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El primero en disculparse es el más valiente…el primero en perdonar el más fuerte…el primero en olvidar el más feliz

Por José Luis Zunni

¿Qué tienen en común actitudes como disculparse o perdonar? La humildad para expresar arrepentimiento al disculparse, así como para transmitir compasión y comprensión al perdonar. En el caso de la persona que olvida, sencillamente persigue dejar de lado malos momentos, discusiones, obstáculos, desplantes e incluso traiciones. Puede que se traduzca en una palabra que explique por qué el olvido, o simplemente quede en su pensamiento, pero con el mismo efecto que si la hubiera dicho. Observemos que en toda actitud que disculpa, perdona u olvida, son las emociones las que regulan nuestra conducta y comportamiento.

William H. Gass (1924) novelista ensayista, crítico y ex profesor de filosofía estadounidense, afirma que “los verdaderos alquimistas no cambian el plomo en oro…sino el mundo en palabras”.

¡Pero qué es la palabra sin la intención de corregir y/o rectificar! Sin duda, los sentimientos y las emociones cobran una importancia capital cuando se trata de palabras cuyo objetivo sea la armonía y felicidad. Si alguien dijo que la vida es el 10% de lo que nos sucede y el 90% de cómo respondemos a ello, no busquemos la felicidad sólo en el porcentaje minoritario porque no la vamos a encontrar. Busquemos en aquel gran jardín que es el 90% de todos los actos que hacemos adaptándonos a los cambios y nuevas circunstancias.

En ocasión de una clase de filosofía un alumno le preguntó a su profesor:

- Sr. ¿Por qué siento que haber fracasado en el examen ya me está condenando para el resto del año?

La respuesta del profesor tuvo un alcance mayor: “sonríe y respira profundo…¡sólo es un mal día…no que tienes mala suerte en la vida!”

Si somos capaces de quitarnos ese prejuicio estúpido de que “siempre me ocurre a mí” o “que estoy predestinado al fracaso” no habrá dosis posible de felicidad, ni la más pequeña a la que podamos acceder,porque habremos sido nosotros mismos los que nos hayamos conculcado ese derecho a sentirnos felices. Este es uno de los principales errores que cometemos, por ende hay que corregir esta conducta.

Albert Einstein decía que “si quieres vivir una vida feliz, átala a un objetivo, no a cosas ni personas”, en referencia clara a que es frecuente, por no decir una mala costumbre, que los comportamientos de otras personas, más o menos allegadas, influyan negativamente en nuestra bienestar, a veces incluso pudiendo destruirnos en parte.

No soy partidario de aquellas recetas que te dicen por ejemplo: “5 simples reglas para una vida feliz” o similares. Prefiero ir más al fondo de la cuestión, hurgar en nuestras emociones y sentimientos, así como en nuestro mapa mental de principios y valores.

A veces, en función de las circunstancias, podemos sentirnos extraños, taciturnos, melancólicos o de cualquier otra forma, pero la vida es demasiado corta como para dejarnos ser abordados por sentimientos que nos inhiban cualquier forma de sentirnos felices. Y es conveniente recordar que uno de los secretos para ser felices es tener consciencia de lo que somos en la vida y hacer lo máximo posible por mejorar cada día. Aceptarnos como somos, no arrepentirnos de lo que no hemos sido capaces de ser. A partir de aquí, operará en nuestra mente y corazón el verdadero cambio.

Nunca vivir con miedo a perder a determinadas personas, sean amigos o compañeros de trabajo, porque si alguien (o varios) nos hacen sentir de esa manera, entonces son los que deberían estar preocupados por perdernos. Y debemos recordar que lo que muchas veces parece el fin es sólo el principio. No hay fronteras. No nos pongamos límites.

Marco Aurelio (121-180), emperador de Roma y uno de los más representativos exponentes de la llamada “filosofía estoica” tenía como uno de sus pensamientos favoritos el que decía “muy poco se necesita para hacer una vida feliz”.Demasiado constreñida esta visión de la felicidad, pero justamente la ampliaba con expresiones tales como “cuando te levantes por la mañana, piensa en el precioso privilegio que es estar vivo: respirar, pensar, disfrutar y amar”.

En nuestra vida cotidiana, con los desplazamientos al trabajo, las largas horas que nos pasamos lejos de casa, el estrés de las reuniones, los temas que tenemos entre manos y no somos capaces de terminar, etc., deben recordarnos que es mejor tratar de frente con los problemas antes que éstos traten (eufemismo puro y duro) con nuestra felicidad.

Como decíamos más arriba, los sentimientos juegan un papel preponderante. De cómo los gestionemos tendremos una mayor o menor cuota de felicidad diaria, no una montaña a la que algún día escalaremos y que llamamos felicidad. ¡Ahí seguro que no se encuentra ni llegaremos a escalarla!

Un monje y sabio chino le respondió a su discípulo a la pregunta de ¿por qué maestro no soy feliz? de la siguiente forma:

- Nunca renuncies ni te rindas. Jamás echarse para atrás.

- Ten fe en tu capacidad para realizar las acciones que debes realizar.

- Mantén el espíritu joven.

- Ríete de los problemas…pero no los subestimes.

Si esto lo cumples entonces no busques la felicidad, porque la habrás encontrado. La felicidad (agregó el monje) “es un estado del espíritu y del alma, no una cosa a adquirir ni a la que se accede”.

En un momento de gran cambio social virtud de una revolución tecnológica como jamás había ocurrido en la historia de la humanidad, es conveniente que hagamos simples pero efectivas reflexiones que nos permitan soportar mejor tanta volatilidad e incertidumbre de la realidad económica y social. De ahí que aconsejamos no dejarnos llevar sólo por la tremenda cantidad de información a la que tenemos acceso en cada instante y disponible en cualquiera de nuestros dispositivos electrónicos, sino en mantenernos atados (como dijo Einstein) a unas pocas palabras, sentimientos y vivencias, que en su cuota diaria por más pequeña que sea, construyen nuestra felicidad que sólo podrá ser medida a lo largo de una vida.

¡No es cuántos días vivimos en la vida…sino cómo los hemos vivido!

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