Dos libros muy recientes coinciden en el fondo de la cuestión y en cierta forma se complementan. Se acaba de publicar en español, casi a continuación de su versión original en inglés, "Vigilancia permanente" de Edward Snowden. El segundo es también reciente, pero no ha sido aún traducido y editado en España. Su titulo es "The age of surveillance capitalism", y está escrito por Shoshana Zuboff, prestigiosa economista y filósofa. El primero reside temporalmente en Rusia, tras haber denunciado los abusos de poder de la NSA y la CIA. Tras el 11 de septiembre, el Gobierno de EEUU, el Congreso y los tribunales del país habían organizado y encubierto, programas de vigilancia masiva que les permitían acceder a conversaciones telefónicas, correos, fotos, búsquedas, compras, trayectos, etc. de cada persona en el mundo. Snowden documentó y denunció esta monstruosidad y está proscrito y acusado de traidor en EEUU. Tu inseparable móvil te espía incluso cuando está apagado, acumula información, la procesa con algoritmos y la comercializa. O la pone accesible para gobiernos y agencias. El joven "traidor" es un extraordinario técnico en Internet, que al principio soñó con las inmensas oportunidades de la Red, que ha degenerado en una pesadilla contraria a los principios de libertad, imperio de la ley y garantías contra el abuso inscritos en la Constitución americana.
No me gusta mucho la expresión "capitalismo de vigilancia" que acuña Shoshana Zuboff, creo que la vigilancia es inherente al capitalismo, solo que ahora pueda hacerlo de manera infinitamente más totalizadora y global. El capitalismo industrial del siglo XIX se apropió de la naturaleza convirtiéndola en mercancía. Por eso el ecologismo no puede olvidarse del modelo económico si realmente quiere acabar con la degradación del planeta. Ha habido un tiempo, ya a partir del siglo XX, en el que se intentó limitar el poder del capitalismo industrial con medidas como las leyes antimonopolio y otras que, aunque de manera imperfecta, lograron ciertos resultados. Ahora algunas voces críticas abogan por fragmentar las grandes plataformas tecnológicas, pero esa estrategia puede resultar antigua y a la postre ineficaz. Estamos ante una mutación del modelo capitalista (y me da igual que sea capitalismo de Estado como China o hipercapitalismo a la manera desatada especialmente en Estados Unidos). Se trata de atar el sistema a los verdaderos intereses de la sociedad. Y ahora el primero de esos intereses es la salvación de la especie humana, que está en peligro por la degradación rampante del planeta. El modelo hacia el cual está derivando Internet, basado en plataformas, algoritmos, inteligencia artificial y sensores, es profundamente antidemocrático y anti-igualatorio. Una especie de golpe de Estado silencioso, que se presenta como casi benevolente, discreto y amable. Ya no hace falta un Gran Hermano que reprima y ordene, la violencia expresa no será necesaria. La pérdida de la privacidad es como una contaminación casi invisible, casi tolerable. Y sustancialmente inevitable, como nos quieren hacer creer algunos tecnócratas. "Estamos atrapados en una fusión involuntaria de necesidad personal y extracción económica", dice Zuboff en una interesante entrevista publicada en theguardian.com. "El resultado es que los mecanismos de elección que tradicionalmente hemos asociado al ámbito privado están erosionados o viciados". Nuestras sociedades han domado los excesos del capitalismo en bruto antes, y debemos hacerlo nuevamente". Los periodistas, los sociólogos, los escritores, debemos aplicarnos en divulgar y explicar esta mutación letal del capitalismo global y contribuir urgentemente a un cambio radical de la opinión pública, especialmente entre los jóvenes. Explicarles que el ecologismo es mucho más que reciclar botellas y desechar el plástico, incluso que descarbonizar la producción de energía. Que una de las principales trampas pude estar en sus queridos e inseparables móviles.
La sociedad de vigilancia se está extendiendo muy rápidamente y de muchas formas distintas. Es muy importante que conozcamos sus derivas y sus implicaciones. China es un puntal y un paradigma de la tendencia. Con motivo de las reiteradas y masivas protestas en Hong Kong, se ha vuelto a poner de manifiesto que, según algunos cálculos, más de dos millones de personas y unas 800 empresas se dedican al análisis y supervisión de la opinión pública en China. Como consecuencia de ello, es muy difícil conocer la verdadera opinión pública china. ¿Realmente los ciudadanos apoyan mayoritariamente la narrativa nacionalista oficial, como parece deducirse de un análisis de sus redes sociales?
