Management

¡Quién habla en nombre de la tierra! (Carl Sagan) 

Paz, prosperidad y felicidad para 2014

José Luis Zunni y Eduardo Rebollada Casado | Martes 02 de septiembre de 2014

Las felicitaciones de estos autores a nuestros lectores, hemos querido hacerlas como es nuestra habitual costumbre (a veces incluso manía), desde la reflexión.

Cuando Carl Sagan, el más importante divulgador científico del siglo XX, hizo esta reflexión, se refería al arsenal “obsceno” de armas nucleares que aún estaban en manos de los países que habían logrado fabricar bombas atómicas. Lo dijo en 1980, aunque lamentablemente aún hoy, si Sagan viviera, ratificaría la idea.

 

 



La preocupación del gran cosmólogo estadounidense, estaba en la paradoja a la que nos condujo a la civilización, el desarrollo científico y tecnológico: poder ir adentrándose en la realidad del cosmos para conocer cada vez más sus secretos, mientras que el desarrollo de armamento nuclear tenía capacidad suficiente para destruir 50 veces el planeta.

 

Sagan fue el que puso la voz de alarma, al mismo tiempo que ha sido durante toda su vida un firme defensor de la investigación aeroespacial y la exploración del cosmos, que quedaron inmortalizadas en su serie televisiva “Cosmos”, cuando afirmaba: “Cuanto más conozcamos del cosmos…más podremos conocer de nosotros mismos. Somos polvo de estrellas que buscamos conocer a las estrellas”.

 

Para los que llevamos años ejerciendo la labor de formadores (no en el plano científico, pero sí en el empresarial), nos ha guiado el espíritu investigador de Sagan y lo hemos llevado a las aulas con los videos de su serie. Y la gran mayoría de las veces, estupefactos los alumnos (incluidos los de Master), empezaban primero a formular preguntas y después a formulárselas ellos mismos, sobre cuál es -o mejor dicho- debe ser nuestra misión en la tierra.

 

¿Saben por qué hoy también nuestros lectores se preguntarán la finalidad de nuestro artículo de felicitaciones Navideñas? Porque estamos viviendo atrapados en un futuro que vive en nosotros cada día a gran velocidad y que caracteriza a una generación en todos los rincones del mundo, con escaso tiempo para la reflexión y la meditación. Es más, si Ud. se detiene en un seminario que está dando a empresarios y les dice: “pongan su mente en blanco y dediquemos dos minutos a reflexionar sobre esta cuestión”, más de uno, por no decir todos, pueden tildarlo de que el formador ha perdido el juicio.

 

Lamentablemente la realidad es muy distinta, ya que el juicio colectivo se ha ido desviando -al igual que el eje de rotación de la tierra- de su categoría original en la que la gente tenía tiempo para preguntarse los por qué. Hoy parece que interesa el para qué, o sea cómo funciona, por ejemplo este teléfono móvil y para qué cosas sirve.

 

La sociedad ha entrado en una mecánica funcional peligrosa, en la que los procesos sinérgicos de la misma se deben a una especie de circuitos programados que conducen nuestros actos. Cuando alguien se detiene a hacer las preguntas por qué, cuál es la razón, etc., es inmediatamente cuestionado por un sistema que no deja capacidad para la reflexión.

 

El colmo de los colmos lo tenemos en la política. Se ha erigido una clase política que cree -amparándose en su poder- que lo que dice y hace es el gran maná que requiere la ciudadanía para lograr su bienestar. Las evidencias nos indican justamente lo contrario. ¡Pero quién le pone el cascabel al gato!

 

Nosotros nos preguntamos en este epílogo de 2013 ¿dónde ha quedado la clase intelectual? No la escuchamos, no porque no exista, sino porque está callada por tanta automatización que nos maneja a diario. Basta ver -salvo honrosas excepciones- en la basura en la que se ha convertido la televisión.

