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Pasando “Desde Rusia con Amor” a “Ucrania con temor”

Por José Luis Zunni
El filme “Desde Rusia con amor” (1963) que fue la segunda película de la factoría del más famoso agente secreto, nos planteaba el desafío de que el espionaje británico robase una máquina de descifrar “Lector” a los rusos en su embajada de Estambul. En plena Guerra Fría la ficción igualmente reflejaba el precario equilibrio que existía por aquel entonces entre los países que conformaban el Pacto de Varsovia, de los que eran parte integrante de la OTAN. Como siempre Oriente vs. Occidente. Y la cosa no ha cambiado en el inicio de este 2022.
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En la declaración de la presidenta von der Leyen sobre el apoyo financiero de la UE a Ucrania que, realizó ayer lunes 24 de enero, especifica que en una conversación con el presidente de Vladímir Aleksándrovich Zelenski, han evaluado conjuntamente cuál es la situación en Ucrania creada por las acciones agresivas de Rusia. Pero el detalle importante de este encuentro virtual ha sido la firme determinación de la presidenta de la comisión europea de continuar apoyando a Ucrania, tanto a corto como a medio plazo. Este apoyo económico ha sido muy significativo, prestando asistencia tanto para la resiliencia y la modernización del país como específicamente para luchar contra la pandemia de COVID-19.

Desde 2014 la UE y las instituciones financieras europeas han asignado más de 17 mil millones de euros en subvenciones y préstamos al país. Y en el presente angustioso que está viviendo este país, la comisión propone un nuevo paquete de asistencia macro-financiera de emergencia de 1.200 millones euros.

La cuestión que nos ocupa hoy no es profundizar en datos económicos ni en información sobre el agravamiento día a día de este conflicto en la frontera europea más oriental, sino en ver qué es lo que realmente la UE está en condiciones de hacer para que cuenta en el panorama internacional de la geopolítica. Porque por lo que se ve, no contamos más que para este tipo de ayudas, y siempre dependeremos de lo que Estados Unidos (que obviamente no es Europa, pero tiene un gran peso en la OTAN) y especialmente Reino Unido que siempre ha sido y es un país beligerante sin complejos, los que pueden coloquialmente hablando, “pararle los pies a la madre Rusia”.

Lo decimos con este tono irónico, porque si algo tiene Rusia como historia y nación, digamos que lleva en su ADN, es su carácter imperialista. Y Ucrania es el último bastión al que Putin permitiría entrar a formar parte de la Alianza Atlántica. Ya todos los otros países satélites de la ex URSS, tales como Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, República Eslovaca, Hungría, Rumanía y Bulgaria, a partir de 1989 conformaron el flanco más oriental de la OTAN en el mapa europeo.

Ha sido durante estos días de crisis que Mario Draghi, primer ministro de Italia, lamentó que el continente no tuviera el poderío militar colectivo para disuadir a Moscú en medio de su acumulación de tropas en la frontera con Ucrania. Y este es un clamor compartido por muchísimos líderes políticos en su fuero íntimo, aunque no necesariamente defendida esta posición con la fuera que requiere en los ámbitos institucionales de la UE.

La cuestión no es solo no contar con la fuerza de un ejército que pueda ser disuasoria su presencia, sino que tampoco es tenida en cuenta Europa en las conversaciones que se han mantenido de tipo bilateral entre Rusia y Estados Unidos. Como si realmente no importara lo que el Viejo Continente pueda decir. Creemos que es más grave aún: flota cierta seguridad en el ambiente de los pasillos del poder europeo, de que finalmente en caso de una invasión terrestre en todo el territorio ucraniano, Europa como bloque político económico no va a hacer nada, más que sanciones económicas, que no creemos le preocupen demasiado a Putin.

"Rusia simplemente no ve a la UE como un jugador poderoso o fuerte en el juego", afirma Tinatin Akhvlediani del Centro de Estudios de Política Europea, en Bruselas. Y la opinión en algunos círculos de poder y de debate de alta política, no se cree que Rusia esté pensando en la guerra, y esto se debe a que se sabe suficientemente fuerte en su posición como para pensar que ninguna potencia en su sano juicio (Estados Unidos o Reino Unido) desencadenarían una escalada bélica de consecuencias impredecibles para Europa y el mundo.

Liderar con el viejo liderazgo europeo de la pacificación no es lo que resulta beneficioso para posiciones tan dominantes como la rusa sobre el tablero mundial. Además, la UE viene demostrando ya hace varios años que tiene muchos desacuerdos internos en lo que respecta a su propia política exterior, defensa, cuestiones de seguridad y sobre la cooperación con la OTAN. Y esto es un gran punto débil, lo saben los rusos y también los norteamericanos.

Y las palabras que no se sostienen con acciones o al menos demostración de fuerza por contar con un ejército como debería tener la UE, hace que, por ejemplo, la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, dijese en Estados Unidos que Rusia enfrentaría graves consecuencias por cualquier nueva violación de la soberanía de Ucrania. Pero el hecho de que una ministra del gabinete alemán hable el mismo idioma diplomático que el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, no se traduce en una mayor influencia de la UE en la situación de Rusia y Ucrania.

La gran preocupación para la UE no es solo que se quede al margen de Ucrania, que no es miembro de la UE, sino que se quede fuera de las discusiones en todo su flanco oriental.

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