China ya es un enorme país en el que todo lo que hagas en prácticamente cualquier parte de una ciudad es recogido por una cámara, para luego ser procesado por las autoridades competentes. El reconocimiento facial y la inteligencia artificial aplicada permite trazar una ficha muy completa de cada ciudadano y luego aplicar ese conocimiento de muy distintas maneras, privilegios o castigos. No están solos. La India, el país más poblado del planeta, ya desarrolló un primer sistema de identificación biométrica denominado Aadhaar y recientemente ha anunciado que se dispone a desplegar un sistema de reconocimiento facial para ciudades, aeropuertos y policía. Singapur está trabajando en esa misma línea. Pero hasta la vecina Francia ha anunciado un ambicioso programa nacional de identificación por reconocimiento facial.
Enrique Dans, uno de nuestros principales expertos en tecnologías e innovación, ha publicado numerosos artículos alertándonos sobre la importancia de la privacidad. En su nuevo libro "Viviendo en el futuro" dedica un capítulo entero, titulado "No mires a los ojos de la gente" a la preocupante evolución de la privacidad. Defiende, claro está, que la privacidad es un bien común que debemos defender, debatir y legislar adecuadamente.
Will.i.am, fundador de I.AM+, una compañía de servicios de electrónica y asistentes de voz con inteligencia artificial, publica en la prestigiosa "The Economist" un manifiesto en el que defiende que los datos personales deben considerarse como un derecho humano, como lo es, por ejemplo, el derecho al acceso al agua. Afirma que "he perdido mi fe en las redes sociales y en los motores de búsqueda para entregar información verdadera y útil". Los "monarcas de datos" como Facebook o Google recopilan, almacenan, estudian y venden datos. A cambio de proporcionarles nuestros datos, obtenemos una cuenta "gratuita" repleta de publicidad, noticias falsas con demasiada frecuencia y "contenido patrocinado". Ejércitos de activistas, muchas veces con cuentas falsas en Twitter u otras redes sociales, han actuado masivamente influyendo, por ejemplo, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos o en referéndum británico "Brexit". Frente a esto, los gobiernos e instituciones públicas deberían crear plataformas gigantes de datos con servicios diseñados para ayudar a las personas, utilizando inteligencia artificial para usos beneficiosos, en base a una combinación de confianza, ofreciendo servicios para mejorar la vida y las participación de las comunidades. Los emprendedores del mañana, dice Will, crearán compañías virtuosas que honrarán los datos de las personas. Harán uso de mis datos con mi consentimiento, pero siempre los poseeré".
El uso de técnicas de desinformación por parte de los gobiernos de todo el mundo está creciendo, según un detallado informe publicado por investigadores de la Universidad de Oxford, que recoge nytimes.com. Los gobiernos están difundiendo desinformación para desacreditar a los opositores políticos, enterrar puntos de vista opuestos e interferir en los asuntos exteriores. Descubrieron que el número de países con campañas de desinformación política se duplicó a 70 en los últimos dos años. Facebook sigue siendo la red social número uno en desinformación según el informe. Se encontraron campañas de propaganda organizadas en la plataforma en 56 países. Facebook argumenta que su política es no aceptar publicidad que contenga mentiras evidentes, pero excluye a las campañas políticas, porque afirma que esos contenidos son temas opinables.
Hace pocos días, el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, recordaba en el Foro Atlántico La Toja, que "más de la mitad del tráfico que circula por las redes no es humano, y de éste, más de la mitad es malicioso". Pallete defendió la necesidad de "crear un marco de confianza donde los usuarios sientan que tienen el control sobre sus datos, que se utilizan de forma transparente y se mantengan seguros".
Una revelación de "The Guardian" me resulta muy expresiva del estado de cosas que apuntamos. De acuerdo con la investigación del diario británico, Google ha contribuido con donaciones millonarias a una larga docena de grupos y organizaciones que han combatido la acción contra el cambio climático en EEUU. Google presume de "verde", afirma a bombo y platillo que desde 2017 se abastece con energías renovables y otras iniciativas amigables con el cambio climático. Eso se llama tener un doble rasero. La lista de organizaciones a las que ha contribuido Google está encabezada por el Competitive Enterprise Institute (CEI), un "think tank" que presionó a la Administración Trump para que abandonara el Acuerdo de París y hace "lobby" para desmantelar las protecciones ambientales de la era Obama. Otro de los grupos es la American Conservative Union, vinculado a los tristemente famosos hermanos Koch, retratados de manera escandalosa y apabullante en el libro "Dark Money" de Jane Meyer.
No quiero cansarles con muchas más citas, pero no puedo por menos de señalar a la periodista española Marta Peirano, que ha escrito "El enemigo conoce el sistema", un documentado ensayo sobre como el sueño de la libertad de Internet, la mayor infraestructura de la humanidad, amenaza en convertirse en pesadilla de vigilancia y desinformación.
Les dejo con una perla de Richard Stallman, creador del software libre y el concepto de "copyleft": "los móviles son el sueño de Stalin, porque emiten cada dos o tres minutos una señal de ubicación. Y peor aún, uno de sus procesadores tiene una puerta trasera universal que los convierte en dispositivos de escucha que no se apaga nunca".