Internet

Los gobiernos europeos exploran cómo regular a los gigantes de Internet

¿Poner puertas al campo?

Miguel Ángel Ossorio Vega | Lunes 22 de agosto de 2016
De proyectos unipersonales o sueños delirantes se han convertido en imperios que han cambiado nuestras vidas. Google, Facebook, Uber o Amazon están en el punto de mira de las autoridades por su poder e influencia y buscan cómo hacer frente a estas empresas.

Cuando Zuckerberg se encerró durante semanas en su habitación de una residencia universitaria para crear Facebook nadie pensaba que poco más de una década después su plataforma sería el país más poblado del planeta. Cuando Jeff Bezos dejó su trabajo para montar, a finales de los 90, una tienda de libros por Internet le tacharon (con razón) de loco e imprudente, a pesar de que en veinte años ha conseguido convertirse en la mayor tienda de la Tierra (con permiso de Alibaba). Algo similar a lo que pensarían los profesores de aquellos dos chavales cuyo proyecto de fin de carrera era un buscador de Internet. Ese buscador era Google, la mayor compañía de Internet. Nadie apostaba por ellos, salvo ellos. Poco después empezaron a contar con la confianza de la gente y aprovecharon al máximo la naturaleza de Internet sentando el precedente que ha hecho de la Red el mayor generador de oportunidades de la historia: no importa lo abajo que empieces, Internet es igual para todos. Hasta ahora.

“Los consumidores tienen que estar protegidos”, explica Axelle Lemaire, secretario de Estado francés para el entorno digital. El parlamento francés trabaja en una ley que busca crear la “equidad de las plataformas” para obligar a indicar qué servicios tienen preferencia por haber llegado a un acuerdo con las telecos. Pero la búsqueda de estas regulaciones no se ciñe a Francia: la Unión Europea anunció recientemente planes para enfrentarse al poder de estas empresas. Y no dejarán ningún tema fuera: desde privacidad hasta delitos cometidos por los usuarios de estas plataformas, así como el movimiento de datos de un servicio a otro. También se buscará que las aplicaciones de mensajería se rijan por las mismas regulaciones que los servicios de telecomunicaciones tradicionales, dado que en realidad prestan el mismo servicio.

Detrás de estas estrategias hay otros motivos, como el hecho de que sólo el 5% de las ganancias obtenidas en el mercado digital van a parar a empresas europeas: el 80% se lo llevan empresas estadounidenses. Se podría decir que subyace proteccionismo detrás de estas medidas, entre las que destaca el reciente castigo impuesto a Google por su poder en el mercado publicitario digital. Europa quiere proteger a sus empresas y busca la forma de hacerlo: barajan, por ejemplo, obligar a que el 20% de los contenidos de Netflix en el continente sean locales.

En paralelo, la posición de Estados Unidos está siendo exactamente la contraria: dan rienda suelta a la innovación permitiendo desde las pruebas de vehículos autónomos hasta el vuelo de drones como el recientemente presentado por Facebook. Por no hablar de servicios como Uber, que mientras en Europa ha llegado a ser prohibido, en Estados Unidos forma parte del día a día de miles de personas, a pesar de que allí también existen los taxis. Sin embargo, en Estados Unidos son los grupos de presión (lobbies) los que están consiguiendo que estos servicios limiten sus acciones para proteger sectores tradicionales, e incluso tienen en el horizonte a un “enemigo” declarado: Donald Trump. “Si llego a ser presidente… oh, tendrán problemas”, ha expresado. De hecho, ya ha acusado a Amazon de evadir impuestos… Aunque parece que en Estados Unidos rige un modelo doble: libertad para las empresas locales y, según denuncia el abogado Vasu Muthyala, escrutinio para las extranjeras. “A medida que los negocios chinos se van al oeste a por capital, clientes y socios, inevitablemente incrementarán su interés para los reguladores americanos”, explica. Es el caso de Alibaba, el gigante chino del comercio electrónico que se encuentra bajo la lupa de las autoridades por su empresa de logística o cosas tan sorprendentes como su “Single’s Day”, el día del soltero: una jornada de compras a buen precio que generó en 2015 a la compañía de Jack Ma más de 14.000 millones de dólares en ventas en un solo día.

En Asia también soplan vientos desfavorables para las empresas tecnológicas. Corea del Sur debate si debe regular Naver, un portal de Internet con gran poder en el país. En China los problemas para estas compañías van desde el Gran Cortafuegos hasta las restricciones a la libertad de expresión. Para las compañías europeas y estadounidenses, además, no es sencillo entrar en el mercado chino, donde lideran empresas locales como Alibaba (comercio electrónico), Baidu (motor de búsqueda) o Weibo (el Twitter chino).

A pesar de la búsqueda de regulación, las autoridades todavía desconocen muchos aspectos de la industria digital. “Apenas hay áreas en la economía y, posiblemente, en la interacción social que aún no hayan sido tocadas de alguna forma por estas plataformas”, explica Martin Bailey, uno de los impulsores del Mercado Único Digital que plantea la Comisión Europea. Traducido: se está tratando de poner puertas al campo mientras el campo sigue creciendo.

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