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El “I have a dream” de Martin Luther King revive con la marcha de mujeres sobre Washington

Por José Luis Zunni

El 28 de Agosto de 1963 desde las escalinatas del Lincoln Memorial (monumento a Lincoln) en Washington D.C., en la que se conoce como la “Marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad”, Martin Luther King llevó al movimiento de los Derechos Civiles norteamericanos a su punto más álgido y que ya la historia consideraría como que no había vuelta atrás.

Afirmaba cosas como éstas: “no podemos caminar solos…y mientras caminamos, debemos comprometernos a que siempre marcharemos adelante. No podemos volver atrás”.

Lo que sucedió el pasado fin de semana en Washington tiene un responsable: Donald Trump. Porque él es culpable de poner el género en el centro de la marcha de las mujeres en Washington.

Cecile Richards presidenta de “Planned Parenthood” que ha sido una de las organizaciones patrocinadoras, es categórica al dar una conclusión sobre el histórico evento: “las mujeres en América no se volverán atrás”, en clara alusión a que ya no hay punto de retorno sobre lo que se espera en semanas y meses futuros para este movimiento. No hay duda que en el aire se respiraban aún aquellos “sueños” que en 1963 Martin Luther King anunciaba al mundo, uno de ellos era:

“I have a dream today…((Hoy tengo un sueño) de que un día esta nación se levante y viva el verdadero significado de su credo…sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas, que todos los hombres son creados iguales".

Pero la cuestión hoy en 2017 es cómo proceder a partir de ahora, ya que el desafío al que se enfrentan los organizadores es de qué manera se va a canalizar la determinación que tuvieron más de medio millón de mujeres en la capital de Estados Unidos (sumados a un millón y medio más en muchos otros estados) y de decenas de marchas de mujeres de otras nacionalidades en el resto del mundo. Que no quede sólo en una marcha. Que tenga consecuencias. Que pueda sentar un precedente y se convierta en un monolito geopolítico de un cambio de ciclo. Lo fue la marcha de 1963; lo fue el colapso de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001; lo será la marcha de mujeres que trascendió las calles de Washington.

La indignación de las mujeres le dio ese carácter especial que tienen las acciones que en la historia marcan el cambio de rumbo político. Parece una paradoja, porque recién asume el nuevo presidente, pero le están advirtiendo que no puede pasar determinadas líneas rojas en materia de género, igualdad para todos, sean blancos, negros o hispanos y especialmente, que cesen los ataques a los inmigrantes, que como muy bien dijo Meryl Streep en sus palabras de la entrega de los recientes Globos de Oro, “sin periodistas, sin extranjeros y sin actores ya no tendremos más Hollywood”, dando especialmente varios nombres de los actores presentes en el acto de orígenes tan diversos como indios, pakistaníes, iraníes, colombianos, mexicanos, irlandeses, etc.

Por ello, los organizadores convocaron una ronda posterior a la marcha de cuatro horas y una sesión de networking llamada “Where Do We Go From Here?”(¿Hacia dónde vamos desde aquí). Porque lo que se han planteado son preguntas sobre cómo crear un movimiento cohesivo.

Todd Gitlin, ex-presidente de “Students for a Democratic Society” (Estudiantes por una sociedad democrática) y un experto en los movimientos políticos, ha señalado un punto de vista interesante por el cual hay que tener muy en cuenta la historia de los grandes movimientos ciudadanos en Estados Unidos en las últimas décadas. Porque tanto los de Derechos Civiles como los de la lucha en contra de la guerra de Vietnam, tuvieron éxito debido a las redes organizadas que precedieron y siguieron a cualquiera de las protestas multitudinarias.

La marcha de Washington en 1963 fue la culminación de años de activismo local, incluyendo la desobediencia civil, el registro de votantes, la protección de los trabajadores que se movilizaban por los Derechos Civiles y los movimientos para educar a los ciudadanos.

Lo que sí hay que destacar es que no se había visto en la base del movimiento de mujeres nada parecido en años, lo que puede estar mostrando al mundo la materialización de un liderazgo que estaba oculto y ha despertado.

El pasado sábado se escuchó la voz de los que estaban previstos como oradores del acto, pero también la de intérpretes como Madonna o Alicia Keys y por supuesto los manifestantes. Todo ellos proclamaron lealtad a una visión profundamente diferente de la nación, expresando la firme voluntad de defender un estilo de vida sustentada en derechos, para los cuales Donald Trump representa una clara amenza.

Probablemente la más aguda de las definiciones de lo que estaba sucediendo la dio Gloria Steinem, ícono feminista y presidenta honoraria de la marcha que dijo: “gracias por entender que a veces debemos poner nuestros cuerpos donde están nuestras creencias", agregando que no es suficiente apretar el botón de “send” (enviar) en referencia a cuando nos quejamos mediante las redes sociales.

Poner el cuerpo era dar vida a más de medio millón de mujeres a las que el mundo no sólo observaba sino con las cuales se solidarizaba. Este es el mérito logrado y el cambio que se ha producido.

Y esta es la advertencia multitudinaria a la que Trump no podrá desoír. Los británicos que gobernaban la India, también desoyeron “La marcha de la sal”, que fue una manifestación dirigida por Mahatma Gandhi y llevada a cabo entre el 12 de marzo y el 6 de abril de 1930, que se convirtió en uno de los más importantes acontecimientos que condujeron a la independencia de la India del Imperio británico años después.

Donald Trump puede enfrentarse a la prensa, vociferar en contra de China, los mexicanos, BMW a la que si fabrica en México le aplicará un impuesto que no le va a quedar más ganas de fabricar coches fuera de Estados Unidos, pero cada una de estas batallas podrá ganarlas en el corto plazo. En el largo, movimientos como la gran contestación social que ha representado la marcha de mujeres no habrá decreto ni ley que pueda frenarles. La suerte está echada.

Trump es un empresario multimillonario que sabe lo que es el riesgo empresarial. Probablemente cuando aprenda lo que es el riesgo de la aplicación de políticas inadecuadas y que directamente afectan los derechos adquiridos de los ciudadanos, será tarde para él y tendrá que enfrentarse con el veredicto de la historia, que nunca perdona.

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