Para muchos, el tema de la propiedad es más un obstáculo, ya que, mientras los libros tradicionales se pueden prestar o regalar tras su lectura, los libros electrónicos no permiten esta comodidad. Para otros, sin embargo, es una enorme ventaja porque defienden que una vez que has leído el libro no tienes porque tenerlo ocupando sitio.
La censura de los e-books no ha ocurrido de momento, pero en algunas situaciones los distribuidores y/o editoriales han manipulado o eliminado el contenido. El ejemplo más famoso es el de la novela “1984”, de George Orwell, título que Amazon suprimió de sus Kindles tras descubrir que la editorial que lo vendió no tenía derechos sobre el texto.
Los libros electrónicos necesitan continuar su crecimiento, especialmente en Latinoamérica, donde prácticamente no existen ofertas ni editoriales interesadas en este mercado. Como señala el escritor José Joaquín López, que ha publicado cuatro e-books en Amazon, en países como Guatemala el desprecio por estos dispositivos está latente.
Recientemente, tanto Amazon como Apple solicitaron el registro de patentes tecnológicas para implementar un sistema para que lo usuarios puedan vender títulos virtuales a cambio de una comisión para el distribuidor.
A la industria de los e-books y a sus lectores les esperan muchos retos, a pesar de su facilidad de transporte y sincronización con múltiples dispositivos.