Síntesis Global

Fernando Aramburu: “Con 'Patria' lo que yo no quise en ningún momento era juzgar”

El autor levantó una gran expectación en Hay Festival Segovia

Miriam Garcimartin | Lunes 25 de septiembre de 2017

El escritor del libro más vendido de 2017 acudió a Hay Festival Segovia para hablar del que se considera uno de los relatos más fieles de la sociedad vasca.



‘Patria’ es esa clase de novela que tiene la capacidad de dar al lector diferentes perspectivas de la historia reciente de una sociedad. El fenómeno literario del año ha conseguido abrir ventanas que permanecían cerradas, obstruidas por el miedo y el deseo de no despertar viejos fantasmas. Sin embargo, lo que pretendía ser solo un intento de ventilación, se ha convertido en un huracán que ha puesto sobre la mesa la necesidad de reconstruir los puentes que se derruyeron durante los años de actividad de la banda terrorista ETA.

Desde la perspectiva que da la distancia, Fernando Aramburu realizó un ejercicio de aproximación a una tierra natal de la que se marchó a los 25 años. “He considerado que me estaba perdiendo partes de la realidad, y durante años he compensado la distancia por una cercanía emocional”, aseguró Aramburu en una charla que tuvo lugar en la IE University durante el Hay Festival Segovia. Escribir ‘Patria’ en Alemania ayudó al escritor a darse cuenta de que las sociedades que han vivido situaciones límite presentan rasgos comunes: los silencios, la ausencia de un periodo de reflexión, las ganas de pasar página, cerrar heridas y superar el rencor.

Su única voluntad como narrador fue “trazar una visión general” de cómo afronta una sociedad una época convulsa. “Me identifico con el jugador de ajedrez que desde su posición ve todas las piezas, su disposición y sus cambios”. Escuchar tanto a personas afectadas como a los que aplaudieron ese dolor, del mismo modo que Goya no quiso prestar más atención a los madrileños que a los soldados franceses en el cuadro de ‘Los fusilamientos del 3 de Mayo’. Sí, en ambos casos se vislumbra que los autores se identifican más con unos que con otros, pero “lo que yo no quise en ningún momento era juzgar”, recalcó Aramburu, sino “crear un dibujo lo más amplio y complejo posible”.

En el entorno de la izquierda abertzale han querido situarle en un rincón ideológico, a pesar de que hace años que vota en su país de residencia, Alemania. Felizmente, no se ha visto implicado en ningún incidente con aquellos que no se han mostrado muy convencidos con el resultado de la obra. De un lado ha vivido “escenas muy emocionantes” de personas que han perdido a un familiar en un atentado. De otro, ha querido contener en la narrativa “la cantidad de complejidad humana”, ya que “por muchas atrocidades que haya cometido una persona, no deja nunca de ser humana”.

Una de las claves del éxito de la novela son sus personajes. Los lectores han sido capaces de ponerse en la piel de padres, hijos o amigos, y plantearse qué hubieran hecho ellos en su situación. En esa facilidad para adentrarse en vidas ajenas han jugado un papel fundamental las alusiones a hechos cotidianos como freír pescado; las intervenciones orales en el “guipuzcoano” con el que se crio el autor, o esa costumbre tan vasca de hablar de algo sin nombrarlo.

De ‘Patria’ se han escrito muchas cosas de las que el propio autor reniega, como “que trata sobre ETA” o que es la “novela definitiva sobre el tema vasco”. Sin embargo, acepta que su obra ha resultado ser más internacional de lo que pensaba, porque al fin y al cabo “la vivencia del dolor es perfectamente universal y comprensible”. Una de las descripciones que quizá se acerque más a su intención, habida cuenta del peso que quiso dar a los personajes femeninos, es que la novela trata de “una mujer que habla con los muertos y otra que habla con los santos”. Incluso llegó a conocer tiempo después el caso de una mujer que hablaba con su marido difunto en el cementerio.

En la concepción de ‘Patria’, Aramburu recurrió a su particular visión de la ficción narrativa: abarcar campos que no abordan los relatos historiográficos, como el de la intimidad; considerar que el lector es adulto y dejarle detalles “aparentemente incoherentes, pero muy significativos”, o “crear un desorden aparente en un orden muy estricto”. El libro también refleja su personalidad, la que se moldeó de niño a través de una educación cristiana que le confirió una gran capacidad de empatía y una compasión por los desfavorecidos. Todo ello salpicado de un humor heredado de su padre, utilizado como elemento “disgregador”, que es capaz de mostrar “la ridiculez del malo y la capacidad de desactivar al contrario”.

La actualidad política del país se ha trasladado en los últimos años del País Vasco a Cataluña. A tan solo una semana de la anunciada celebración de un referéndum, Fernando Aramburu expresó su “enorme temor” por las señales que llegan desde allí. “En las sociedades donde se acumulan tensiones y no hay una válvula de escape, basta un pequeño incidente para que se desencadene una gran tragedia. Y en Cataluña hay un asomo de que se produzca”. Tras abogar por el diálogo y desear que los catalanes sean felices, se mostró muy apenado al ver cómo se está manipulando a los niños en lugar de hacer pedagogía con ellos.

Aramburu también estuvo expuesto en su adolescencia en San Sebastián a la corriente independentista. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no podía “consagrarme al mantenimiento de una cultura ancestral. Quería irme donde hubiera una fauna humana diferente”. Ahora la popularidad le ha llegado con su novela, pero para él el éxito no radica en ser número uno en ventas, sino en que en su tierra natal la obra esté sirviendo de base para un “debate pacífico, sin insultos ni amenazas”.

“Los libros son liberadores”. Los bienes culturales, nuevos alimentos, lugares, costumbres, etc, “enriquecen la vida de las personas, las sosiega y las hace menos inmunes al fanatismo”, aseguró este ciudadano del mundo.

Quizás Cataluña necesite su propia ‘Patria’.

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