Patrick Kingsley analizaba recientemente en el diario “The Guardian” el modelo de este periódico, “cuyos propietarios son, literalmente, sus lectores. De hecho, es propiedad de una cooperativa de 12.000 lectores”. El “TAZ” –como se le conoce popularmente- fue fundado en 1979 por alemanes occidentales y durante años fue financiado por donaciones estatales. Con la caída del muro en 1989, sufrió un duro recorte de las subvenciones que le llevó en 1992 a estar en bancarrota. La única opción que vieron posible para salir de aquel bache fue formar una cooperativa.
Un grupo de lectores preocupados por la posible desaparición o por la pérdida de independencia del diario invirtió sus ahorros en el periódico, que se salvó. Dos décadas después, las arcas de la cooperativa tienen 11 millones de euros y cualquier persona puede invertir desde 500 euros. Todos tienen el mismo peso, pero no pueden influir en el funcionamiento diario del periódico, solo proponer políticas en la Junta General. En la última, por ejemplo, votaron “no” a la posibilidad prohibir la publicidad de la energía nuclear.
Los periodistas, por su parte, se muestren contentos con el modelo. “Aquí somos muy libres porque no tenemos una estructura jerárquica como en otras empresas”, explica el director adjunto Reiner Metzger. Tampoco hay grandes diferencias entre sueldos. Por ejemplo Metzger asegura que cobra 500 euros más que el reportero más joven. ¿Y los paywalls? “Fuimos fundados con la idea de distribuir la información tan lejos como sea posible”.
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