona nos está afectando emocionalmente. Este hábito que soportamos a diario, también nos provoca cierto nivel de estrés.

Mi jefe es un perfeccionista

Las consecuencias negativas de tener una personalidad perfeccionista son evidentes: en una primera fase nos parece que nos va a ayudar a conseguir más cosas y a ser más exitosos; a medida que transcurre el tiempo dicho exceso de perfeccionismo puede provocarnos un incremento en el nivel de tensión que mantenemos a diario para realizar nuestras tareas y ejercer la responsabilidad que tengamos, especialmente con personal a cargo.

Este hábito aparentemente bueno se convierte en uno negativo porque nos provoca más ansiedad por las cosas que hemos hecho y si cumplen el nivel de exigencia que nos habíamos impuesto; también lo que aún no hemos realizado nos provoca más ansiedad que sigue sumando a la dosis que ya teníamos y se nos hace insostenible porque se está proyectando hacia el futuro de lo que aún resta hacer. Incluso, haciendo bien las cosas, se llega a experimentar un sentimiento de fracaso porque el listón lo hemos fijado demasiado alto aunque no guarde relación con la realidad.

Por ello, un líder efectivo por más exigencia que imponga a sus equipos, sabrá que no puede caer en este hábito negativo del perfeccionismo porque nunca habrá listón adecuado para lo que haya que hacer. En cambio, la pericia del líder que busca alto rendimiento pero cuida a su personal, está en saber calibrar al máximo tales niveles de responsabilidad y trabajo con el buen clima laboral, estimulando siempre los niveles de satisfacción de las personas. Personas satisfechas y contentas con su trabajo y el ambiente, estarán comprometidas con la empresa y la dirección.

Algunos expertos afirman que existe una predisposición genética a ser perfeccionista, aunque más allá de la biología personal de cada uno, el ambiente familiar ejerce una decidida influencia sobre la personalidad desde el nacimiento. No es nuestro cometido profundizar en la psicología de esta tipología de personalidad, pero sí lo es tener en cuenta las consecuencias cuando se trata del análisis de las relaciones interpersonales en los ámbitos organizacionales.

Cuanto antes dejemos de lado este mal hábito, antes obtendremos resultados porque vamos a tomar decisiones e implementar acciones. De ahí que una personalidad perfeccionista es la antítesis de un líder efectivo que tiene que dar respuesta rápida al mercado con las políticas comerciales y financieras adecuadas.

La efectividad en el liderazgo no se paraliza como esa personalidad perfeccionista en analizar en exceso cada paso que hay que dar por miedo al fracaso. En realidad, las empresas más dinámicas y los líderes que mejor han gestionado importantes organizaciones punteras, siempre han dicho lo mismo: lo importante es actuar, ir para adelante, corregir sobre la marcha a medida que avanzamos. Por ello, el feed-back se convierte en una herramienta fundamental para poder acelerar los procesos de toma de decisiones e implementación de acciones.

También estos líderes exitosos, como es el caso del creador de Virgin Group, Richard Branson, siempre sostienen que se apoyan fundamentalmente en sus equipos. No son perfeccionistas sino que tienen una marcada tendencia hacia la mejora de procesos, productos y servicios, que es una cosa muy diferente.

Tomarse un respiro y sonreír

La risa no está reñida con la seriedad de una persona. Es bueno que el líder ayude a liberar tensiones con una actitud en la que demuestre a personas y equipos que por más que hay que tomarse las cosas en serio, lo mejor es aproximarse a las mismas, sean tareas o responsabilidades, con una actitud soft, o sea ligera, para poder estar bien predispuesto en el momento en el que la presión de la finalización y/o entrega de trabajos, estudios, etc., se haga con total escrupulosidad.

La psicología positiva ha demostrado que una de las vías más importantes para la felicidad es reírse más de sí mismo y no tomarse la vida demasiado en serio. Claro está, que para que las cosas se hagan de manera eficaz en los ambientes de trabajo, dicha fórmula debe aplicarse sólo en cuanto a la actitud, no en cuanto a la productividad de lo que se haga.

Lo que sí nos explica perfectamente dicha corriente psicológica, es que una vez más los componentes emocionales juegan un papel sustancial en todo nuestro proceso racional decisorio. Cuánto más liberados de tensiones estamos, cuando brota una sonrisa de la cara a pesar de las dificultades que se están atravesando, se facilita que la mente y el cuerpo estén muy bien predispuestos para rendir a un nivel razonable.

