Prefiero entender un por qué

Paseo de la mano de mis libros

Martes 13 de enero de 2015

Michael P. Branch es una de las voces de High Country News, de Paonia, estado de Colorado en Estados Unidos, que ha sido uno de las historias de vida e inspiración que recoge la prestigiosa revista Reader’s Digest. Como todo relato inspirador, me ha dado pie a la réplica, por lo impactante de los contenidos así como de su título del cual hoy me he apropiado. Su historia personal la he dejado de lado para centrarme sólo en la relación libros-caminatas.



Puede que parezca algo snob, pero pasear y leer al mismo tiempo no es nuevo. Una buena caminata e ir disfrutando de un libro es como ir viendo unos paisajes multiplicados, ensanchado los horizontes e incorporando más emociones. La emoción que sentimos por lo que estamos admirando del paisaje; la otra emoción que nos surge por la historia que estamos disfrutando. Si nos topamos con un lago después de atravesar parte del bosque que le rodea, nuestro destino repentinamente estará reflejado en la alegría y emoción simultánea que nos produce la belleza del paisaje, que viene a coronar la armonía de los pasajes de la historia de la cual estamos muy compenetrados.

Los escolásticos leían mientras caminaban. También unos judíosultraortodoxos leen el periódico mientras caminan por la colonia judía de Ramat Shlomo en Jerusalén Este.

Pero estamos en un mundo digital en el que los libros han sido reemplazados (en la caminata) por los whatsapp y SMS’s. Justamente un equipo de investigadores liderado por Siobhan Schabrun, de la Universidad de Queensland, Australia, analizó el caminar de 26 individuos con experiencia con teléfonos touch. El estudio demostró científicamente que caminar y, al mismo tiempo, enviar o leer mensajes en el teléfono tiene riesgos. Los voluntarios caminaron en línea recta por tramos de 8,5 metros cada vez, la primera sin teléfono, luego leyendo un mensaje de texto y, finalmente, escribiendo uno. Su conclusión: “los sujetos caminan más lento y a pasos más cortos. Mostramos que las personas que envían mensajes de texto, y en menor medida, los que leen en su teléfono móvil caminaron más lento y se desvían de una línea recta”.

Es evidente que este caminar con móviles no es el escolástico de leer y aprender. Porque los que caminan y envían mensajes seguro que no están buscando en Google alguna información o leyendo una noticia. Habrá excepciones, pero lo que hoy refiero es al libro en el más puro y convencional estilo de papel y tapas. La sensación de tocarlo, leerlo y pasear al mismo tiempo no la da un móvil.

¿Caminar y leer tienen algo en común?

Branch afirma que sí. Una cosa es cierta: cuando practicamos ejercicio haciendo una buena caminata, el cuerpo es el beneficiado. Desde ya que cuando leemos estamos haciendo gimnasia con nuestra mente. Pero les aseguro que leer y caminar al mismo tiempo es un afrodisíaco espectacular porque simultaneamos ambas ejercitaciones física y mental, con la característica que nos produce un placer mayor. En el libro seguimos una historia o relato que tiene o de la cual esperamos un fin…una meta. No necesariamente el fin que previó el autor coincide con el que nosotros creímos que tenía, pero sí es cierto que en medio, la larga travesía del relato es un proceso igual que el caminar, porque prevalece la acción aunque no sepamos con certeza a dónde nos dirigimos. No es necesario saberlo. Lo importante es practicarlo.

El Ryogonshu-Surangama Sutra que es uno de los sutras más importantes en la enseñanza Mahayana, ya que una meditación que se hace caminando mientras se lee en un monasterio japonés. Los orientales en su filosofía de vida saben que la lectura y la caminata amplían la percepción y sentido que tenemos del mundo. Pero qué duda cabe, que también nos ayudan a sentirnos que estamos pegados a éste (caminar es sentir la fuerza telúrica de la tierra) y leer es sentir la onda expansiva de los sentimientos y el conocimiento humano en una especie de “gran caminata universal” en la que todos los seres humanos estamos unidos.

Por la lectura de una piedra en escritura cuneiforme de la Baja Mesopotamia, podemos describir una vez decodificada, cuáles eran la cultura, costumbres, formas de liderazgo, de una civilización que vivió hace cinco mil años. Nadie pretenderá caminar con una piedra en la mano, pero sí con el peso tremendo de la historia que nos relata un libro que nos dice quiénes fueron los antepasados de los persas, por ejemplo, sintiendo como propio los extremos climáticos de la región, de manera tal que cuando llegamos al lago de nuestro recorrido por el bosque, encontraremos alivio y casi diríamos podemos apagar nuestra sed.

Están tan unidos la caminata y la lectura que es casi imposible desligar el concepto de nuestro hogar del de las casas y hogares que visitamos en las historias, tomando consciencia de lo lejos que estamos de éstas cuando leemos, así como la distancia grande que hay entre el lugar en el que estamos y nuestra casa cuando nos alejamos de ella. Somos conscientes de la proximidad y la lejanía, porque libro y caminata son nuestros lugares comunes, que nos llevan y nos traen pero nos dejan ese sentimiento de estar en casa cuando en realidad no lo estamos. Porque un libro es compañía no soledad.