Utilizadas desde hace décadas por diversas empresas para la fabricación de prototipos, en sectores como el automóvil o la aeronáutica, las impresoras 3D podrían encontrar pronto un hueco en el mercado del usuario doméstico. Eso sí, todavía son prohibitivas para casi cualquier bolsillo: por ejemplo, las impresoras 3D de Hewlett Packard se sitúan actualmente entre los 15.000 y los 20.000 euros.
Pero ¿qué las hace tan especiales? Su funcionamiento es similar al de las impresoras que conocemos. Uno diseña un objeto en el ordenador y decide imprimirlo. Hasta ahí todo es igual. La diferencia, sin embargo, es que en lugar de plasmar el diseño en un papel, las impresoras 3D construyen físicamente el objeto diseñado, con todo su volumen. Además, estas impresoras no utilizan tintas, sino las resinas, metales o materiales con los que se haya previsto construir el objeto en cuestión. Para conseguir este volumen, la bandeja de impresión va descendiendo un milímetro entre capa y capa de impresión. Es decir, cada vez que se imprime una capa, la bandeja baja un nivel, la siguiente capa se imprime encima antes de que la bandeja vuelva a bajar de nivel, y así sucesivamente. Unas horas después, el resultado es un objeto con volumen.
En la actualidad, este tipo de impresoras están totalmente integradas, por ejemplo, en el sector del automóvil, donde se emplean para fabricar piezas, incluso, en cadenas de producción a gran escala, como las de Seat. En el consorcio aeroespacial europeo (EADS) se emplean para fabricar piezas de aviones con polvo de titanio. Y otro ejemplo no menos carismático es el de la compañía de origen holandés Freedom of Creation, que construye fundas de iPhone con polímeros utilizando impresoras 3D. Su precisión y el bajo coste que supone la fabricación de todo tipo de objetos permite que con estas impresoras se construyan productos personalizados, como prótesis para la cadera, instrumentos de ortodoncia o zapatillas para un deportista en particular.
La revolución que puede plantear la impresión en 3D va más allá de una simple mejora tecnológica. Ni qué decir tiene que, a nivel doméstico, esta impresora es el sueño de cualquier amante de la tecnología y puede tener tantas aplicaciones como la imaginación proponga. Incluso podría permitirnos enviar regalos a través del correo electrónico y que el receptor del regalo pudiera disfrutarlo al imprimirlo en su casa. Algo así es lo que ya comercializa la empresa Shapeways. En su web, el usuario puede elegir los diseños de diferentes objetos, personalizarlos, encargarlos y unos días después recibirlos en su casa después de que dicha empresa se haya encargado de “imprimirlos” en tres dimensiones.
Con esta nueva tecnología será tan barato producir un artículo único como producir miles, algo que para la revista "The Economist" supondrá una verdadera revolución. Cambiará la forma de producir objetos, que podrán ser más personalizados y eliminarán cadenas de montaje y mano de obra en productos de consumo masivo, desde automóviles a calzado, complementos, joyas, juguetes, etcétera. Y si no es necesaria la mano de obra, las grandes empresas ya no la buscarán en aquellos países que ahora la proporcionan a bajo coste, cambiando así la relación actual entre naciones. Además, las posibilidades de aportar una mayor creatividad a la hora de crear nuevos productos y de asumir diseños más arriesgados permitirá crear productos que, hoy por hoy, son imposibles de fabricar.