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La falacia del sistema público de pensiones en España
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La falacia del sistema público de pensiones en España

El sistema público de pensiones que nos hemos dado los españoles, es un modelo que podría resumirse como “de reparto y piramidal”, por el cual los trabajadores y las empresas están obligados a pagar todos los meses unas determinadas cantidades de dinero, con el que se abonan las pensiones de los jubilados.

Esto es así desde hace décadas, estamos acostumbrados a ello y nos parece de lo más normal. ¿Pero nos hemos detenido a pensar en las insuficiencias de este sistema, en sus vicios, y consecuentemente con lo anterior, nos hemos interesado por otros modelos que puedan mejorar al que tenemos?

Cuando se desarrolló el actual modelo, había cerca de 20 cotizantes por cada pensionista, lo que parecía garantizar la sostenibilidad del sistema, mientras que ahora el número se aproxima cada vez más a dos. ¿Es lógico mantener el mismo modelo con un cambio tan radical en los números, con muchos menos cotizantes y una proporción muy superior de pensionistas?

Los sucesivos gobiernos de uno y otro signo, ante el peligro de colapso de la Tesorería de la Seguridad Social, han querido anticiparse a la debacle del Sistema Público de Pensiones, aumentando las cotizaciones a las empresas, lo que acaba por asfixiarlas y llevando al cierre a muchas de ellas, lo que a su vez incrementa la economía sumergida; han reducido la cuantía de las pensiones y han aumentado el tiempo de cotización, prolongando la vida laboral de los trabajadores y los periodos mínimos para tener derecho a la jubilación, entre otras medidas para retrasar lo que parece inevitable.

Pero ninguno de esos gobiernos se ha planteado un cambio a fondo del actual modelo de pensiones. Parecen preferir el empobrecimiento paulatino de los pensionistas y la disminución de la calidad de vida de los trabajadores, obligados a prolongar su vida laboral, antes que modificar el actual sistema ¿Por qué este empecinamiento?

La respuesta parece clara: el modelo actual pone en manos del gobierno de turno la llave de la despensa de más de siete millones de ciudadanos de nuestro país, a los que cada mes se les recuerda que el dinero de sus pensiones sale de los Presupuestos Generales del Estado, presupuestos que son controlados por esos mismos políticos. ¿Cómo renunciar a tan poderoso instrumento de poder?

Frente a este modelo que convierte a trabajadores, empresarios y pensionistas en rehenes de los sucesivos gobiernos, que fijan de modo estalinista la cuantía de las cotizaciones, las pensiones, la edad de la jubilación, etcétera, existe el sistema liberal de pensiones, de capitalización, cuya receta es de una sencillez asombrosa: el dinero que la Seguridad Social retiene cada año al trabajador se capitaliza, es decir, se invierte, y el trabajador se jubila cuando le parece bien, cobrando según haya aportado a lo largo de su vida laboral.

Existen numerosos estudios que resultan demoledores para el sistema público actual. Uno de los más completos es el que efectuó el Instituto Juan de Mariana. Se tomaron como referencia a un trabajador con un sueldo medio y a otro con el salario mínimo interprofesional, suponiendo que cada uno de ellos aportaba al Ibex lo mismo que a la SS y, por supuesto, se reinvertían beneficios.

Los resultados no pudieron ser más demostrativos: un trabajador con un salario medio que hubiera entrado en el mercado laboral con 25 años en 1992, podría haberse jubilado en el 2012 con una pensión próxima a los 2169 euros mensuales, o bien, de 1629 euros al mes si le restamos un 25% para un fondo común que cubra las necesidades de los más desfavorecidos; y si el trabajador hubiese cobrado solo el salario mínimo interprofesional, también podría haberse jubilado a los 45 años cobrando unos 780 euros al mes, cantidad próxima a la pensión media actual.

Si el cálculo lo hiciéramos para una edad de jubilación de 55 años, es decir, tras 30 de vida laboral, las cifras se disparan. Frente a estas cifras, más de la mitad de los pensionistas españoles cobran menos de 800 euros a los 65 años. Y además, sin capital alguno acumulado que poder legar a sus familiares en caso de fallecimiento, otro de los vicios del sistema actual: si un trabajador fallece con 65 años, todo lo cotizado a lo largo de su vida se evapora; con un sistema de capitalización, pasaría a sus herederos.

La renta del capital acumulado a lo largo de la vida laboral del trabajador, es la pensión del jubilado en un sistema de capitalización, capital acumulado con el esfuerzo de muchos años y que, por tanto, le pertenece. Con un sistema así, los españoles serían más ricos, tendrían mejor asegurado su futuro y podrían legar a sus hijos el fruto de su esfuerzo.

Pero claro, en ese caso dejaríamos de estar a merced de los políticos de turno que, como es sabido, a la hora de asegurar sus propias jubilaciones tienen ideas muy particulares…

Joaquín Sama, Psiquiatra
Enviado por José Antonio Sierra
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