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La prensa K libra la Guerra Civil española

Con 73 años de retraso

Sergio Manaut | Martes 02 de septiembre de 2014

Sandra Russo,  biógrafa de la presidenta Cristina Fernández y columnista del periódico kirchnerista Página 12, comparó la toma de posición de los periodistas militantes argentinos con el compromiso que ilustres colegas, como el fotógrafo Robert Capa, Ernest Hemingway y George Orwell, entre otros, tomaron a favor de los republicanos en la cruenta guerra que enfrentó a los españoles.



La defensa del “proyecto”, como le gusta definir a Cristina Fernández su plan de gobierno, hasta hoy estaba limitado, básicamente, a un grupo de medios – con sus periodistas afines – cercanos a la Casa Rosada y a su partida presupuestaria. Pero, de la mano, o para ser más precisos, desde el buzón de correo de Russo, se añadieron dos escribas funcionales, como tales involuntarios, al apuntalamiento y justificación del “proyecto” liderado por la presidenta argentina y defendido por los periodistas militantes.

Russo cuenta que le llegó por correo el libro “Contra la neutralidad” del periodista español Pascual Serrano. En él, dice la periodista argentina, Serrano abunda en el rechazo a la neutralidad periodística que inspiró el trabajo de cinco grandes nombres de todo el mundo, y cuyas coberturas forman parte de lo que hay que saber hoy sobre sus respectivas épocas y temas. Así, por las páginas de la obra de Serrano desfilan personajes como John Reed, cronista de la revolución rusa; Ryszard Kapuscinski, que relató los sueños descolonizadores latinoamericanos; Edgar Snow, que fue testigo de la revolución china, Robert Capa, que fotografío la guerra; y Rodolfo Walsh, autor de “Operación Masacre”, “Quién mató a Rosendo”, y “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, escrita el mismo día en que se cumplía el primer aniversario de la llegada al poder del general Jorge Rafael Videla. Walsh murió acribillado a balazos por “un grupo de tareas” poco después de su publicación.

Sin embargo, Russo no se apoya en “Contra la neutralidad” para defender la acción de la prensa militante kirchnerista.  Lo que saca Russo del libro de Serrano es el argumento que apoya su tesis de que el compromiso se antepone a la neutralidad, ya que para ella es un sustantivo abstracto “porque no hay nada preciso y específico llamado neutralidad, sino definiciones y nuestras propias interpretaciones sobre ellas”.

 Russo no tuvo que leer mucho para encontrar lo que su subconsciente militante buscaba. En el prólogo, el autor se explaya sobre el historiador hispanista más importante de nuestros días: Paul Preston. Serrano abunda en el libro “Idealistas bajo las balas”, desde cuyas páginas Preston relata el papel jugado por los corresponsales extranjeros durante la Guerra Civil española.  Russo destaca que es Preston quien nos recuerda el grado de compromiso, de negación de la neutralidad que presuntamente les era requerida, de muchos corresponsales norteamericanos y británicos que fueron enviados por sus respectivos medios a cubrir la Guerra Civil Española.

El ejercicio comparativo que desarrolla Russo en su artículo “A propósito de la neutralidad” llama a la reflexión, no sobre el sinsentido de colocar bajo el mismo plano la Guerra Civil española y la actualidad argentina, donde, al menos que no nos hayan informado, no se libra ninguna guerra, de esas donde las balas y las bombas son las protagonistas. Sí, en cambio, se libra en Argentina una batalla dialéctica fomentada por la presidenta Fernández bajo el axioma amigo-enemigo, desarrollado por el filósofo alemán y militante del Partido Nacionalsocialista, Carl Schmitt.  

En rigor, Fernández nunca ocultó que Schmitt es su escritor de cabecera, y revisando el eje de su pensamiento, puede verse que Schmitt concibe la acción política como decisión, que debe ser capaz de producir un mito que comprometa a los individuos. Todos recordamos el día en que el Congreso argentino aprobó la expropiación de YPF y la pancarta gigante con el rostro de Néstor Kirchner que bajó de la bandeja superior del recinto: el mito no sólo necesita servirse de la imagen, también debe ser alimentado por el relato, la otra gran obsesión de la mandataria argentina, la que Sandra Russo se entrega con fervor.