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Las claves de una carrera solo comparable a la espacial

Por qué China dominará la inteligencia artificial gracias a los niños
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Por qué China dominará la inteligencia artificial gracias a los niños

Por Miguel Ángel Ossorio Vega
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maossoriovegagmailcom/13/13/19
http://www.maossoriovega.com
martes 24 de abril de 2018, 12:32h
El país se ha propuesto liderar en 2030 la tecnología más disruptiva jamás creada, y para ello ha puesto en el punto de mira a los más pequeños.

El siglo XX nos dejó la titánica lucha entre dos gigantes, Estados Unidos y la Unión Soviética, por dominar un mundo que ya entonces entendió que debía expandirse para otorgar ventaja. El espacio era la última frontera, y quien lograse conquistarlo tendría como premio la Tierra. Aquello permitió un derroche de inteligencia e investigación que se materializó en casi todas las tecnologías que ahora tenemos entre manos, y que han cambiado la configuración del mundo en que vivimos. Hasta el punto de haber sentado las bases de la segunda gran carrera de la Historia, la del siglo XXI: la de la inteligencia artificial.

Con la Unión Soviética fuera de juego, es otro Estado comunista (aunque edulcorado por los tiempos y consecuencias derivadas del triunfo de aquella primera carrera) el que busca medirse a los Estados Unidos. Y lo hará en su propio terreno, aquel en el que plantó una bandera menos discutida que la que ondea (es un decir) sobre la Luna: la tecnología.

Si durante años hemos mirado al oeste para encontrar las últimas novedades tecnológicas, en adelante deberemos prestar atención al este, al Oriente del que llegará la disrupción que será definitiva cuando culmine en Singularidad: China quiere liderar la inteligencia artificial en 2030. Y hará todo lo posible para conseguirlo, aunque partirá de lo más pequeño: los niños.

Educación para el futuro

En un artículo publicado por la revista 'Wired', el profesor Alex Beard relata cómo China está adaptando su sistema educativo para convertirse en la gran fábrica global de talentos digitales. Porque quienes sigan viendo en China una factoría de baratijas todo a un euro están más que equivocados: el país ya es un actor de primer nivel en innovación, invierte en compañías occidentales, ha comprado iconos como Volvo y diseña sus propios coches, aviones, móviles y robots. Y en realidad todo lo tiene tan en pañales, que el verdadero tsunami llegará en los próximos años, cuando su exportación más importante sean los cerebros que diseñen el futuro de lo que conocemos y desconocemos.

En este esquema son los niños los protagonistas de un proceso que ya ha arrancado. Los soldados de una guerra por diseñar la tecnología llamada a cambiarlo todo, aunque ahora mismo la competición se centre en batir al compañero de pupitre. Un modelo altamente competitivo que se estructura en clases de 35 minutos que combinan repetición y creatividad, y donde la práctica constante lo es todo. Aquí no existen los contenidos genéricos: se va a lo particular, a lo microscópico. A la hiperespecialización. Al grano. Incluso los profesores, que están entrenados para impartir una asignatura concreta a niños de una edad concreta. Concreción máxima para destacar combinada con 240 horas al año para seguir mejorando como profesionales. Como los entrenadores de las estrellas del futuro, que lejos de tener un balón bajo los pies tendrán al resto de naciones.

Mientras China sienta las bases de las industrias del futuro empezando por las aulas, en Estados Unidos y Europa seguimos con modelos educativos obsoletos basados en el aprendizaje memorístico de contenidos caducados y su reproducción posterior en un examen, donde se considera mejor estudiante a quien logre una mayor literalidad. Nada que ver con los retos que presenta el código informático que controla o descontrola un robot, y que es necesario repasar y arreglar antes de que sea demasiado tarde (aplíquese también esto al modelo educativo).

La élite

Basten unos datos para comprenderlo: los niños de Shanghai van, a los 15 años, tres años por delante de los británicos y estadounidenses en matemáticas, y un año en ciencias. Y ni siquiera son los mejores: no olvidemos a Corea, que en menos de medio siglo pasó de ser un país subdesarrollado a alumbrar y encumbrar Samsung, KIA, LG y Hyundai. Ya tienen la mayor proporción de graduados universitarios del planeta, a pesar de que su competitivo modelo también ha despertado a bestias como la depresión o el suicidio de muchos jóvenes incapaces de alcanzar los umbrales exigidos por una sociedad que precisamente ahora, y pese a los robots, busca relajarse: ellos serán quienes los diseñen, fabriquen y mantengan.

Por el contrario, Occidente hace cábalas del porcentaje de trabajos que serán automatizados (sobre todo por el dramático huracán que supondrá para las arcas públicas si millares de personas son expulsadas del mercado laboral sin posibilidad alguna de retorno). Algunos cálculos rondan el 30%, aunque sigamos centrando las políticas educativas en politizar sus contenidos para agitar banderas del pasado, a pesar de que la bandera que ondea con el viento del futuro es roja y con algunas estrellas amarillas. Al menos de momento.

Como dice el proverbio chino, "si tu plan es para un año, siembra arroz. Si es para diez años, siembra árboles. Si es para cien años, educa a los niños". Que cada cual escoja su plan.

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