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¿Detener la investigación sobre Inteligencia Artificial? ¿Es posible o una estupidez?

Por José Luis Zunni

Ruben Colomer Flos, un destacado emprendedor y destacado inversor en negocios de Internet, dice claramente en un artículo en Linkedin el pasado 4 de mayo, que “¿Parar la Inteligencia Artificial? Nos estamos volviendo locos”, que lo que hay que hacer desde la comunidad científica es “establecer medidas para proteger, por ejemplo, la privacidad de las personas, que parece ser uno de los principales motivos de preocupación. El verdadero problema surge cuando un gobierno o legislador intenta regular algo sin comprender realmente su funcionamiento. En lugar de detener la investigación en IA, la colaboración y el establecimiento de pautas éticas por parte de los expertos en el campo podrían ser un enfoque más efectivo y responsable”.

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Comparto al 100% su valoración. Pero voy a agregar un punto de vista que va más allá de las pautas que establece Colomer. A fin de que mis lectores/as sepan de qué estoy hablando, Colomer afirma que entre los factores a tener en cuenta para delimitar las consecuencias de una mala praxis en la investigación y especialmente, en el uso de la IA, destaca dos:

  1. a) Anonimización y seudonimización de datos: “Antes de utilizar los datos para entrenar o mejorar los modelos de IA, se pueden eliminar o modificar los datos personales identificables para garantizar la privacidad de los individuos”
  2. b) Técnicas de privacidad diferencial: “La privacidad diferencial es un enfoque matemático que permite a los algoritmos de IA aprender y analizar datos agregados sin revelar información específica sobre los individuos en el conjunto de datos”.

Por otro lado, fue noticia el pasado 4 de abril, cuando Mark Coeckelbergh que es un filósofo belga de la tecnología, profesor de Filosofía de la Tecnología de la Universidad de Lovaina, que enseña Filosofía de los Medios y la Tecnología en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Viena y autor de “Filosofía política de la inteligencia artificial” (Cátedra), se desmarca de los expertos que piden una pausa para evaluar los riesgos de esta tecnología. Y decía con razón (la comparto totalmente) que “una moratoria para detener la inteligencia artificial durante seis meses no tiene sentido, sabrán burlarla".

Por aquello que siempre aprendimos de nuestros abuelos de “no ponerle puertas al campo”, porque es un absurdo. Y esto se hace con frecuencia cuando nos encontramos con avances científicos novedosos, desbordantes, que quieren pararse argumentando problemas éticos y morales.

También el pasado 29 de marzo, Omar Kardoudi, que es un realizador, guionista y productor, decía textualmente que “grandes voces del panorama tecnológico entre los que se encuentran Elon Musk, fundador de Tesla y SpaceX, Steve Wozniak, co-fundador de Apple o el historiador Yuval Noah Harari, se han unido a más de 1.000 personas, entre las que se encuentran prestigiosos investigadores del campo de la inteligencia artificial y creadores, para firmar una carta abierta en la que piden parar la implementación de las nuevas inteligencias artificiales durante seis meses. La carta va dirigida a los laboratorios de IA que están ahora sumidos en una carrera descontrolada que impide gestionar y controlar adecuadamente los profundos riesgos para la sociedad y la humanidad que suponen”.

¿Es esto que les estoy relatando una novedad? ¿Es que nunca antes en la historia ha ocurrido algo semejante? ¡Pues claro que no! Siempre…y les aseguro que seguirá ocurriendo así…la investigación científica y la innovación tecnológica continuarán no solo avanzando, sino abriendo nuevos campos de conocimiento teórico, para después, como ocurre por la propia inercia investigadora, veremos aplicaciones prácticas de tales nuevos procedimientos, productos, o sea: cosas nuevas o métodos absolutamente desconocidos hasta ayer, que nos ayudarán a ser más eficientes mañana, al mismo tiempo, que nos estarán abriendo las ventanas de un futuro que está delante nuestro, pero que no necesariamente tenemos la capacidad actual de comprender (menos de aplicar) dicho conocimiento en beneficio de nuestra especie.

No veo nada negativo en el avance científico y tecnológico. Lo que sí es negativo es el imperio del DOGMA, generalmente impuesto por las religiones y también, no menos importante, por las ideologías políticas que se aferran a principios que son falaces, pero que les dan sentido a sus propósitos (generalmente no son buenos y entran en el plano político a lo que llamamos populismos).

La IA y cualquier otro paso adelante de la comunidad científica internacional es para una mejora. Y si no, preguntémosle a los responsables de investigaciones de células madre y de una cantidad de avances que se vienen realizando en los últimos años en la microbiología molecular, para poder neutralizar o erradicar si fuere el caso, cuestiones genéticas que vienen en el ADN de las personas por nacer, y que se pueden evitar auténticas deformaciones físicas y enfermedades incurables antes de que esa persona asuma vida plena fuera del vientre de su madre.

