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Bonn cedió su sitio a Berlín hace 25 años

La acristalada Post Tower, sede de Deutsche Post DHL, con las Naciones Unidas al fondo y, en medio, el edificio blanco de la televisión pública alemana.
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La acristalada Post Tower, sede de Deutsche Post DHL, con las Naciones Unidas al fondo y, en medio, el edificio blanco de la televisión pública alemana.

¿Qué sucede cuando la capital de un gran país se traslada?

Por Luis García Casas (Berlín)
¿Qué pasaría si se trasladara la capitalidad de España desde Madrid a cualquier otra ciudad, por ejemplo, Barcelona, Sevilla, Bilbao, Valencia o Cuenca? ¿O si Buenos Aires dejara de ser la capital argentina para, como no dejaron de proponer los Kirchner cada vez que hacían un viaje electoral a la segunda ciudad del país, situarla en Córdoba? Es difícil imaginarlo, pero ni las fronteras ni las capitales han sido inamovibles a lo largo de la historia. Toledo, Ávila o Valladolid fueron capital de España. Por aquel entonces, por cierto, ni Buenos Aires era capital, ni Argentina, un país. Eso fue hace mucho tiempo... Pero tenemos un ejemplo reciente y cercano de qué pasa con una ciudad cuando deja de ser la capital de un país desarrollado.

Esta semana Alemania celebraba el aniversario de la reunificación. La caída del muro de Berlín y de la socialista República Democrática tuvo una consecuencia casi inmediata: Alemania volvería a ser un único país. Y Berlín su capital. Tras medio siglo siendo la sede del gobierno, Bonn dejó hace 25 años de ser la capital de Alemania, occidental primero y, luego, por un breve período de tiempo, de la Alemania unificada. ¿Qué ha pasado con la ciudad en este cuarto de siglo? ¿Cómo ha cambiado? ¿Podría servir de modelo para posibles casos similares?

Lo primero que habría que preguntarse es por qué se eligió una pequeña ciudad de 115.000 habitantes como capital del país más poblado de Europa, si exceptuamos Rusia. El hecho es que siempre se pensó que iba a ser capital provisionalmente, que en algún momento Berlín volvería a ser el centro político del país. Por eso se evitó situarla en una gran ciudad, aunque hubiera sido mucho más fácil y eficiente. Frankfurt, Hamburgo, Múnich o Colonia, a escasos 25 kilómetros de Bonn, hubieran sido candidatas mucho más lógicas. Pero precisamente, establecer el gobierno ahí hubiera azuzado rivalidades entre ellas, hubiera hecho que la provisionalidad de la capitalidad se fuera olvidando y, con ello, se olvidara también el deseo de ver alguna vez a Berlín de nuevo como capital.

También estaba cerca de Bruselas y lejos de la frontera con el este, algo importante en caso de invasión soviética. Además era la cuna de Beethoven, uno de los más admirados alemanes dentro y fuera del país. Y el primer canciller, Konrad Adenauer, había sido alcalde de Colonia y tenía su casa familiar en las cercanías de Bonn. Dicen, también, que no le gustaba mucho conducir, así que prefería que su "oficina" estuviera cerca.

Cincuenta años de capitalidad trajeron prosperidad a la ciudad. La población casi se multiplicó por tres, hasta los 192.000 habitantes en 1990. No sólo se construyeron ministerios y miles de funcionarios federales se establecieron en la ciudad, también las sedes diplomáticas atrajeron a Bonn a representantes y empleados públicos de otros países. La embajada estadounidense, por ejemplo, era la delegación más importante del país en todo el mundo. Un barrio entero, con sus campos de béisbol y sus iglesias propias, ocupaban "los americanos".

Después de la unificación del país, el Bundestag, en 1991, votó el traslado a Berlín de la sede del gobierno. Dejaron el edificio del Parlamento que acaban de construir y, no sin la oposición de gran parte de los funcionarios, empezaron una mudanza que acabó en 1999, cuando también la Cancillería se trasladó definitivamente a Berlín. ¿Qué hicieron para que esto no supusiera el hundimiento de la ciudad?

En primer lugar, dejaron oficinas ministeriales en funcionamiento, aunque muy por debajo de su capacidad. Así, junto a edificios modernos completamente abandonados se ven otros en los que apenas algunas oficinas encendidas dan testimonio de que dentro queda algo de vida. Además, hay agencias oficiales que todavía tienen su sede en la ciudad y el Ejército mantiene parte importante de sus oficinas.

En segundo lugar, fijaron en la ciudad las sedes centrales de tres importantes empresas públicas que estaban en proceso de privatización: la telefónica, correos y la banca postal (las dos de ellas incluidas en el indicador DAX, que reúne las treinta mayores empresas cotizadas en la bolsa de Frankfurt). Además, mantuvieron los grandes museos federales que se habían establecido en la ciudad, algunos pocos años antes de que dejara de ser la capital.

Y en tercer lugar, se buscaron usos alternativos a las instalaciones públicas. Por ejemplo, se cedieron edificios a la Universidad de Bonn, a la radiotelevisión pública alemana o a las Naciones Unidas, que establecieron en la ciudad su más grande sede en Europa, exceptuando la de Ginebra. Usan, por ejemplo, la torre que servía de oficinas a los diputados. Y el edificio del parlamento funciona ahora como un moderno centro de congresos, junto al que la cadena Marriott acaba de construir un hotel.

Así se ha conseguido que la ciudad siga siendo próspera y que la población siga creciendo. En edificios que fueron embajadas se instalan guarderías, donde los políticos ofrecían sus ruedas de prensa ahora se sirven comidas y donde antiguamente se celebraban las cumbres internacionales hoy día se alquilan habitaciones. Pero no todo sigue siendo como antes. Uno de los barrios más caros para vivir cuando Bonn era la capital, elegido por muchos de los diplomáticos, es ahora una de las zonas de Alemania con más índice de emigrantes árabes y de Oriente Medio, lo que ha hecho bajar los precios y el nivel de vida.

Además, muchas empresas se han ido yendo de la ciudad. La aseguradora Zúrich, por ejemplo, recortó dos mil empleos hace un par de años. La última ha sido Haribo, la empresa cuyos ositos de gominola se venden en medio mundo y que debe su nombre al de su fundador y el de su ciudad (Hans Riegel, Bonn). Recientemente decidieron su traslado a un municipio cercano con mejores condiciones fiscales. El mes pasado anunció que los terrenos de su fábrica inicial, que funcionaba como museo desde hace años, serían destinados a la construcción de viviendas. Es como si Mahou derribara su fábrica junto al Calderón para construir pisos y la trasladara a Guadalajara. Una ciudad que, por cierto, no era mucho más pequeña que Madrid cuando esta empezó a ser la capital del reino.
Edificio gubernamental abandonado.
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Edificio gubernamental abandonado.
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