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OTAN sí, OTAN no y la capacidad de resiliencia de Occidente

Por José Luis Zunni
Nuestra foto de portada es una de esas ironías del destino: un campo de girasoles en Europa como símbolo de paz y prosperidad, mientras dos Eurofighters de construcción europea lo sobrevuelan.

Eso que se dice habitualmente de que “estamos en una semana crucial para Europa y el mundo” por motivo de la Cumbre de la OTAN de Madrid, dicho así es cierto por la trascendencia del evento y especialmente el momento en el que se celebra, después de más de 100 días de haberse iniciado la Guerra de Ucrania. Pero cuando ponemos todas las piezas del puzzle sobre el tablero, nos damos cuenta que muchas semanas hacia atrás, también ha habido en el tiempo las que podían catalogarse como críticas para Europa y el mundo. La cuestión es ver qué nos está pasando en Occidente respecto a cómo estamos afrontando el presente y qué garantías hay de que lo hagamos mejor en el futuro.

OTAN sí, OTAN no y la capacidad de resiliencia de Occidente
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Vamos por parte, en primer lugar ¿qué significa resiliencia? Podemos decir que es el proceso y el resultado de adaptarse con éxito a experiencias de vida difíciles o desafiantes, especialmente a través de la flexibilidad mental, emocional y conductual y el ajuste a las demandas externas e internas. Por supuesto que nos estamos refiriendo al ámbito de las personas.

Pero si ponemos, el ejemplo de resiliencia colectiva que significó para muchos estadounidenses después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y los esfuerzos de esas personas por reconstruir sus vidas, esto prueba que la resiliencia no significa necesariamente que no se haya sufrido dificultades o angustias, y que tampoco no pueda considerarse su existencia en el ámbito colectivo, un país, un pueblo como el judío frente al nazismo, etc. Lo que implica es cómo encajarlas mejor todas esas angustias y sufrimiento para aliviar el dolor e incluso el sentido de culpa, cuando una persona sobrevive a otra (por ejemplo, su pareja) en un accidente y no deja de sentirse continuamente culpable por vivir. Sí…simplemente por vivir.

También debemos recordar cuáles son algunas de las habilidades esenciales de la resiliencia, las que podemos considerar sus pilares básicos: autoconciencia, atención plena, autocuidado, relaciones positivas y tener un propósito.

La resiliencia a nivel macro-social

La pandemia nos expuso a sociedades y países (por supuesto ineludiblemente ligado a los miles de millones de personas que forman parte del orbe) a una experiencia traumática límite. La resiliencia no es social, sino individual. Lo que sucede, es que la suma de una angustia y estrés por razones traumáticas como la pandemia, pone a prueba la resistencia de esa sociedad y de qué manera encarará las cosas, por ejemplo, una reforma sanitaria, a partir del trauma sufrido, o qué tipo de ayudas requieren de manera urgente las pymes, que fueron las más castigadas en la esfera empresarial.

Todos los eventos traumáticos poco a poco se van superando. Para el Covid-19 los líderes políticos mundiales y todas las organizaciones e instituciones del mundo, fueron aprendiendo sobre la marcha. Las personas fuimos las que nos cobramos la peor parte, por todos aquellos que ya no están y se los llevó el Covid-19 y por los que estamos vivos y enfrentando esta etapa post Covid que nos ha obligado a repensar todo, desde el teletrabajo, la urgencia de terminar el proceso de transformación digital que la pandemia forzó a acelerar, hasta la contextualización de cuáles son los nuevos escenarios en los que debemos movernos, personas y organizaciones, porque lo que ha ocurrido es un cambio de paradigma.

¿Por qué hablamos de la capacidad de resiliencia de Occidente?

Está directamente vinculada a haber superado los grandes traumas bélicos como fueron las dos Guerras Mundiales del siglo XX, el afianzamiento de la libertad, la democracia y el desarrollo de los países europeos que salieron de la destrucción de la Guerra en 1945, frente a las tremendas consecuencias para las personas del terrible sistema soviético de falta de libertades y absoluta represión que imperaba en la URSS.