Esto implica también que tengamos una crítica mesurada y justa con nosotros mismos, porque cuando reflexionamos sobre determinada cuestión, debemos eliminar esa voz negativa que constantemente escuchamos en nuestra consciencia. La duda que se genera porque podemos estar perdiendo confianza en nuestra respuesta al trabajo o al problema al que nos enfrentamos, puede estar comprometiendo no sólo nuestras tareas y responsabilidades presentes, sino alterar las metas que perseguimos.

Lo que los demás opinan de nosotros

En más de una ocasión hemos sostenido desde esta tribuna, que no se puede estar más pendiente de la opinión de otras personas que de las nuestras propias. En efecto, cuando se tiene que opinar no hay que tener miedo a lo que otra u otras personas opinen. Desde ya que las personas eficaces en sus puestos de trabajo, siempre escucharán con atención a su jefe u otra persona de la organización que les merezca respeto, porque sabrán que ese consejo y/o sugerencia es en su beneficio.

La cuestión es cuando la opinión de otros y la importancia que se le otorga, se convierte también en un mal hábito. Lo más importante no es que nos autoevaluemos según sea lo que otras personas piensan de nosotros, sino tener claro que una cosa es escuchar un comentario o recibir una información valiosa, y otra muy diferente, es que esta forma de conducirnos atrapados en el hábito de dar crédito a todo lo que se nos dice, nos haga perder control sobre nuestra propia vida. Tenemos que saber valorarnos a nosotros mismos y tomar nuestras propias decisiones.

Decir a todo que sí no es asertividad

La asertividad es la capacidad de expresar sentimientos, ideas y opiniones. ¿De qué manera? Con total libertad y hacerlo cuánto más sencillo mejor. La oportunidad en la comunicación que hagamos es también fundamental.

También implica mantener el equilibrio emocional, hablando y escuchando, especialmente esto último que es lo que siempre se dice que hay que saber escuchar.

Pero esto es muy diferente a decir sí a todo. Como si el tiempo de los demás valiese más que el nuestro. Este también es un muy mal hábito que se corrige aprendiendo a decir que no.

Esperando una oportunidad

El conocido dicho de que “la oportunidad llama una sola vez a tu puerta” entraña una realidad palpable: que en vez de quejarnos de que no hemos tenido oportunidad de hacer tal o cual cosa, sentándonos a esperar y lamentándonos, debemos entrar en acción porque es la forma de no perder las oportunidades que en paralelo a la travesía que estemos haciendo en nuestra vida, se van sucediendo. Suceden sin más, no podemos esperar ni tampoco pretender que estaremos en condiciones de aprovechar todas o una gran parte de ellas.

Nada se nos regala ni tampoco se nos ofrece. Debemos ir en busca de las ofertas y oportunidades, no cayendo en el mal hábito de que las consideramos absolutamente fuera de nuestro control y posibilidades.

No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy

El sabio refranero nos está indicando que una gran mayoría de personas se deja embargar por la tentación de postergar ciertos trabajos, responsabilidades, etc. sea para más tarde o para el día de mañana.

¿A qué se debe? Una razón muy directa y clara con la que nos encontramos cada día que nos puede hacer caer en este mal hábito, es pasar la primera parte de la mañana respondiendo mails, haciendo búsquedas en Internet, respondiendo a llamadas telefónicas que podrían esperar unas horas o incluso días, etc. Esto es un hábito negativo que limita nuestras mejores horas de productividad de las mañanas, afectando directamente nuestros resultados y las metas que nos hemos fijado.

Justamente cuando se es más productivo es cuando hay que afrontar las tareas más complejas, analizar las decisiones más difíciles, etc.

José Luis Zunni es Director Edición Online ECOFIN. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Coordinador académico de la Red e Latam. Conferenciante. Ponente de Seminarios de Liderazgo y Management de la EEN y coordinador del FORO DE MANAGEMENT Y NUEVA ECONOMÍA DE LA EEN. Analista de la realidad actual y especialmente en los aspectos económicos, políticos y sociales, Experto en Management y formador de directivos y profesionales en las técnicas de liderazgo.

Ximo Salas, Co-autor del libro “Mejora y gana” (Manual de Marca personal para la búsqueda de empleo).Fundador de Crea Community (Social Media and Human Resources Company).Consultor, confrerenciante y formador. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014

Salvador Molina, presidente del Foro ECOFIN y presidente de Telemadrid

Javier Espina Hellín, miembro de ECOFIN Business Schools

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