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You only live once (Sólo se vive una vez)

Por José Luis Zunni

¡No! ¡No me equivoqué de título! Sólo se vive una vez es correcto, a pesar de que nos venga a la memoria uno muy similar: “You only live twice” (Sólo se vive dos veces) y correspondía a uno de los filmes de la saga de James Bond (1967), en el que si se vivía más de una vez tenía un sentido claro, por la capacidad de supervivencia del eterno agente británico. Pero en la vida del común de los mortales, entendámoslo -aunque a veces nos cuesta hacerlo-, que vivimos sólo el tiempo presente más el futuro que el destino nos tiene reservados, pero eso sí: corresponde a la única oportunidad. No hay otra.

Vivimos demasiado de prisa, sin tiempo para la meditación y menos aún para la reflexión, cuestiones que vengo abordando en las últimas semanas, con la finalidad de poner un poco de “profundidad” en nuestras vidas y no quedarnos a expensas de tanta superficialidad y análisis de cosas triviales, en vez de que sí analicemos las cuestiones que de verdad importan a las personas y la sociedad actual.

Séneca (4 a.C.- 65 d.C.) afirmaba en “De la brevedad de la vida” que “no es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho”.

Sin cuestionar que el mundo digital en el que nos estamos moviendo nos facilita la vida -es un hecho-, también es cierto que nos hace olvidar que tenemos memoria y una capacidad de pensamiento, independientemente de Google y las hemerotecas.

Siempre se nos ha dicho, que el hombre y la mujer buscan la felicidad, pero parece que es muy difícil encontrarla, ni siquiera, como en la película de Lewis Gilbert en que su héroe, el mítico agente 007, se da el lujo de volver a intentarlo (vivir) una vez que se ha decidido “matarlo”. Cuestiones del guión que el cine nos permite, pero en la vida cotidiana que tenemos que enfrentar a diario, la felicidad es algo mucho más sencillo y que lamentablemente no valoramos, generalmente por no darnos cuenta de que estamos viviendo este preciso momento del presente, pensando en el futuro muy inmediato (agobio de trabajo, reuniones, proyectos, etc.) y más mediato, en cuanto a expectativas laborales, personales, etc. Pero el presente es el gran olvidado. Creemos que vivimos más vidas…aunque es una sola.

Un adagio anónimo nos dice que hay tres ingredientes para la felicidad: algo que amar, algo que hacer y algo que esperar. ¿Saben qué es lo que nos pasa? Que si bien tenemos esa capacidad de amar a alguien, así como también de hacer, por ejemplo en lo que trabajamos o en la vida familiar las cosas que hacemos para mejora de nuestra casa, sigue teniendo más peso lo que esta “sentencia popular” nos indica: la capacidad de esperar. ¿Por qué será que nuestras expectativas siempre son más fuertes que los logros que obtenemos al final del camino? Sea en lo profesional o en lo laboral. Fácil respuesta: somos insaciables y siempre queremos más, no conformándonos con menos, o con poco o con una visión más humilde de la vida, que nos haga disfrutar de las pequeñas cosas, los pequeños momentos: el abrazo, el suspiro de alegría, estrechar la mano en agradecimiento, la mirada de la que emana el respeto o el cariño o el amor.

La próxima vez que Ud. se vea tentado a quejarse, pregúntese ¿qué es lo que la vida está tratando de enseñarle? Ésta sí que es una poderosa reflexión. Hay sucesos que nos ocurren, a veces por casualidad, pero que son como una especie de anuncio que la vida nos pone delante para que nos demos cuenta de algo, o si me apuran, para que podamos reflexionar.

Tengan en cuenta una cosa que es también una verdad como un templo: el cambio es inevitable. No lo podemos parar ni evitar. Debemos saber adaptarnos a él y convivir juntos de la mejor manera posible. El crecimiento personal (nuestro desarrollo como personas) es opcional. Nadie nos obliga ni fuerza a hacerlo.

La felicidad nunca llegará a aquellos que no aprecian la que ya tienen. No existen fórmulas ni recetas mágicas para la felicidad, pero sí hay personas que pueden estar más próximas a ella porque no sólo están pensando y planificando en todo momento de sus vidas, sino que saben valorar las cosas pequeñas, los pequeños momentos, placeres, espacios en los que por más reducidos que sean, nos hacen sentir felices, por ejemplo, el abrazo entre hermanos por el que se disculpa uno de ellos por algo dicho que no sentó muy bien. Viven su presente, planifican su futuro pero conscientes de que les han regalado una vida…no dos.

Otro adagio que reza que “en lo pequeño está lo hermoso”, también nos viene a significar que tenemos que comprender que no siempre vamos a tener los mejores resultados y cumplir con todos los objetivos que nos hayamos propuesto. Los logros pueden quedarse a medias, pero hay que aprender que para buscar resultados distintos no hay que empecinarse en hacer siempre las mismas cosas, seguir el mismo camino, aferrarse a un solo procedimiento. La felicidad también proviene de la apertura, de abrir la puerta a lo nuevo, con la expectativa de que hagamos mejor las cosas o de que nos salgan mejor que en el pasado. Reemplazar el miedo a lo desconocido por la curiosidad.

Las adversidades son acontecimientos que no podemos controlar. Lo que sí podemos controlar, es cómo reaccionamos a ellas. Y aunque siempre nos parezca imposible, también es inexorable que finalmente lo hacemos posible. De ahí que al buen líder le guste más la acción que la planificación. Hechos más que palabras. Poder verificar los logros obtenidos y no maravillarse de los que están por obtenerse. El líder más que ninguna otra persona sabe que vive una sola vez.

Los que tienen el inglés como lengua madre, son muy concretos y a veces demasiado parcos en palabras, por razón de la estructura gramatical y vocabulario del propio idioma, pero no por ello menos impacto en la filosofía que entrañan sus palabras. Dicen “tomorrow is promised to no one” (El mañana no está prometido a nadie), porque en realidad no sabemos más allá del minuto en que estamos escribiendo este post, qué nos deparará el destino. Alguien de manera sarcástica lo ha enmarcado en la frase “qué nos disparará el destino”.

Y tened en cuenta lo más importante: no es lo que hayamos hecho en un momento determinado de nuestras vidas. Es lo que hacemos de manera constante. Esta es la llave que nos permite sentir que vivimos más de una vez, porque a diferencia del agente británico, cuando se vive cada momento de manera intensa, se siente el presente que estamos atravesando, le damos valor entonces, a las cosas que tenemos en agenda, laborales y personales este día. Es como si viviésemos dos o más veces. Depende de nosotros.

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