En realidad si los lanzan o no (finalmente no lo hacen) es la clave en este duelo interpretativo, aunque no menos importante es el contraste de las personalidades y psicologías de los dos personajes principales. Dos estilos completamente diferentes de liderazgo. Algo así, como el “viejo liderazgo” jerárquico de “ordeno y mando”, enfrentado a un nuevo liderazgo más propio de los tiempos actuales, a pesar de que quién lo ejerce es un oficial de alto rango de la marina.
En una de las primeras escenas, mientras están cenando en el comedor de oficiales, se produce un interesante cruce de opiniones sobre cómo había que actuar con el disidente soviético que se había hecho con armamento nuclear, razón ésta por la cual el alto mando de la armada estadounidense, les ordenan la misión de ir a proteger la línea más extrema del Pacífico meridional y destruir al enemigo en caso de ser necesario.
En respuesta a los comentarios que hacen algunos oficiales respecto a que Estados Unidos es el único país que ha lanzado dos bombas atómicas, el capitán Ramsey (Gene Hackman) le pregunta al comandante Hunter (Denzel Washington):
- ¿Está de acuerdo con que lanzáramos las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki?
- Si no estuviera de acuerdo no estaría aquí.
El capitán Ramsey sonríe y le dice a Hunter que es una manera muy diplomática de dar la respuesta. Justamente él (Ramsey) dice que él hubiera respondido: “Sí…por supuesto…lanzar esas bombas sin titubeo alguno”. Y agrega, a “nosotros en la Academia de la Armada nos dictaban física y reactores nucleares, no filosofía del siglo XIX. Ahora parece ser que les enseñan el por qué”. Y agrega Ramsey: “La guerra en la continuación de la diplomacia por otros medios, Carl Von Clausewitz”.
El comandante Hunter entonces dice: “creo que lo que Von Clausewitz quería decir no se aplica en el mundo nuclear”.
Ramsey responde de manera irónica pidiendo silencio al grupo y dice “escuchemos a Von Clausewitz”.
Entonces Hunter insiste: “en el mundo nuclear al enemigo real no se le puede vencer…porque el auténtico enemigo es la guerra en sí misma”.
Esta contraposición de opiniones tiene dos vertientes interesantes desde el punto de vista del liderazgo: la primera, que la armada que había conocido Ramsey ya no existía, que a pesar del orden jerárquico propio de las fuerzas armadas, se permitía el debate de opiniones y se exigía mucha más prudencia en la ejecución de las acciones; la segunda, que una oficialidad joven y bien preparada tenía claro que “el fin no justifica los medios” y que debe haber límites para ejecutar las ordenes, más cuando de ello se deriva una posible e inmediata respuesta nuclear del enemigo.
De ahí el enfrentamiento posterior por si se lanzaban o no los misiles, ya que la orden del alto mando había quedado interrumpida por un defecto técnico, lo que les ponía en la disyuntiva de atacar o no al submarino ruso.
Hunter dice que hay que esperar a tener claro qué decía el mensaje cifrado que quedó a medias. Ramsey, que lo que le importa es que el submarino ruso está cargando sus misiles y que el tiempo se les agota. Está por la labor de lanzarlos sin esperar la confirmación del alto mando.
Tony Scott refleja con maestría, que estamos en otra era en la que el mayor límite impuesto por la sociedad que en definitiva aprueba o no las acciones de gobierno, y derivada de ello de los ejércitos, es el moral. Tener bien claro hasta dónde se puede llegar sin pasar esa frontera que nos hace seguir sintiéndonos humanos.
Pero lo lamentable, es que el enfrentamiento de posiciones como las de Ramsey y Hunter se suceden en las organizaciones y en la política, porque hay visiones distintas. La cuestión, es que el líder efectivo, en cualquier tipo de organización, incluyendo el ámbito político, sabe cuál es ese límite que no puede traspasar. Y si lo pasa, como por ejemplo el “austericidio” al que se ha estado sometiendo a Europa en los últimos tres años, ciertamente se ha pasado ese límite moral en el que el fin justifica los medios, en este caso, el déficit del 3% y sus derivadas directas de empobrecimiento de grandes masas de población.
También en otra de las escenas de la primera parte, con motivo de un ejercicio de entrenamiento (zafarrancho de combate) que ordena el capitán Ramsey inmediatamente después de que se produjera un incendio en la cocina, no le parece bien al comandante Hunter, lo que genera una aclaración de posiciones en la cabina del primero.
Ramsey dice: “Comandante…tenga en cuenta que la oficialidad es muy joven…y creen firmemente en la cadena de mandos. Cuando escuchan una orden…debe a continuación ser escuchada su voz sin titubeos e inmediatamente después de la mía. Estamos aquí para preservar la democracia…NO PARA EJERCERLA”.
Una sociedad como la estadounidense, tremendamente autocrítica desde el cine y en general en los movimientos intelectuales, ha puesto de manifiesto en los últimos años, que si bien la propia naturaleza del mando en las fuerzas armadas se basa en la jerarquía y la cadena de mandos, es el propio Estado Mayor Conjunto el que ha cedido en reiteradas ocasiones a las presiones de la sociedad civil y especialmente, ante el límite impuesto a su poder muy bien representado por los controles que ejerce las diferentes comisiones del senado norteamericano.
Las explicaciones hay que darlas, no solamente cuando se justifican partidas presupuestarias, sino cuando se tiene que explicar por qué se tomó determinada acción, especialmente cuando hay vidas humanas en juego. Ya no se dice con “alegría” la palabra “daños colaterales” como ocurría en la primera y segunda Guerra del Golfo. Hoy, el tiempo real de las noticias es uno de los límites que más preocupan a los mandos que tienen que tomar la decisión de un ataque en la que hay riesgos de bajas en la población civil.
La subordinación del mando al plano político es lo que mantiene cohesionada a una sociedad moderna, por tanto, es indudable que el liderazgo dentro de las propias filas se ve limitado, pero al mismo tiempo mejorado, por la apertura, mayor transparencia y un sentido del deber que se apoye en el trabajo en equipo y colaboracionismo profesional como en cualquier otra organización.
El líder Ramsey (Hackman) finalmente recomienda al comandante Hunter (Washington) para que le asignen el mando total de la nave, porque pide el retiro. Sabía que los temores que su segundo de a bordo había mostrado sobre la posibilidad de que la orden inconclusa fuera finalmente revocada y ordenada la vuelta a casa, había sido en realidad la propia mutación que se había producido en una oficialidad más joven que encontraba sentido al límite moral y a que no hay fin en esta tierra que justifique la aplicación de cualquier medio, por moral o justo que sea.