Una buena profesora y una enseñanza de vida
En ocasión de una clase de instituto en un colegio estadounidense, una profesora quería explicar a su grupo mixto de alumnos, qué era el valor del dinero. Pero especialmente le interesaba a esta joven docente cómo iban a reaccionar sus alumnos. Es evidente que pretendía darles una lección más amplia…a la que podríamos llamar “lección de vida”.
Entonces sucedió que, al comienzo de un nuevo año escolar, se situó al frente de sus alumnos con un billete de 100 dólares en la mano. Mientras les miraba atentamente les dijo: “Levanten las manos si quieren este dinero”.
La reacción no se hizo esperar, porque en el aula todos levantaron la mano ante la pregunta de su profesora. Pero ella siguió con la escenificación (lo que pretendía era mucho más que dar un billete de cien dólares) y dijo: “Este dinero le voy a dar a alguno de vosotros aquí, pero primero, déjenme hacer esto”… y ante la sorpresa de todos, ella toma el billete y lo arruga en sus manos, y entonces formula una nueva pregunta: "¿Quién lo quiere todavía?".
Y ante la mirada atenta de la profesora sobre sus alumnos, veía que éstos persistían en su actitud de mantener las manos en alto. Todos querían el billete.
Muy pendiente de cómo se desarrollaba la escena que ella había provocado, tratando de ver en detalle la reacción de los chicos y chicas adolescentes en sus rostros, da un nuevo giro a la experiencia educativa, deja caer el billete al suelo, lo pisotea y lo aplasta en el suelo, y lo vuelve a levantar. "¿Qué tal ahora?" les pregunta de nuevo. Y ante su asombro (en realidad era la reacción que esperaba) las manos se mantienen bien arriba.
Es el momento en el que aflora la pedagogía junto a la moraleja que inevitablemente quería ella poner a disposición de sus alumnos, para que vieran un poco más allá, como diría Ortega y Gasset “que por culpa del árbol no deja ver el bosque”.
Entonces les dice “¡Alumnos!... espero que vean la lección aquí. No importaba lo que hiciera con este dinero, todavía lo queréis porque su valor se mantuvo igual. Incluso con sus arrugas y suciedad, todavía vale 100 dólares”. Y remata diciendo que “es lo mismo con nosotros. Habrá momentos similares en tu vida cuando te dejes caer, te magulles y te enlodes. Sin embargo, pase lo que pase, nunca pierdes tu valor”.
La moraleja de la historia
Las dificultades de la vida son inevitables y todos pasaremos por ellas en algún momento, a menudo sin culpa nuestra. Pero lo que hay que evitar (mejor dicho, lo que no hay que permitir) es que estos desafíos alteren nuestros sentimientos de autoestima. Porque todas las personas tenemos algo único y especial para dar y ofrecer al mundo.
Esta historia real e inspiradora debe alertarnos sobre algunas cosas más en las que con frecuencia no reparamos:
1º) Los seres humanos estamos rodeados y cargados de símbolos
Son los que nos van marcando y condicionando nuestra forma de proceder. Digámoslo así: la manera en cómo nos conducimos en la vida, cómo nos comportamos, la actitud que tenemos con las personas de nuestro entorno, etc.
2º) Pero no es lo mismo el valor que le damos a un símbolo, por ejemplo, religioso, que al del dinero de nuestra historia. Porque el primero es de carácter estrictamente personal, mueve nuestros más profundos sentimientos y además, las personas pueden creer o no creer en ellos, y no por ello dejarán de ser personas con dignidad humana y con derechos y obligaciones; el dinero, es el elemento por el cual se lucha para lograr tener una posición social cómoda, que no nos falte nada, pero en sí mismo, luchamos porque es lo que representa, ese símbolo de poder y riqueza (en caso de patrimonios importantes) o simplemente de vivir razonablemente bien, disponiendo de un salario, de una vivienda, de un coche y de estar pudiendo desarrollar una carrera profesional o haber montado un negocio.
Como esos alumnos que mantenían la mano levantada a pesar que el billete de 100 dólares estuviese arrugado y sucio, todos reaccionaríamos igual porque sabemos, por ejemplo, si ocurriese con un billete de 100 euros, que tampoco perdería su valor.
3º) Pero la otra gran lección que la profesora les quiere remarcar como valor diferencial es que ellos y ellas (alumnos y alumnas) tienen un valor humano único, que por más que pasen momentos desgraciados y que no les salgan bien las cosas, siguen teniendo (en términos de nuestra historia del billete) un valor humano que jamás se pierde (o al menos, eso es lo que debería ser).
Con frecuencia, las personas nos obsesionamos por el dinero y el poder a costa de principios y valores a los que renunciamos. Y esto es lo que es irrenunciable.
La antropología simbólica, el dinero y los símbolos
La antropología simbólica se centra en el estudio de la cultura como un sistema complejo de símbolos y significados compartidos por un grupo humano. Es una disciplina que ve la luz en la segunda mitad siglo XX y su campo de actuación se centra en el análisis y estudio de la construcción cultural de la realidad, a través de diferentes manifestaciones simbólicas. Toda nuestra vida cotidiana se mueve entre diferentes CONSTRUCCIONES inmateriales (intangibles) que condicionan nuestras actitudes y nuestra forma de pensar.
El dinero es un invento (auténtica creación humana) que comprende no sólo lo económico sino lo social y lo cultural simbólico. Fijémonos que sucede, cuando se plantea la existencia de dineros especiales: más allá de la visión que sobre el dinero nos aporta la ciencia económica, cuando introducimos la visión del conocimiento científico que nos aporta la antropología y la sociología, esto nos demuestra que existen en el dinero aspectos culturales y sociales fuera de la esfera del mercado convencional, como es el caso del dinero virtual que es una auténtica mutación cargada de simbología, no solo porque representa también un valor monetario, sino porque lo hace de manera diferente a los mecanismos convencionales regulados por la emisión monetaria y los Bancos Centrales de los países.
Sin lugar a dudas, el dinero es una de las creaciones humanas que es mucho más que su función primaria que es la de ser un medio de cambio. Pero las personas hemos depositado en el dinero ciertas virtudes (cualidades) que lejos de darnos capacidad de compra, representan en sí mismo algo que siempre en todas las épocas de la historia de la humanidad han querido los seres humanos: el poder. Y sobre éste otro valor (el del poder) sin duda existe en la sociedad actual un consenso muy amplio.
La profesora de nuestra historia pretendió esclarecer en un gesto habitual que tenemos las personas, ver la fuerza de los símbolos que conforman nuestra sociedad y poner en valor el auténtico tesoro que es nuestra naturaleza humana, con más o menos dificultades, o arrugas por la edad o precipitaciones de nuestros actos por la inmadurez. Creo que sus alumnos salieron muy fortalecidos moralmente de esa clase. Es el tipo de docentes que requieren las sociedades actuales: más encaminados a que se aprenda la reflexión que a desatar la acción impensada.