Arsenio Escolar y Carlos Salas asistieron a la presentación del libro sobre la historia de la prensa gratuita en España y dieron su particular visión de una década prodigiosa que vivieron en primera persona.
’20 Minutos’: el pionero superviviente
Arsenio Escolar se considera todo un pionero de la prensa gratuita en España, pero a punto estuvo de convertirse también en pionero a nivel mundial. En el año 92 convenció al editor de ‘La Voz de Galicia’, Santiago Rey, para financiar un novedoso proyecto. Sin embargo, un mes antes de la salida del periódico, Rey recibió una amenaza de la prensa de pago de Madrid: si lanzaba un diario gratuito en la capital, ellos harían lo mismo en La Coruña. Este boicot solo fue el primero de una larga serie de desencuentros entre Arsenio y una prensa tradicional que se vio amenazada por el rápido despegue de ‘20 Minutos’.
Los editores de la guía QDQ retomaron el proyecto con ‘Madrid y más’, que salió el 3 de febrero de 2000, mientras que ‘Barcelona y más’ vio la luz en noviembre del mismo año. Los dos tiraban entre 100.000 y 140.000 ejemplares. Su lema era: ‘Nadie da un duro por nosotros’, no solo porque fuera gratuito, sino también porque en la profesión les tomaban por locos. ¿Cómo iban a dejar un periodista ‘El País’ para hacer ‘La Farola’? En la cabecera también aparecía la frase ‘El primer diario que no se vende’, tanto porque se regalaba como porque se sentían absolutamente independientes.
El primer revés llegó un mes después de sacar ‘Barcelona y Más’. Los responsables de QDQ vendieron las guías a France Telecom y empezaron a buscar comprador para el periódico. De los tres finalistas, se hace con su control la noruega Schibsted. En 2004 obtuvieron beneficios, pero en 2005 tuvieron que realizar una importante inversión ante la llegada de otros gratuitos. “La competencia nos vino bien a todos, hicimos un mercado muy sólido y potente venciendo las reticencias hacia los gratuitos”.
En 2007 llegaron los récords: una tirada de un millón de ejemplares diarios y el honor de convertirse en el título más leído en la historia de España (2.911.000 lectores en el EGM, superando incluso a ‘Marca’). Contaba con 190 periodistas, 334 nóminas, y 15 redacciones en 15 ciudades diferentes. Un tercio del periódico era publicidad y dos tercios información, con 48 páginas en total (ahora rondan las 24).
Pero llegó 2008 y “todo el edificio económico se empezó a resquebrajar”. Si en 2007 sus ingresos publicitarios alcanzaron los 48 millones de euros, en 2014 apenas facturaron 15 millones. De 5 millones de beneficios pasaron a 4 millones de pérdidas. Era el momento de renovar el periódico, pero Schibsted ya no quiso seguir en ese barco. En 2015 aceptó el reto el Grupo Heraldo. Arsenio apostaba por un diario de noticias que “no oliera a nada, sin opinión”, pero el 19 de mayo decidieron transformarlo en un diario de centro-izquierda “de noticias, análisis, profundidad y opinión”, que cuenta con firmas destacadas como Pepa Bueno, Vicente Vallés o Julia Otero. Su edición en papel no pretende dar todos los temas, solo cubrir bien entre 8-12 y su edición digital se caracteriza por su rapidez, dinamismo y actualización constante. Ser los pioneros y apostar en 2005 por una edición online potentísima fueron claves para sobrevivir. Hoy son el tercer diario online de España según comScore, solo por detrás de ‘El País’ y ‘El Mundo’, pero líder en castellano en el ranking mundial (puesto 16).
Arsenio quiso finalmente pronosticar algo: los diarios de pago cada vez serán menos de pago y más gratuitos. “La inmensa mayoría de los diarios de pago regalan cada día tantos ejemplares o más que los que venden”. Es su forma de defender su distribución, su audiencia y sus ingresos vía publicidad. Ahora “empieza un nuevo fenómeno de la prensa gratuita que habría que llamarlo: prensa de audiencia garantizada”. La clave no es si pagan o no por tu producto, sino hacer uno bueno que la gente quiera leer. La prensa impresa cada vez será “más perfecta o especializada, mejor hecha” y será capaz de localizar dónde está su público posible para llevarle su producto.
‘Metro’: el aprendizaje constante
Cuando Carlos Salas dejó ‘El Mundo’ para dirigir ‘Metro’ aún desconocía qué suponía el reto que acababa de aceptar. El periodista llegó a un periódico lleno de gente joven, en el que no había despachos ni jerarquías y donde las noticias se servían en formato corto y las entrevistas en preguntas-pastilla. Las claves de esta nueva forma de entender el periodismo eran saber comprimir mucho los temas e informar de cuál era el impacto real de cada noticia sobre el propio lector.
Pero si algo que nunca dejó de sorprender a Salas son los datos que hacían: una tirada de 900.000 ejemplares, una audiencia de 1,8 millones de personas y una influencia enorme en el poder político, de lo que fue consciente cuando notó que “muchos consejeros de la Comunidad de Madrid querían verme”, alegando que “yo influía en la gente”. En cuanto a los ingresos, una página doble de publicidad, la megapágina, tenía un precio de 30.000 euros y necesitaban ingresar 100.000 para pagar el papel y mantener una redacción de 65 periodistas en 13 ediciones. Salas confesó que los suecos no entendían por qué en España había tantas ediciones locales, pero estaba más que justificado si se conocían las particularidades de nuestro país. Por ejemplo estaba comprobado que si ganaba el Villareal y salía en portada en el periódico que se distribuía en Valencia, “la gente ni lo miraba, lo rasgaba y lo tiraba a la basura”.
Para Salas, lo que diferenciaba a los medios gratuitos de los tradicionales era que no competían entre ellos y que se atrevían a innovar. Como cuando Agatha Ruiz de la Prada diseñó la edición mundial de un número del periódico con sus propias fuentes tipográficas y nubecitas. En esa ocasión ocurrió algo histórico: aunque la prensa de pago tenía la máxima de hacer el vacío a los gratuitos, Agatha fue capaz de convencer a Pedro J. para que ‘El Mundo’ hablara de este hito.
Todo este sueño finalizó con la crisis de 2008. ‘Metro’ perdió 5 millones de euros y los suecos anunciaron un ERE que incluía por primera vez a un director. Este fue el prólogo de su cierre definitivo, del que, curiosamente, sí se hicieron eco los medios tradicionales.