Economía y Sociedad

“Ridiculasso” en las encuestas y en una mayoría de medios que las jalearon

Las encuestas vuelven a fallar (o la gente sigue mintiendo)

Miguel Ángel Ossorio Vega | Lunes 27 de junio de 2016
La campaña electoral arroja un balance de periodismo pobre, imitativo y de trinchera.

Partimos de la base de que las encuestas calientan el ambiente durante la campaña. Cualquier medio publicaría los resultados de un sondeo, sobre todo si muestran alteraciones significativas en lo considerado como “lo normal”. En estas segundas elecciones en menos de un año, las encuestas auguraban el “sorpasso” de Unidos Podemos, la coalición entre Podemos e Izquierda Unida, al PSOE. Llama la atención: no solo es el fin del bipartidismo, sino la ruptura de la izquierda, la confirmación del hundimiento del PSOE y la demostración de que los movimientos ciudadanos pueden alzarse con el poder pasando por encima del statu quo establecido durante décadas, y todo ello en apenas dos años. Es llamativo y es lógico anunciar a bombo y platillo cambios (más bien disrupciones) de este tipo. Pero a veces estas disrupciones se quedan en nada, no más que humo, cifras, tal vez sueños de algunos. Pero están apoyados por la ciencia o, al menos, por la estadística. Por las encuestas. Un mundo complicado, volátil y totalmente entregado a la mentira de los encuestados. Ellos se defienden: tienen cortafuegos para evitar que las mentiras de unos pocos contaminen las verdades de muchos. Pero en un país como España, tal vez cabría preguntarse si alguna encuesta ha sido capaz de demostrar si hay más verdad o mentira en una encuesta. Incluso podríamos preguntarnos sobre las verdaderas intenciones de algunas personas tras cada encuesta, tanto los que las hacen como los que las responden. No subestimemos el poder de los sondeos: el ser humano se mueve cual rebaño de ovejas, aunque con cierta iniciativa (basada en el rebaño). Ante un posible evento catastrófico anunciado por encuestas, muchas ovejas podrían optar por contrarrestarlo con su voto. Otros, en cambio, tal vez prefieran ahondar en esas disrupciones, dado que no estarán solos ante el cambio, o incluso… bueno, tal vez ni siquiera ir a votar: ya sabemos quién va a ganar (lo dicen las encuestas).

En medio de este juego estadístico están los medios, altavoces imprescindibles y participantes en primera persona: ellos también hacen sus propias encuestas. Con un poco de suerte saldrán favorables a sus intereses, y entonces la portada estará justificada. En ocasiones es posible ver dos Españas completamente diferentes en dos periódicos rivales: cada encuesta es un mundo y muestra un mundo. ¿De qué lado estás? Quizás el ser humano se aferre a las encuestas para no sentirse solo a la hora de decidir el futuro de un país. O quizás solo sea una forma de externalizar la propia iniciativa, el acto de pensar, sopesar, reflexionar y valorar por sí mismo la realidad: si tantos dicen esto, tal vez tengan razón. O tal vez no. Por Internet circula un chiste que demuestra que la masa no siempre es acertada: “coma mierda, millones de moscas no pueden estar equivocadas”. Visto así...

Los medios se han vuelto a comer las mentiras de la gente vía encuesta. Podríamos plantearnos un dilema ético dentro de la profesión: si tanto esmero ponemos para contrastar cualquier noticia, ¿por qué nos dejamos meter un gol con cada encuesta? Sí, ya sé que no podemos andar contrastando la respuesta de cada encuestado (sólo en la de RTVE habían participado más de 150.000 personas), y que tal vez contrastar encuestas entre sí solo genere más caos (aunque algunos medios lo han hecho como autocrítica). ¿La solución? Complicada. Tal vez un aviso a los lectores: “cuidado, encuesta”. Y educación para defenderse (o crear escepticismo): lo que la gente dice que hace, es precisamente lo que no hace.

Igual la solución es leerlas al revés.

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