Estados Unidos abole la Neutralidad de la Red y abre la puerta a la desigualdad, al cobro por visitar determinadas webs e incluso a la prohibición de suscribirse a servicios.
Es un día triste para Internet, para la Red que durante décadas hemos ido creando entre todos los que cada día navegamos por webs y plataformas. Un día triste para los pioneros de la mayor revolución tecnológica de la Historia, que por primera vez permitía acceder a todo tipo de contenidos sin importar el espacio y el tiempo, y que ha permitido que ampliemos nuestro conocimiento leyendo periódicos de otros países o realizando cursos de universidades ubicadas en la otra punta del mundo; que ha permitido que hagamos amigos y que disfrutemos jugando online con ellos desde nuestras habitaciones en nuestros respectivos continentes; que ha permitido a grupos de jóvenes levantar imperios de la nada y mirar a la cara a empresas centenarias; que nos ha permitido compartir con el mundo nuestras ideas y opiniones (para bien o para mal) sin restricciones, algo que ha convertido a muchas personas en estrellas digitales y en verdaderos líderes de opinión. Internet ha creado un mundo interconectado, abierto, lleno de posibilidades y oportunidades. Era demasiado bonito para ser cierto, y por eso la Comisión Federal de Comunicaciones estadounidense (FCC por sus siglas en inglés) se ha encargado de echar por tierra un legado que en realidad no pertenece a nadie: nos pertenece a todos los que hacemos Internet con nuestras horas de navegación. Por tres votos a favor y dos en contra, la Neutralidad de la Red ha muerto en Estados Unidos, la apertura de una caja de pandora cuyas consecuencias tarde o temprano llegarán a otros países, poniendo fin al Internet que conocemos.
La Neutralidad de la Red es un concepto abstracto que supone convertir a la Red en una carretera abierta a la circulación de todo tipo de vehículos sin restricciones. Los usuarios decidimos en qué vehículos montarnos, siendo el mercado el que pone las reglas (si un vehículo es objetivamente mejor, más personas decidirán usarlo; si es peor, menos personas lo decidirán). A diferencia de la industria automotriz, crear un vehículo en Internet es tan fácil, rápido y barato como registrar un nombre de dominio y montar una página web, permitiendo a sus impulsores comenzar a competir en una jungla colosal, pero en igualdad de condiciones.
Ahora, con el fin de la Neutralidad de la Red, esa carretera se convierte en una autopista de peaje, de manera que algunos vehículos deberán pagar por circular por ella. Es más, se llegará a la posibilidad de poder pagar para conducir más rápido o incluso a la situación de que cuando intentes circular por ella, el propietario de la vía te lo prohíba. Porque ahora la Red tendrá propietarios que podrán decidir si puedes o no utilizar Netflix (podrían exigirte pagar un plus por utilizar esa plataforma), o incluso podrían hacer que la calidad técnica fuera penosa para forzarte a contratar sus propios servicios de streaming. También podrían establecer un límite mensual de fotos que puedes ver en Instagram y hacerte pagar más dinero por seguir viendo fotos y vídeos de manera ilimitada: bastaría con establecer un tope de gigas mensuales para consumo de redes sociales. O cobrarte por jugar online, dado que consume más ancho de banda que estar leyendo este artículo. Por supuesto, si alguien crea un nuevo servicio de comunicación por voz al estilo de Skype, podría ver cómo determinadas compañías de telecomunicaciones prohíben a sus clientes acceder a él porque esa red no tiene ninguna clase de acuerdo con esa start-up. Podría ser el fin de la innovación: ¿Para qué molestarse en intentar crear el próximo Google, el nuevo Netflix o una alternativa a Facebook si quienes proveen de conexión a Internet a los futuros usuarios pueden cerrarte las puertas? ¿Te imaginas lo que hubiera pasado si tu proveedor de conexión a Internet no te hubiera permitido utilizar Facebook porque tuviera un trato previo con mySpace? ¿No verías cercenada tu libertad si tu compañía te prohibiera contratar Netflix -ofreciéndote su propia alternativa- o te hiciera pagar más dinero para poder utilizarlo?
Hemos llegado a este punto, en el que
Internet pasará a comportarse como una compañía de televisión por cable, donde el precio que pagues determinará la cantidad de canales que puedes ver. Un punto en el que la discriminación comercial ya no se hará por velocidades, sino por servicios concretos. Una situación criticada por personalidades de Internet de la talla de Tim Berners-Lee o Steve Wozniak, y por empresas como Google, Facebook o Netflix. Pero enfrente tenían a enemigos de la libertad digital como Donald Trump (que ya avisó en campaña de sus planes) o Ajit Pai, el director de la FCC, convertido ya en
el enemigo público número 1 de Internet.
Si queda una buena noticia es que la Unión Europea ya blindó la Neutralidad de la Red hace tiempo y que las compañías que podrían beneficiarse de este cambio en la normativa ya han dejado claro que no van a restringir la circulación a ningún vehículo porque nunca se ha hecho. Esperemos que sea verdad. Larga vida a Internet.