Hace unos años la tecnología ocupaba un lugar bajo en la lista de las preocupaciones de los altos directivos de todo el mundo. Según el último estudio de IBM denominado “Redefining Boundaries: Insights from the Global C-suite Study”, para el 68% de los directivos entrevistados en todo el mundo el cambio tecnológico es el riesgo empresarial número uno. IBM ha realizado más de 5.200 encuestas a presidentes, directores generales, financieros, de marketing y de tecnología en 70 países, entre ellos España. En esta última encuesta hay un cambio casi brutal en la preocupación de los directivos: la tecnología ha irrumpido casi como una obsesión. Los negocios más consolidados se están viendo amenazados por nuevos competidores inusuales, de pequeño tamaño, más ágiles y con modelos de negocio completamente distintos. Cada vez más, el cambio tecnológico se está convirtiendo en la espina dorsal por la que se articula la economía globalizada, pero la inmensa mayoría de los medios de comunicación siguen informando de la economía con una visión obsoleta de estos hechos. La información sobre tecnología se ve reducida muchas veces a un nicho especializado, casi ajeno a la noticias sobre economía y empresas.
Pongamos un ejemplo: en España han aparecido dos empresas, Kantox y Novicap, que ofrecen servicios financieros, entrando de lleno en el sector de la banca tradicional. La primera ofrece servicios de intercambio de divisas y ha recaudado 18 millones de euros en cuatro rondas de financiación. Novicap adelanta facturas pendientes para pymes y hoy financia a cerca de un millón de usuarios mensuales.
Los editores de prensa tradicional están siendo una especie de heraldos negros de esta importantísima tendencia de fondo. En EEUU, en Canadá, en Australia, en el Reino Unido y en la mayor parte de las economías avanzadas, el hundimiento de la prensa tradicional no es ya una tendencia coyuntural, sino un desmoronamiento prácticamente total. Los gestores de los periódicos impresos se las han arreglado para hacer frente a este declive con recortes de todo tipo, pero su gestión en este sentido está condenada. Los periódicos impresos podrán tener sus pequeños nichos. Pero el drama es aún mayor, porque los medios digitales no logran encontrar un modelo de negocio generalmente válido. Todo el ecosistema de la publicidad debe cambiarse de arriba abajo y la pantalla del móvil es el pequeño pero trascendental campo de batalla en el que se librará la guerra total por la supremacía de la información convertida en conocimiento.