Entonces, Occidente se desarrollaba y garantizaba la paz y libertad, así como la prosperidad de las personas. Como garantes de este estadio de paz alcanzado en Europa estaba la Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO o como le llamamos OTAN). Frente a esta asociación cuya finalidad siempre ha sido garantizar la libertad y la seguridad de sus países miembros por medios políticos y militares, se erigía la “otra mitad del mundo” formando parte del llamado “Pacto de Varsovia” que correspondía a las naciones satélites de la URSS y que estaban geográficamente del otro lado del mundo, el llamado “telón de acero”.

Por tanto, la OTAN ha sido y sigue siendo el aval para la seguridad y la paz europea, que, dada su importancia geoestratégica y geopolítica, implica también la paz del mundo, independientemente de esas guerras que se dan en otras latitudes, como Vietnam, Afganistán, Irak, etc.

La cuestión en la que quiero “meter el dedo en la llaga”, es si aún tenemos los occidentales capacidad de resiliencia. Porque hay una Guerra de Ucrania que tomó el testigo de la devastación que dejó la pandemia. Se está augurando una crisis alimentaria, una crisis financiera y posiblemente una inflación persistente que seguirá empobreciendo a las clases medias y trabajadoras más vulnerables.

Entonces, ¿con qué capacidad de resistencia y adaptación a violentas crisis económicas por la subida irrefrenable de los precios, enfrentaremos el próximo otoño-invierno? Países como Alemania, ya ha pedido a sus ciudadanos bajar el consumo de energía para que se puedan encender las calefacciones cuando llegue nuevamente el frío. Seguramente, a pesar de poder resistir, la capacidad de hacerlo y practicar la resiliencia como la mejor adaptación psicológica tanto a nivel individual como macro social, tendrá fisuras. Será el liderazgo de los políticos y el que se haga desde las organizaciones e instituciones, el que marque dicha capacidad de resistir. Pero para ello hay que hablar caro. Desde la OTAN y desde cada país de la Unión Europea.

La disuasión nuclear es la estrategia que se ha mantenido hasta el presente, para que no haya ninguna nación con la tentación de hacer uso de su superioridad armamentística en el campo atómico. Porque tanto los de un lado como los del otro, saben las consecuencias para la especie humana, que sería algo así como el epílogo de nuestra preeminencia sobre las otras especies vivas. Seguramente no quedará ninguna otra especie tampoco sobre la faz de la tierra.

Pero ¿es esto suficiente para que nos quedemos tranquilos con que la disuasión es un freno? Cuando se está demostrando que Putin no tiene límites éticos ni morales y está amenazando con misiles de 18.000 Km de alcance con capacidad de llevar cinco ojivas nucleares y que está operativo, aquella capacidad de resistir puede convertirse en una ilusión.

Desde ya que no es suficiente esta Cumbre de la OTAN si Occidente se inclina. La disuasión implica utilizar todos los instrumentos posibles, como medidas sancionadoras económicas, las cuales hasta ahora no han frenado a Rusia. Sus efectos son más tardíos, pero igualmente seguirán erosionando y aislando al gigante ruso. Pero Rusia tiene recursos naturales y resistirá también. Y justo previo a esta reunión de Madrid, se ocupó de dar un mensaje muy claro: “cualquier líder político occidental que tenga dos dedos de frente se lo pensará dos veces antes de tomar una decisión que afecte nuestros intereses y seguridad territorial”. Por tanto, la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN es el pulso que nos estamos jugando contra Rusia.

Lo que sí es claro por parte de cualquier nación, es que la capacidad de resiliencia si bien es individual, tendrá fuerza colectiva solo si los líderes políticos señalan el camino para afrontar esa crisis, por más dura que sea. Europa y la OTAN respaldándola, debe marcar con claridad cuáles son las líneas rojas que Rusia no puede cruzar. Ni en Finlandia, ni en Moldavia ni en ninguna otra parte. Haber apoyado con armas a Ucrania ha sido acertado y prudente, pero pensando en términos de los límites geográficos de la Unión Europea, no es suficiente.

Esto es lo que nos jugamos en la Cumbre de Madrid. Claudicación o reforzamiento de los principios fundacionales de la OTAN. No podemos volver a cometer el error de creer que los rusos, entran a un territorio y después lo dejan por algún tipo de negociación. Si no pregúntenselo a los berlineses. Berlín fue una claudicación de Occidente. Ucrania no puede volver a hacernos repetir la historia.

¡Capacidad de resiliencia sí…estupidez no!

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