Podemos hacer realidad el sueño del libro póstumo del sociólogo Erik Olin Wright, en el que todos “tengan un acceso equitativo a los medios materiales y sociales necesarios para vivir una vida satisfactoria”. Los mercados no proveen lo que se necesita, solo lo que se pueda pagar, dejando excluidos a una inmensa masa de gente. El mercado no asigna recursos en función de lo que maximiza la supervivencia y la satisfacción vital, sino lo que maximiza los beneficios. Por eso tenemos una peligrosa deriva en los últimos años hacia una desigualdad cada vez más radical y por eso nos estamos cargando el único planeta que tenemos.
La banda ancha gratuita de alta calidad para todos es una noción igualitaria que llega en un momento clave para llevarla adelante, cuando una masa creciente de gente en distintos países está tomando conciencia de una forma de enfrentarse a la realidad que realmente cambie nuestra peligrosa deriva, frente a la erosión de nuestras tambaleantes democracias. Hay que democratizar y desprivatizar a los leviatanes de las grandes plataformas tecnológicas, que explotan tecnologías desarrolladas con gran inversión pública como Internet. Establecen negocios extraordinariamente lucrativos, utilizando datos de una parte cada vez mayor de nuestras actividades, con altos niveles de evasión fiscal y un parasitismo histórico sobre bienes comunes. Necesitamos el crecimiento de un poder popular capaz de cambiar nuestras sociedades antes de que sea demasiado tarde.
El destacado escritor tecnológico Ben Tarnoff ha publicado un libro muy recomendable: “Internet for the People”. “Google aniquila tu privacidad y Facebook amplifica la propaganda derechista porque es rentable hacerlo”, dice. Hay que desarrollar alternativas de propiedad pública y cooperativa que establezcan un control democrático real. Si no lo hacemos, un pequeño número de ejecutivos e inversores tomarán decisiones muy importantes sobre la vida de todos nosotros basadas en el ánimo de lucro. Hace días, Tim Cook, CEO de Apple, se permitió el lujo de advertir a las autoridades europeas de importantes consecuencias si seguían adelante en sus intentos de controlar y fiscalizar a las grandes plataformas tecnológicas, mientas se embolsaba 750 millones de dólares como bonificación por lograr unos beneficios desorbitados.
Ha llegado el momento de decidir por nosotros mismos qué tipo de sociedad queremos, si queremos defender y ahondar nuestras maltrechas democracias.