 

Cuando una clase política mantiene coches y vigilancia de políticos cuando ya no hay amenazas terroristas, además de cientos y miles de dispendios absurdos, en detrimento de la investigación científica y la innovación tecnológica, podríamos formularles a la clase política española actual la pregunta de Sagan adaptada, como diría Ortega “a nuestras circunstancias”: ¿quién habla en nombre de España? Es lo mismo, pero a nivel de nuestro microcosmos ibérico. No tenemos la preocupación de las armas nucleares que Sagan tenía para la humanidad entera, pero nosotros la tenemos sobre la injusta y también obscena distribución de la renta en un país del primer mundo y europeo, que tiene una tasa de pobreza del 27%.

 

Sagan se preocupó por indagar como pocos, en cuáles habían sido los estadios de evolución de nuestra especie, pero muy especialmente de nuestro cerebro. Famosa es su alocución de que “en el lóbulo frontal subyace nuestra civilización”. Porque es en la parte más moderna de nuestro cerebro en la que se produce la “revolución” del conocimiento.

 

A nuestros lectores les instamos en estas fiestas, a hacer un ejercicio –corto, pero efectivo- de reflexión sobre hacia dónde vamos, quiénes somos y qué se espera de nosotros. Al mismo tiempo, preguntarse qué está haciendo la clase política por nosotros, por nuestra sociedad y por nuestro país con una perspectiva histórica, no cortoplacista y electoral.

 

Hemos visto senadores y diputados pasearse por las tertulias televisivas como auténticas máquinas de propaganda del estado, sin la mínima decencia por ejercer aunque sólo fuera por un instante, un “mea culpa”, una reflexión, un mensaje digno y no eslóganes políticos.

 

Es el momento de la reflexión de la ciudadanía. Lo que Sagan se refería a la gran memoria colectiva que anticipara con la visión de los grandes precursores, lo que hoy es el mundo de las redes sociales a los que la clase política tiene pánico.

 

Y esta nueva revolución tecnológica a la que estamos asistiendo, tendrá consecuencias en la estructuración de una nueva sociedad que ya se ve venir. No bajemos la guardia en cuanto a la educación y la investigación. Pero sobretodo, no renunciemos a nuestra natural capacidad de curiosidad humana que es la que nos ha llevado a la conquista del espacio.

 

Ahora tenemos que conquistar el otro espacio, el nuestro de cada día, para que reflexionando con seriedad sobre lo que tenemos que hacer y cómo hacerlo, veamos si los que reciben nuestro mandato como políticos, están a la altura de las circunstancias. Pareciera ser que no.

 

Al hilo de esta reflexión recordamos hoy una frase de D.H.Thoreau, el escritor y filósofo del S. XIX, autor de Walden: “Lo que un hombre piensa de sí mismo, más que cualquier otra cosa, es lo que determina su destino”.

 

Es el derrotismo actual lo que nos hace vivir por debajo de nuestras posibilidades, perdiendo o malgastando esos 1440 minutos diarios que todos tenemos, borrachos de teoría, perdiendo la oportunidad de la experiencia que supone no insultar a la eternidad matando el tiempo con los mecanismos y métodos que nos imponen. “Las cosas no cambian; cambiamos nosotros”, decía Thoreau, y es una excelente reflexión de la que Occidente debería tomar nota para diseñar el futuro.

 

Felicidades a los lectores de siempre.

Felicidades a los nuevos.

Y es el deseo de José Luis Zunni y Eduardo Rebollada Casado, que podamos dar vuelta a esta situación en la que nos han metido nada más ni nada menos, que la falta de buen liderazgo político en Bruselas y en España.

 

 

José Luis Zunni es Director Edición Online ECOFIN. Miembro dela Junta Directivade Governance2014. Coordinador académico dela Rede Latam. Conferenciante. Ponente de Seminarios de Liderazgo y Management dela EENy coordinador del FORO DE MANAGEMENT Y NUEVA ECONOMÍA DELA EEN. Analistade la realidad actual y especialmente en los aspectos económicos, políticos y sociales, Experto en Management y formador de directivos y profesionales en las técnicas de liderazgo.

 

 

 

 Eduardo Rebollada Casado es miembro dela Junta Directivade Governance2014. Autor y conferenciante. Consultor y analista de la realidad social, política y económica. Co-autor con José Luis Zunni de más de 100 artículos de Management y liderazgo.