En todo momento, buscar el beneficio de esa vida (que ya lo es), pero que aún no ha nacido, me parece un avance tan increíble como lo ha sido llegar a la luna o ser capaces de estudiar las profundidades marinas en una fosa del Pacífico a 10.000 metros de profundidad.

Inteligencia Artificial y corazón

La pretendida suspensión durante seis meses de cualquier forma de investigación en los laboratorios que están experimentando con IA, se fundamenta en el temor de que el cerebro artificial que surja del continuo avance y superación de capacidad de procesamiento de información, que tienen los programas que la regulan y que pueden multiplicar por miles de veces la propia capacidad humana de nuestro cerebro, es lo que ahora está provocando este reparo y miedo a que sean los robots u otras formas tipo humanoide que nos superen a la especie humana, que nos terminen controlando y que nos eliminen. Esta última es una posibilidad, ya que como afirmaba Carl Sagan, “querer presumir de que en el inconmensurable cosmos en el cual la tierra es una mota de polvo en el universo somos el único planeta con vida, va contra el sentido común. Seguramente ha habido civilizaciones tecnológicamente muy avanzadas, que justamente por su grado de desarrollo terminaron autodestruyéndose”.

Esta es una cuestión que exige un debate en profundidad y debemos poner toda nuestra consciencia en ello, no para rechazar de plano (la estupidez a la que hacía referencia más arriba) la investigación, sino para reorientarla, de manera de que el ser humano siga siendo el centro de este universo en el que, desde que aparecimos en la tierra, hemos controlado nuestro entorno muy por encima de cualquier otra especie viva, por la sencilla razón de que poseemos inteligencia. Lamentablemente, también esta inteligencia y ambición desmedida es la que nos ha llevado a poner contra las cuerdas el cambio climático y nuestro hogar común.

Entonces, el miedo (creo que ha aflorado pánico en varios estamentos mundiales, no necesariamente científicos), que se han dado cuenta del poder que tiene la IA, y que al ritmo que va, se están preocupando de las consecuencias en el control de países y sociedades enteras con el nivel de poder al que podría llegar. Pero es que además, cuando esto se planteaba hace nada más que dos o tres años atrás, se hacía referencia a que hacia 2050 habría cambios cerebrales tan importantes, por ejemplo, con la introducción de chips en el cerebro para no videntes y otras mejoras sobre patologías que son destructivas de las personas, pero que ahora es tal la aceleración de la investigación y pruebas que se van produciendo, de aplicaciones en la práctica, que lo que asusta es que toda esta revolución la tengamos casi a la vuelta de la esquina, o sea, hacia el famoso horizonte 2030.

Quiero hablar del corazón nuestro…el humano…como cuando Nicholas Charles Sparks (1965) que es un escritor, guionista y productor estadounidense, que sus novelas ya han pasado las 20 y con un éxito internacional demostrado, 11 de ellas fueron llevadas a la gran pantalla, afirma que “La emoción que puede romper tu corazón es a veces la misma que lo sana”. Os pregunto…queridos lectores/as: ¿ven posible que esta maravilla de nuestra existencia humana que desde el corazón imprime sentimientos y emociones en concordancia con el cerebro, pueda llegar a reproducirse tal cual a través de una máquina? No cabe en la mente humana actual (por más que muchos creen que sí), que esto pueda darse, ya que primero requiere el latido (el impulso vital del diástole y sístole) para que se considere vida humana. Y a tal punto, en una época en la que no existía la IA, otro grande como es Friedrich Nietzsche, al respecto de los sentimientos dice “uno debe aferrarse a su corazón; porque si uno lo suelta, pronto pierde también el control de la cabeza”. O sea, la intuición de los grandes pensadores, escritores, científicos, filósofos, etc. jamás dejaron de lado el centro que el corazón tenía para ellos.

La ciencia tiene corazón…pero de otra manera. Como decía mi admirado Carl Sagan, que “cuando nos preguntamos un por qué, caso de ir deshojando un diente de león, esperando respuesta afirmativa o negativa a cada pregunta que de la que queremos una respuesta, este procedimiento es en esencia el corazón de la ciencia”.

No veo próximo un corazón humano en una IA que prácticamente nos confunde por la precisión de las expresiones de la cara. Aún falta algo que no se ve, que es el latido del corazón humano.

Si esto se protege…si se ponen de acuerdo la comunidad científica internacional y los reguladores también internacionales, por supuesto, las diferentes naciones de la tierra, podremos augurar un avance más seguro y ordenado. Porque de esto se trata. Y afirmo, que, si perdemos este punto de vista, creyendo que nosotros mismos somos reemplazables en pocos años por personas que sientan y piensen como nosotros, entonces la paradoja de Fermi sobre “Y dónde están” en relación a los extraterrestres, tendrá sentido para los que una vez habremos sido en el pasado una civilización humana tecnológicamente muy avanzada que también se autodestruyó.

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