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“Y así con el sol y las grandes explosiones de hojas que crecen en los árboles, tenía esa familiar convicción de que la vida comenzaba de nuevo con el verano". (El Gran Gatsby)

Por José Luis Zunni

Francis Scott Fitzgerald (1896-1940) fue un novelista considerado como uno de los mejores autores estadounidenses del siglo XX, siendo sin duda “El Gran Gatsby” (1925) su obra maestra.

Una obra que nos deja frases como “ninguna cantidad de fuego o frescura puede ser mayor que aquello que un hombre es capaz de atesorar en su insondable corazón”, nos hace reflexionar tanto sobre la primavera como el otoño de nuestras vidas. Porque lamentarnos no nos quita los problemas de mañana, lo único que hace es robarnos la paz que hoy tenemos en nuestra mente y sentimos en nuestro corazón.

La manera de experimentar el verano y lo que significa para cada persona, ha sido una fuente permanente de inspiración para los escritores. Desde apreciaciones tan simples pero no por ello menos ciertas, tales como “no estoy hecho para el invierno, sino para usar chanclas y pisar la arena” hasta “bailar con la lluvia de verano limpia mi pena”.

La escritora norteamericana JeanetteWallsdice en su obra “TheGlassCastle” (El castillo de cristal) que “uno de los beneficios del verano fue que cada día teníamos más luz para leer”, porque es normal que todos nosotros acumulemos aquellos libros que queremos leer con mucha tranquilidad y a veces de manera desordenada, empezando uno…siguiendo con otro…pero disfrutando de lo que no podemos hacer el resto del año, o al menos, tenemos muchas más dificultades para leer más de dos páginas seguidas.

De todas las lecturas y pensamientos que me di cuenta iba acumulando sobre el verano, hay uno que sin duda es impactante, por lo directo y vaya verdad que nos transmite: “un día de verano perfecto es cuando el sol brilla, la brisa está soplando, los pájaros cantan y la cortadora de césped se rompe”, en alusión a que por más placentero que resulte hacer ciertas actividades típicas de jardinería, el deseo íntimo es seguir disfrutando en lo posible de no hacer nada, más que echarse en una tumbona, seguir disfrutando del sol, el viento suave que mueve las hojas de los árboles, el sonido de los pájaros y para redondear la situación, el libro que nos entretiene como en ningún otro momento del año puede hacerlo.

Entre estos atesoramientos literarios que poseo y que es un auténtico hobby, revisando notas y viejos papeles me encontré con una sentencia interesante de Paulo Coelho que dice que “si sólo caminas en días soleados nunca llegarás a tu destino”, el cual utiliza la metáfora del verano como una relajación de la persona que busca siempre el atajo, lo más fácil, lo menos comprometido, etc. Pero para llegar a disfrutar del verano hay que pasar el invierno, las vicisitudes nos fortalecen…el invierno nos prepara para el disfrute del verano, o sea para estar en mejores condiciones para enfrentar el resto de nuestra vida.

John Lubbock (1834-1913) matemático, investigador y astrónomo inglés decía que “el descanso no es holgazanería y yacer algunas veces en la hierba en un día soleado escuchando el murmullo del agua o mirando las nubes flotando a través del cielo, difícilmente sea una pérdida de tiempo”. Es lógico que Lubbock estuviera influenciado por el ritmo al que la sociedad se movía en el siglo XIX, pero seguramente si viviese hoy, su pensamiento se hubiese mantenido incólume, al poder verificar cuánta necesidad de reflexión necesitamos, cuánta más quietud y calma requiere nuestro espíritu, que estamos navegando día a día en una espiral de incertidumbre acrecentada lamentablemente por una violencia terrorista que nos angustia, provocándonos miedo al ver tanto sufrimiento.

Pero el miedo que ha existido siempre y en cualquier estación del año, cuando llega el verano parece que se asume con mejor predisposición. La evidencia científica dice que la luz nos alimenta ciertas hormonas que son fundamentales para nuestro estado de ánimo, lo que ayuda a un pensamiento positivo y a ver las cosas desde otro punto de vista. No dejarnos atrapar en el frío invierno de las actitudes negativas, menos aún amparadas en los prejuicios y tópicos a los que con tanta frecuencia recurrimos.

Las posibilidades de unir pensamientos y vivencias no tienen en ninguna estación del año tanta fuerza imaginativa como en el verano. Siempre nos dejan recuerdos muy especiales, que por ejemplo afloran en expresiones como “el verano siempre acaba con muy buenos recuerdos que seguirán formando parte de nuestra memoria futura”. También algunas muy prosaicas como “por favor querido verano trata de desacelerar tu paso tan rápido porque voy a echar en falta los días de sol y playa”.

En cuanto a la juventud y esos recuerdos inolvidables de las noches de verano, puede quizás resumirse la visión de la mujer en esta frase de una joven que dijo “en la vida de cualquier chica siempre habrá un chico que nunca olvidará…y que fue un verano en que todo eso empezó”.

Langston Hughes (1902 –1967) fue un poeta, novelista y columnista estadounidense que decía que “igual que un verano bienvenido, el humor puede repentinamente limpiar y enfriar la tierra, el aire y a nosotros”, en referencia a esa necesaria bocanada de aire fresco que también necesitamos en nuestros sentimientos, que coloquialmente podemos expresar como “por favor denme un respiro” cuando una persona se siente agobiada por una situación de trabajo o por una crisis de tipo personal. El poder respirar sin ahogarse es más propio del verano que siempre está en nuestras mentes y actitudes en la vida, porque los que están mejor predispuestos a comprender, tolerar y aceptar, también se refrescarán más rápidamente con la nueva brisa del verano, que corresponden a los nuevos pensamientos a los que recurrimos para gestionar nuestras circunstancias más o menos adversas.

Las personas con una razonable dosis de felicidad no notarán mucho la diferencia entre el verano y el invierno, porque saben administrar bien sus recursos intelectuales, gestionar sus emociones de la manera adecuada, no estresarse en exceso frente a la adversidad y tampoco demostrarse exultantes cuando las cosas salen bien.

Lo mejor es encontrar ese punto medio de armonía en el que tengamos el rigor del invierno en cuanto a lo que hacemos y las facilidades que el verano nos brinda para relajarnos y disfrutar un poco más de nuestro tiempo con los nuestros, cosa que habitualmente no hacemos en la medida que quisiéramos en las otras estaciones del año.

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