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“La mayoría de los problemas en el mundo están causados por gente que quiere ser importante” (T.S.Eliot). ¡Tome nota Sr. Sánchez!

Por José Luis Zunni

No se trata de lo mal que vea Ud. el futuro, sino de cuánto está dispuesto a trabajar para cambiarlo. También es preferible ser una de esas raras personas que jamás se echan atrás frente a un reto. Se vislumbra en una persona que ya tiene gestos y actitudes de un líder en potencia, cuando los obstáculos los convierte en oportunidades. Ahora bien, de ahí a querer ser importante hay un largo trecho.

El poeta y dramaturgo T.S.Eliot (1888-1965) sostenía también que “sólo aquellos que se arriesgan a ir demasiado lejos pueden saber hasta dónde se puede ir”. Pero aclaremos algo que es esencial en el liderazgo político: una cosa es valentía y coraje, mientras que otra muy distinta es temeridad e irresponsabilidad. Confundir interés personal con el general y lo que es peor aún, creer que su presencia es imprescindible para el futuro del partido y del país. Alguna vez he señalado en más de un artículo al respecto del personalismo y la ambición personal, que “los cementerios están llenos de seres imprescindibles”. Nadie lo ha sido ni nadie lo será.

Pero en los ámbitos en los que se toman decisiones en los partidos, se produce uno de los más peligrosos efectos que como un “mantra” provoca una especie de hipnosis porque se presta atención (se escucha) a las personas inadecuadas. Aquellas que dan recetas de actuación. Pero al mismo tiempo las voces más próximas a la dirección general dicen las cosas que el presidente del partido o el secretario general quieren oír. Es como un camino de doble dirección: se compra el mensaje del secretario general porque quién es el “valiente” que le contradiga, al mismo tiempo que se induce a que ese máximo responsable compre también el mensaje de sus acólitos más cercanos.

Por lo que es frecuente que se van construyendo frases y auténticas sentencias que se repiten hasta el hartazgo, porque la protección que se hace de ese secretario general es al mismo tiempo la protección de sus respectivos sillones.

Esto ocurre en el núcleo duro de los partidos y se manifiesta en los comités federales y/o mesas directivas nacionales. ¿O es acaso una situación que se da de manera excepcional en la relación de algunas personas no más? Lamentablemente, la mediocridad política hace que todos los componentes que comparten las decisiones en un partido, entren en el efecto túnel por aquello de que “no vamos a modificar lo que hemos venido diciendo para no traicionar a las bases”, cuando en realidad las están traicionando en cuanto a la historia de comportamiento de ese partido. Al que le quepa el sayo que se lo ponga.

Para Nelson Mandela la “calidad del cambio en nuestra sociedad dependerá grandemente de la calidad de liderazgo que se ejerza en todos los sectores y actividades, por las comunidades, las organizaciones y la vida pública”. O sea, que su filosofía que compartimos como no puede ser de otra manera, es que son una suma de factores los que dan la calidad final al cambio, como si de un producto de una línea de montaje se tratase. Qué tipo de liderazgo es ejercido en las empresas; cómo opera en ámbitos mucho más amplios como es el papel que juegan los partidos políticos; la importancia que puedan tener y qué liderazgo ejercen determinadas comunidades, como las religiosas, científicas, culturales, etc.

¿Qué es lo que ha caracterizado a los grandes líderes a lo largo de la historia? Que toda su vida se convertía constantemente en un mensaje al mundo. Fueron inspiradores de millones de personas que los siguieron. En nuestra pequeña cota que gobernamos a diario en nuestras vidas, también debemos asegurarnos que nuestras acciones y palabras sean inspiradoras, por más que no tengan consecuencias más allá de nuestro ámbito relacional en el trabajo y también con nuestros seres queridos. Pero es una manera de construir desde la base una forma de comportamiento, que sumado a otros millones de conductas de personas, nos ayuden a mejorar nuestras sociedades y convivencia.

Los grandes líderes comprendieron desde el inicio de sus respectivas trayectorias, que liderar es servir y esto está por debajo nuestro, al mismo tiempo que la calidad de ese liderazgo siempre iba más allá de ellos mismos. La paradoja del liderazgo es que servir liderando es hacia abajo y hacer que las consecuencias de nuestro liderazgo afecten positivamente a todos los que esperan algo de su líder, está por encima. Por la sencilla razón de que no puede tener alcance alguno nuestro liderazgo más allá de nuestras vidas (por arriba) si no ejercemos con corrección y entrega absoluta de servicio nuestro liderazgo hacia abajo. Esta es la paradoja a la que aludimos.

Siempre los grandes líderes se sentían tranquilos cuando eran conscientes de las consecuencias de sus acciones en millones de personas que aprobaban las políticas adoptadas.

En las organizaciones, una de las misiones del líder efectivo en vez de inspirar a la gente para que tengan confianza en él, los inspira para que tengan confianza en sí mismos. En la política más que inspirar a los seguidores y en general a los ciudadanos, deben trabajar para que la percepción que cada uno de éstos tenga sobre las políticas aplicadas o las promesas futuras, sea que siguen manteniendo el nivel de confianza en su líder, porque se sienten seguros al creer en sus palabras y promesas.

Uno de los grandes daños que está haciendo a la democracia el verticalismo de los partidos políticos, es que por más que aparezcan voces internas que dan opiniones que pueden ser consideradas muy razonables, como es el caso de algunos barones del PSOE que dijeron que la ciudadanía les había enviado a la oposición y que había que dejar gobernar, finalmente el núcleo duro en el que no cabe duda hay mucha mediocridad, termina sosteniendo una posición en la que una vez más el capricho y visión absolutamente sesgada de la que es la auténtica realidad del país, determina una posición oficial de las actuaciones que no necesariamente es compatible con la consciencia individual de varios de esos líderes que se ven atados por la disciplina casi antidemocrática de partido.

Si el secretario general del PSOE y su núcleo más próximo no se sintiesen tan importantes como diría T.S. Eliot, seguro que ya hubiésemos tenido gobierno. Justamente para ser importantes tienen que reconstruirse en la oposición y estarán dando un buen servicio (hacia abajo) a los ciudadanos y un alcance mucho mayor (hacia arriba) en cuanto a que España retome el camino de la normalidad institucional. La paradoja del liderazgo siempre termina venciendo a la importancia individual que nos damos o nos creemos. ¡Tome Ud. nota Sr. Sánchez!

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