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Vacía primero tu taza de té. Especialmente los políticos

Por José Luis Zunni

Un maestro japonés experto en las milenarias técnicas de meditación, recibió cierto día la visita de un erudito que era profesor de la universidad, que venía a informarse acerca de la filosofía “Zen”. El maestro recurrió a las viejas tradiciones y sirvió un té al visitante. Pero lo sorprendente, es que colmó hasta el mismo borde la taza del invitado, pero en vez de detenerse, siguió vertiendo el té con toda naturalidad aunque estaba derramándose. El erudito contemplaba absorto la escena hasta que al final no pudo contenerse más y dijo:

- Ya está llena…no siga por favor.

Y el maestro respondió:

- De la misma manera que esta taza está llena, tú estás lleno de tus propias opiniones y especulaciones. ¿Cómo podría enseñarte lo que es el Zen a menos que vacíes primero tu taza?

¡Impresionante! Por lo simple pero al mismo tiempo profunda enseñanza del maestro nada menos que a todo un prestigioso profesor de universidad. ¿Podríamos hacer la prueba con algunos de los líderes políticos que en este momento nos tienen atados de pies y manos? Seguramente la actitud de asombro sería similar a la del profesor y erudito de nuestra anécdota. Porque es seguro que a pesar de que se la expliquemos con toda la buena intención, están más que persuadidos de que no son ellos (ninguno a nivel individual) los que tienen que vaciar tu taza de té.

Las mejores enseñanzas de la vida provienen siempre de historias simples, porque en los hechos cotidianos y que se dan de manera natural, subyace –como sostienen los filósofos orientales- la auténtica naturaleza de las personas. El Zen no busca otra cosa más que la iluminación del espíritu, por lo que siempre se refiere a las “experiencias de iluminación” y la propia disciplina Zen se considera la “disciplina de la iluminación”.

¿Conoces en Occidente alguna disciplina similar? ¡Pues claro que no! Porque en lo que a meditación y reflexión se refiere, todo… absolutamente todo proviene de Oriente. Del Oriente más moderno y capitalista pero en el que permanecen simultáneamente al desarrollo tecnológico y la modernidad, las ancestrales costumbres, la forma particular de ver el mundo y todo lo que gira en cuanto a las personas más allá de los mercados. Porque justamente en Oriente no se ha perdido ese encaje de lo antiguo en lo moderno. Digamos que no aceptarían la modernidad si ésta no convive con la tradición. Y esto me parece fundamental y digno de elogio.

La sociedad occidental está cargada de prejuicios, tópicos y especialmente una cultura de lo efímero, fundada sobre la base de un consumo exagerado de cosas que en realidad no necesitamos, aunque nos hagan creer que sí tenemos que adquirirlas y consumirlas. Si bien Japón, China y todo Asia también son “víctimas” del proceso de evolución de mercados capitalistas, la diferencia ente Oriente y Occidente es que más allá del mercado y la economía, lo que determina sus pautas culturales están impregnadas no sólo de increíbles rascacielos, sino de la presencia de los “milenario”…lo ancestral…las anécdotas e historias de maestros y discípulos que rigen su forma de vida desde hace 5.000 años.

La primera conclusión que podemos extraer de estas diferencias culturales, que son más grandes de lo que parece, es que el concepto del tiempo en el que se mueven es diferente. No el del reloj y la vida cotidiana, sino aquel en que nos marca nuestra relación con el universo. Los orientales siempre han buscado la forma de que los seres humanos encajaran espiritualmente con la naturaleza y el cosmos, cuestión que no es nuestra principal preocupación en Occidente. En otros términos: si bien el consumo y el sistema capitalista marcan las pautas de comportamiento de la gran mayoría de países del orbe, más de la mitad de la población del planeta está preocupada por cuál es a nivel individual su relación con las fuerzas de la naturaleza: cielo, tierra, aire y fuego. Les interesa sobremanera cómo están relacionadas en un momento determinado con una persona y son algunas de las grandes líneas maestras que gobiernan su conducta y filosofía de vida.

Se cuenta que un monje pidiendo instrucción le dijo a Bodhidharma (fundador de la forma de budismo Zen)

- No tengo nada de paz mental. Por favor apacigüe mi mente.

- Trae tu mente aquí a mi propia frente y yo te la apaciguaré.

- Pero cuando busco mi propia mente (replicó el monje) no la puedo encontrar.

- Eso es (contestó enérgicamente Bodhidharma)…es que he apaciguado tu mente.

Este diálogo entre el monje y el maestro nos ilustra sobre una de las características del Zen, que no significa retirarse del mundo, sino una activa participación en la vida cotidiana, la llamada “realidad de la vida”, también la “esencia” de la vida que está en las pequeñas cosas. La perspectiva que habitualmente pierden los políticos y les invade la soberbia y la presuntuosidad de creer que su visión sobre la vida y el mundo es la que debe prevalecer. No se aproximan a lo cotidiano, generalmente no pueden hacerlo porque no lo sienten como propio, como si fueran de otro planeta.

La perfección del Zen consiste entonces en vivir la vida de manera natural y espontánea. Parece sencillo, pero es más difícil de lo que parece. Porque de lo que se trata es de recobrar la naturalidad de la que es nuestra naturaleza original, aunque requiere mucho entrenamiento y una auténtica batalla con nuestro espíritu hasta que se acostumbre como algo normal a mantenerse fiel a sus orígenes. Porque el proceso de iluminación al que hacemos referencia más arriba, consisten en definitiva en transformarnos a nosotros mismos en lo que ya somos desde un principio. Lo que el político debe buscar es justamente este origen y entonces, seguramente, más sensibilidad habría en cuanto a los grandes problemas que tienen los ciudadanos en todas las sociedades.

Cuando un alumno se acercó a su maestro de Zen y le preguntó qué debía de hacer para prepararse para el aprendizaje, éste respondió: “piensa que soy una campana…dame un golpe suave y tendrás un pequeño sonido. Golpéame duro y recibirás un repique fuerte y resonante”.

Esta enseñanza Zen tiene un doble propósito: tanto para el bien como para el mal. Nos explicamos: si se trata de la formación de una persona, cuánto mayor sea el desafío y ansias de aprender del educando en la relación con su maestro, más recibirá de éste porque verá que su discípulo está dispuesto a abrir su mente a los nuevos conocimientos y experiencias que el maestro le instruye, o sea como decimos el BIEN; en cambio, si la reacción se debe a un enfado de una persona con otra, cuánto más daño se haga o cuánto más ofensa se haya recibido, más fuerte será la devolución del golpe que la propia vida se encargue de darle. Así de simple. Como dijo Buda: “si buscas el camino de la venganza cava dos fosas”.

Estamos viviendo un momento crítico en lo político. Nos preguntamos: ¿Cuántos son los líderes que como el maestro de Zen que dejó atónito al erudito, necesitan comprender que deben despojarse de sus opiniones y especulaciones? No quiero ser pesimista, pero me obliga mi propia percepción después de todo lo que veo en el día a día político: seguirá la taza derramando el té porque no serán capaces de vaciar su propia taza en la que están atrapados en ideologías, malas prácticas, falta de visión de medio y largo plazo, un mezquino concepto de cuál es la arquitectura social que realmente necesitamos y un largo etcétera.

Más meditación y reflexión en la clase política sería altamente conveniente para las sociedades modernas y occidentales.

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