Duró poco

Mucho ruido hizo en su día la venta de los medios (con la excepción de Infobae.com) de Daniel Hadad al empresario del juego y muy cercano a la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, Cristóbal López. Pero casi el mismo estruendo provocó el nombramiento de Javier Romero al frente de la gerencia periodística de los dos principales medios del ahora ex grupo Hadad.

Sucedió que los periodistas se negaron a trabajar bajo sus órdenes. Marcelo Longobardi fue categórico: “Si van a arruinar la radio, conmigo no cuenten”. González Oro no fue más suave que su colega de micrófono: “Romero no puede pisar la radio”, tras calificar a Romero como “personaje nefasto”.

En una reunión celebrada en casa de González Oro, que juntó “al negro”, como se le conoce a ORO, Longobardi y Alfredo González Luenzo, director general de contenidos del grupo Indalo, empresa matriz del conglomerado de López, se le bajó definitivamente el pulgar al “Profe” Romero.

El veredicto se conoció a través de un comunicado por el que se informó que Romero no ejerce ningun tipo de control sobre el contenido de Radio 10, Mega, TKM, Vale y POP, hasta tanto se apruebe la compra de dichas emisoras en los términos establecidos por la Ley de Servicios Audiovisuales. Más adelante, el comunicado desmiente “que el periodista Javier Romero tenga alguna relación, en el presente ó en el futuro, con alguna de nuestras empresas”.  

¿Por qué tanta virulencia contra Romero? Quizás algo tenga que ver la biografía no autorizada de Daniel Hadad que en su día escribió, y que nada gustó “al turco”.

¿Lealtad al antiguo jefe? ¿Con ellos mismos? O, como dijo Lombardi, “no estoy para comisarios políticos”. Lo cierto es que, sin poner en duda la honorabilidad profesional de Longobardi, ¿cree realmente el fundador de la revista Apertura que la gerencia periodística de los medios de Indalo puede ser ocupada por un periodista, no ya crítico con la Administración Fernández, pero sí con un grado importante de independencia?

La duda, se sabe, es la base del conocimiento. Pero, en la Argentina actual, también puede ser un acto ingenuidad.