Cuando reviso una y otra vez películas que realmente tienen un contenido, circunstancia que no es la más favorable en los tiempos actuales en los que prevalece la violencia sin sentido y la ausencia de un mínimo de mensajes, siempre se puede apreciar algo que hace que el filme siga estando vivo en cuanto a su capacidad de inspirarnos. De esto se trata: que podamos ser mejores personas gracias a aprender de cualquier expresión cultural que destaque por su calidad, profundidad, sencillez de la trama pero no por ello menos profunda, etc.
En uno de los tantos diálogos entre Will y el Dr. Maguire, la parsimonia y templanza de este terapeuta va operando la transformación de su paciente con reflexiones tales como “tendrás malos momentos, pero siempre te despertarás a las cosas buenas a las que no prestabas atención”. Es una visión realista pero al mismo tiempo, cargada de positivismo, enseñándole al joven Will la necesaria búsqueda de nuevas realidades que con seguridad le pasaban inadvertidas y que justamente la adversidad, es como una bofetada en el rostro para que despertemos a nuevas opciones. Las oportunidades las construimos cada día, siendo bastante frecuente que los obstáculos y la negatividad de algunas personas, nos hacen crecer por encima de esas vallas para soslayarlas y encontrar otros retos.
Cuando le explica que “las personas llaman a estas cosas imperfecciones pero no lo son. Eso es lo bueno. Y luego tenemos que elegir a quien dejamos entrar en nuestros extraños pequeños mundos. No eres un deporte perfecto y déjame salvarte el suspenso: esta chica que conociste, tampoco es perfecta. Pero la pregunta es si son perfectos el uno para el otro”, está explicando que estamos acostumbrados a buscar la perfección en las personas cuando lo que debemos cuidar es que esa mágica coincidencia de almas que están hechas la una para la otra, al menos funcionen con la armonía de una sinfonía para esos dos seres. Lo que el Dr. Maguire le está diciendo a Will es que no malogre su vida en la búsqueda de una perfección que no existe, que provoca sufrimiento y desánimo.
También el Dr. Maguire le enseña a Will a enfrentarse al entorno y a confiar en sí mismo, porque “algunas personas no pueden creer en sí mismas hasta que alguien más cree en ellas primero”. Le está diciendo que por más que había manifestado serios problemas de conducta y que no sentía esa seguridad en lo que era capaz de hacer, la confianza que ahora como terapeuta pone sobre Will tiene que despertar esa actitud de creencia en sí mismo porque ya hay al menos una persona que cree en él.
En un momento del filme, el Dr. Maguire le dice a Will“nos veremos el lunes y hablaremos de Freud y por qué hizo suficiente cocaína como para matar a un caballo pequeño”, que si bien es una metáfora no deja ser relevante en cuanto al valor que este psicólogo le da al considerado padre de la psiquiatría que como bien es sabido, su obra y sus teorías (al menos varias de ellas) han sido continuamente cuestionadas y puestas en duda también por otros científicos y estudiosos de la conducta humana.
Pero decirle esto a Will persigue otra finalidad: la de revelarse contra lo establecido. Que no está bien aceptar las cosas como nos las dan, que debemos pensar por nosotros mismos. Este es el mensaje subliminal que da su pupilo y que le va abriendo la mente hacia ese exterior al que tiene que enfrentarse como persona y tratar de al menos demostrar un equilibrio razonable en sus actos.
Que no se es más equilibrado por querer ser perfecto, sino más bien que la armonía de la forma en que actuamos y nos conducimos en la vida, viene por aceptar los errores, no temer por abrir las cajas de pandora y si es necesario cuestionar hasta lo más sagrado que a veces está establecido porque así siempre se ha actuado al respecto. En otros términos, la metáfora de Freud es el enfrentamiento contra una parte de cualquier sociedad moderna, el llamado establishment que casi siempre es una lucha no igualitaria, porque justamente en ese sitio subyace el poder.
Insiste el Dr. Maguireque en una relación la confianza lo es todo. La verdad que aflora en cada cosa que se dice, por supuesto que el ejemplo paradigmático es la que existe entre paciente y terapeuta. Algo que no se puede ni debe quebrar.
Cuando le dice que “nunca tendrás ese tipo de relación en un mundo en el que tengas miedo de dar el primer paso, porque todo lo que ves es negativo hasta diez millas a la redonda”, le está animando a buscar lo positivo hasta en el más pequeño de los detalles. Que el mundo no es un lugar podrido dónde vivir, sino que depende de cómo hagamos para sentirnos en el espacio que nos hemos forjado para convivir, sea solos o acompañados. Pero que esa relación si algo bueno tiene, cuando se basa en la confianza, es que nos despeja las dudas, lo negativo, los miedos y nos da fuerzas para seguir caminando.
Cuando Will le dice “yo no pedí esto” en referencia a las sesiones de terapia a la que fue obligado, el Dr. Maguire le responde “No…tú has nacido con ello. Por tanto, no te escondas detrás de la frase yo no pedí esto”, haciendo alusión a que los problemas de conducta los traía desde lejos y que mal negocio hacía justificándose continuamente que estaba forzado a las sesiones con el psicólogo.
Espero que mis lectoras/es no me tomen por cursi, pero esta modesta aportación de hoy está dedicada a Robin Williams, que ha sido uno de los más grandes. Un actor que cargaba siempre sus papeles de un humanismo desbordante, complementando como nadie con sus gestos y expresiones la ausencia de palabras, o cuando las decía porque la historia así lo exigía, tenían una acústica especial al que acompañaba su poderosa comunicación no verbal. Único en su tipo (o casi único) fue un actor que poseía un don especial y cuya inesperada muerte ha dejado un vacío en el cine mundial, no sólo el norteamericano.