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“La felicidad contribuye a una sociedad mejor, más sana y más fuerte” (Sonja Lyubomirsky)

Por José Luis Zunni
Sonja Lyubomirsky (1966) es profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de California en Riverside. Se graduó summa cum laude por la Universidad de Harvard y se doctoró en Psicología social y de la personalidad por la Universidad de Stanford.

Si algo me apasiona, es profundizar con todo el material al que pueda tener acceso, las investigaciones de profesionales del campo de la psicología que se han dedicado a estudiar el fenómeno de la felicidad. Porque es algo de lo que habitualmente no se habla (como si fuera algo malo o que no queda bien hablar de ello), cuando en realidad si la gente estuviera mejor informada se daría cuenta de que la felicidad impacta en todas y cada una de las actividades humanas. Quizás de manera silenciosa o discreta, pero lo hace.

“La felicidad contribuye a una sociedad mejor, más sana y más fuerte” (Sonja Lyubomirsky)
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Sonja Lyubomirsky ha dedicado la mayor parte de su carrera como investigadora, justamente al estudio de la felicidad humana. Y formula la pregunta “¿por qué es importante el estudio científico de la felicidad?”.

Lyubomirsky afirma que la mayoría de las personas cree que la felicidad es significativa, deseable y un objetivo importante. Y sostiene este punto de vista porque dice “que la felicidad es una de las dimensiones más destacadas y significativas de la experiencia humana y la vida emocional, que produce numerosas recompensas para el individuo y porque contribuye a una sociedad mejor, más sana y más fuerte”.

Es evidente que, para ser tan contundente en sus afirmaciones, se tiene que haber basado en investigaciones muy centradas y circunscritas a elementos destacados que entran a forman parte de la felicidad. De ahí que su investigación en la actualidad pasa por tres planos:

1º) ¿Qué hace felices a las personas?

2º) ¿Es la felicidad algo bueno?

3º) ¿Cómo y por qué las personas pueden aprender a llevar vidas más felices y más florecientes?

Estos tres ámbitos que señala Sonja Lyubomirsky, también le lleva a preguntarse por qué algunas personas son más felices que otras. Tendrá que ver esto con el trabajo, la familia, su carácter que viene en el ADN, sus experiencias más o menos traumáticas, su entorno, etc.

Desde ya que todos los factores que intervienen a lo largo de la existencia de una persona, desde sus propias acciones hasta la repercusión que tienen las de los demás (familiares, compañeros de trabajo, amigos, etc.), según sean las circunstancias, pueden tener un mayor o menor nivel de impacto en su vida. La cuestión es cómo se puede mejorar cuando a una persona le parece que la cuestión de la felicidad no va con ella, que es algo que lo ve muy lejos y que es también el momento en que ese sentimiento le produce más infelicidad aún.

Lyubomirsky dice que “siempre me ha impresionado la capacidad de algunas personas para ser notablemente felices, incluso ante el estrés, el trauma o la adversidad”.

Entonces, centró su investigación en entender por qué algunas personas son más felices que otras, para lo cual exploró los procesos cognitivos y motivacionales que distinguen a las personas que muestran niveles excepcionalmente altos y bajos de felicidad. O sea, el método es sencillo: qué diferencia a una persona muy feliz de una que no lo es tanto.

Lyubomirsky analizó lo que se llama comparación social, o sea la persona que se estudia en su relación con compañeros y amigos. También lo que se conoce como “la reducción de la disonancia” (cómo las personas justifican las elecciones triviales e importantes en sus vidas). Otros factores fueron la autoevaluación (cómo las personas se juzgan a sí mismas) y la percepción de las personas (cómo las personas piensan sobre los demás).

¿Cuál fue su descubrimiento?

Que las personas verdaderamente felices interpretan los eventos de la vida y las situaciones cotidianas de una forma en la que parecen mantener su felicidad, mientras que las personas infelices interpretan las experiencias de manera que parecen reforzar la infelicidad.

O sea, que cuando nuestro ánimo está siendo invadido por sentimientos de infelicidad es que nuestra percepción de las cosas, la vida cotidiana y todo lo que nos rodea es ampliamente negativa, una visión escéptica y negacionista por naturaleza. Lo que no quiere decir que sea así realmente (para un observador externo de las mismos actos, cosas y circunstancias).

En cierto sentido, la felicidad y el sentimiento tan importante de sentirnos felices, tiene un impacto definitivo en la percepción de la realidad que nos rodea, que puede convertirse en más buena o más adversa, en más flexible o más rígida, en más empática la relación con otras personas o más distante y que alimenta la desconfianza.

Es una fuerza centrípeta que condiciona no sólo nuestro ánimo y estado emocional en un momento puntal. ¡No! Va mucho más lejos aún: determina nuestra personalidad.

Por eso, cuando nos referimos a la personalidad de un familiar, amigo, compañero de profesión, jefe, etc., llegamos a decir con frecuencia eso de que “tiene una fuerte personalidad” o “es cambiante como el tiempo”, porque no marca su actitud la conducta de un solo día, sino su esencia como persona más o menos feliz. Además, esta felicidad o su carencia, también la transmite a su entorno, generalmente las personas que están siendo más afectadas por dicho comportamiento.

Lyubomirsky y su equipo también estuvieron investigando el significado, la expresión y la búsqueda de la felicidad en todas las culturas, subculturas y grupos de edad. Descubrieron que los padres realmente experimentan más felicidad y significado que las personas que no lo son, tanto al evaluar sus vidas como un todo, al pasar sus días y al cuidar a sus hijos (en lugar de realizar otras actividades).

En cuanto a los beneficios de la felicidad

Sonja Lyubomirsky se pregunta si “¿es la felicidad algo bueno? ¿O simplemente se siente bien?”. Pero en realidad va mucho más allá del sentimiento (ese sentirse bien) y pasa al ámbito de la salud física y mental y la influencia, así como contagio que tiene en los subgrupos familiares, de amigos, compañeros de trabajo, etc.

La felicidad también influye en el nivel de creatividad de las personas, así como en su predisposición para ser más caritativas y serviciales. Pero un dato importante que surge de las investigaciones, es que las personas felices son más seguras de sí mismas.

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