Para un novelista, es el momento en el que define la trama de su novela porque a lo mejor no podía resolver ese final que lo tenía preocupado.
Las personas, en la gran mayoría de situaciones, actuamos casi de manera automática, porque nos gobierna la rutina. Sabemos qué debemos hacer cada día y lo cumplimos a rajatabla.
Seguramente que, cuando nos surge un imprevisto, nos saca de contexto porque es otra rutina distinta (aunque la conozcamos por nuestra pericia profesional) y nos exige pensar un poco más.
Con este mismo mecanismo opera nuestra mente (inteligencia) cuando al estar saturada (bajo presión) por el día a día (tareas y responsabilidades), como por arte de magia, se toma un respiro y nos da ese minuto de luz que ilumina nuestro camino.
Ese camino que no encontrábamos en nuestra cabeza por más que le dábamos vueltas una y otra vez.
Pero cuando ese minuto nos invade (cuánto más flexibles de pensamiento somos, mejor se nos da) nos ayudará a ser más felices, más saludables y también más productivos.
¿Por qué? Porque estamos abriendo la puerta a hacer una cosa un poco diferente, o a lo mejor, de manera diametralmente opuesta a lo que hasta ese momento pensábamos que no era posible siquiera imaginar.
Ese cambio soñado que parecía que jamás podríamos abordar. Por ejemplo, plantear una modificación en los procedimientos que el departamento en el que trabajamos está llevando a cabo, cuando tenemos sobradas pruebas de que se puede mejorar la eficiencia si se introducen determinados ajustes a aquellos. Podría ser que el temor a que el jefe o director lo tome a mal, nos inhiba de plantearlo.
Los psicólogos están cansados de afirmar que si hay algo que cansa y satura a las personas es la sensación agotadora de que cada día es igual en cada momento.
Este problema ha vuelto a surgir durante el confinamiento por el Covid-19, y fueron justamente los profesionales de la conducta que elevaron su voz para recomendar que se rompiera la rutina con alguna lectura nueva, ver o escuchar determinado programa, limpiar nuestra librería y reacomodar los libros, o empezar a hacer limpieza de papeles que se van acumulando. La cuestión radicaba en encontrar formas de salir de uno mismo y planificar lo que se puede hacer también por los demás en estas circunstancias. No sólo pensar en uno.
Si se tienen en cuenta los datos de suicidio a escala global, al menos una persona morirá cada minuto en el mundo, independientemente de si vive en sociedades más desarrolladas o terceros países. O sea, que un minuto es muy caro para la vida.
A veces, los problemas a los que nos enfrentamos pueden parecer tan grandes y abrumadores, que nos hagan recular, sea por temor o ese sentimiento de que no vamos a ser capaces de enfrentarlo. Pero al contrario de lo que puede meterse casi como una obsesión en nuestra mente, si logramos encontrar ese minuto de reflexión (ese destello al que nos referimos), podremos crear la oportunidad para imprimir ese cambio que queríamos dar a nuestra vida.
Hacer algo que pueda marcar la diferencia, sea para nosotros como para las personas que nos rodean.
Jaelea Skehan, psicóloga y directora del Instituto Hunter de Salud Mental de Australia se refiere a algunas cosas que se pueden hacer en un minuto que pueden cambiar una vida.
Nos parece muy elocuente el ejemplo que pone, cuando dice “presta atención a cómo viajas y observa si hay "clunks". Si estuviéramos conduciendo un automóvil y comenzara a hacer un "clunk", muchos de nosotros lo revisaríamos de inmediato”.
Y agrega: “podríamos preguntarle a un compañero que sabe algo sobre automóviles o llevarlo a un mecánico”
Hasta aquí parece lógica su recomendación, pero nos da un severo toque y que provoca reflexión cuando dice: “pero a menudo cuando experimentamos un "clunk" en nosotros mismos, la sensación de que algo no está del todo bien tendemos a ignorarlo y esperamos que desaparezca. No lo ignore. Tómese un minuto para contarle a alguien o haga una cita para que lo revisen”.
Excelente. Tengan en cuenta mis lectores/as, que ella decía esto dentro del contexto de si una determinada serie de Netflix estaba siendo negativa para los jóvenes en cuanto a cómo trataba el suicidio.
Pero es perfectamente aplicable a ese momento en el que sí somos conscientes que se está operando un cambio en nosotros.
Porque ¿cuántos de vosotros/as no habéis tenido la experiencia de un cambio que lo llevaron a cabo mucho después que apareciera en vuestras mentes?
Esto es así, porque hay un espacio en el que las personas necesitamos digerir y ajustar la realidad que tenemos a la que deseamos tener, pero cuando finalmente se produce, no sólo nos reconforta, sino que nos da más seguridad para enfrentar nuevos retos.
Para decirnos a nosotros mismos que el cambio es posible. Que no hay que temerle. Que no podemos frenar nuestro camino del desarrollo personal por temores. Que un minuto es precioso. Que casi todos los grandes cambios que millones de personas que se consideran término medio (gente corriente) han experimentado lo que hoy relatamos.
Pero seguramente que el porcentaje de ellas que fue consciente de ese momento es muy bajo. Lo importante es que sepan que ese minuto existe, se da con más frecuencia de lo que imaginamos y que es el motor del cambio silencioso que opera en las personas y las sociedades.