Como siempre los pensamientos de Sócrates nos dejan perplejos, por la facilidad que tenía con las palabras de retratar la naturaleza humana. El filósofo griego decía: “Preferid, entre los amigos, no sólo a aquellos que se entristecen con la noticia de cualquier desventura vuestra, sino más aún a los que en vuestra prosperidad no os envidian”.
En una de las innumerables películas en las que participó Mario Moreno (1911-1993), el inmortal “Cantinflas”, ambientada en el Oeste, un oficial del ejército norteamericano mirando por los prismáticos ve un contingente de indios en lo alto de una colina dispuestos a atacar, por lo que dice:
- Ahí viene el enemigo. Momento ante el cual Cantinflas responde:
- ¡Pues deben ser amigos…porque vienen todos juntos!
Las palabras del gran comediante mexicano, me siguen provocando carcajadas, pero no es menos cierto el mensaje que siempre nos ha dejado en sus diálogos y especialmente en sus acciones. En este caso, que cómo podían ser enemigos los que vienen acompañados. Y lo que podemos observar en nuestra vida cotidiana personal y laboral, que justamente no hay error más torpe que podamos cometer que considerar amigo a quiénes se comportan como auténticos enemigos. La compañía de una persona o varias para nada significa amistad. Con esto no queremos decir que no pueda surgir una amistad sincera. ¡No! Lo único que hacemos es advertir para que nadie se “encandile” creyendo que con quiénes comparte espacio y tiempo son amigos.
En una ocasión un niño le preguntó a su padre: "Papá, ¿por qué son mis amigos así? Siempre se burlan de mí, se ríen cuando me equivoco, me llaman estúpido si estoy avergonzado porque un adulto nos ha llamado la atención. Dicen que no soy más que un perdedor. ¿Que es lo que pasa conmigo?”. Entonces su padre, esbozando una sonrisa y tomándose una pausa le dijo: “Hijo…lo que está mal en tu comportamiento en que a todos ellos les llames amigos”.
¿Cuáles son los valores que asociamos a la amistad?
Son innumerables, pero algunos de ellos están fuera de toda discusión en una amistad verdadera: lealtad, comprensión, sacrificio, admiración, entrega, solidaridad, incondicionalidad, amor, sinceridad, o compromiso.
¿Pero es que todos estos atributos se logran en un día? ¡Pues claro que no! Surgen a través del cuidado que hagamos de nuestra amistad, con esa/ese amiga/o a través de los años. No hay cómputo ni agenda fija, sólo la que los sentimientos y compromisos recíprocos establezcan. Lo que convierte a los verdaderos amigos, en una hermosa conjunción de valores humanos en los que no hay más búsqueda que la felicidad cuando comparten juntos, desde el ocio hasta el trabajo o cualquier otra acción que están dispuestos a llevar a cabo.
No en vano, en la etimología de la palabra amistad aparece “amare”, que significa amar. Demás está decir, esa sensación única que la historia nos ha mostrado una y otra vez, de cuando un amigo está dispuesto a dar la vida por otro. No puede existir amor mayor.
La amistad puede florecer y establecer cualquier tipo de vínculos, da igual la condición social, edad, cultura, ideología o religión. Además su ámbito es de lo más diverso: desde el colegio primario hasta la universidad, pasando por el trabajo, los amigos del barrio, el club en el que practicamos un deporte y frecuentamos semanalmente, etc.
Aunque la tremenda evolución tecnológica y la globalización, como en tantos otros ámbitos de la vida que ha afectado, no cabe duda que también la amistad verdadera ha pasado a convertirse en un tema casi de ficción, como si fuera ridículo pensar que pueda existir.
Es cierto. La tecnología y la frialdad de las sociedades evolucionadas lo afecta todo, porque se está pendiente sólo de lo inmediato y lo superficial están a la orden del día. No hay tiempo para la reflexión y las personas son cada vez menos capaces de dejar de lado sus intereses personales y construir realmente un vínculo de amistad duradero y sólido. Pero a pesar de este contexto que es real y avanza sobre nuestras relaciones, siempre seguirá existiendo la auténtica amistad en el momento en que dos o más amigos/as se reconozcan entre sí mediante las demostraciones de cariño, lealtad, preocupación del uno/a por el otro, etc. Que existan unos sentimientos compartidos superiores a cualquier otra relación entre personas.
En la vida experimentamos muchos altibajos. Es evidente que no nos sentimos igual de ánimo en todo momento y si me apuran, en todas las horas de cualquier día. Los llamados “estados de ánimo” son algo parecido al clima: puede estar muy soleado, o una combinación de nubes y sol o también, lluvia, nubarrones y que no se vea el sol ese día.
Pero lo importante, es que hay momentos de enseñanza en todos los casos. Podemos estar iluminados y aprender más acerca de nosotros mismos y de los demás. Puede que estemos afectados por lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, por ejemplo en el ámbito de trabajo en el que ha habido despidos, pero ante cualquier suceso que esté más próximo o no a nosotros, la amistad es un recurso y un mecanismo de defensa fundamental. Porque en la comprensión también se encuentra la pausa para la reflexión y ver qué es lo que se puede hacer. El amigo nos ayuda a aprender más de los impactos que se producen en nuestro entorno, aunque no nos den de lleno, pero que sí pueden afectarnos. Son entonces nuestros pensamientos los que juegan un papel muy importante en cómo nos sentimos y la amistad es como un amortiguador automático que nos ayuda a filtrar la negatividad de muchos de ellos, o cuando no puede evitarse el daño, al menos, compartir el dolor y provocar el alivio de nuestro espíritu.
Los amigos son personas que siempre están ahí, aunque a veces puedan incordiarnos por aquello del estado de ánimo, pero sí es seguro que hacen que nuestro día sea más agradable porque podemos compartir la risa o también la melancolía. Algo muy importante: no consideres como amigo al que siempre te alaba y no tiene valor para decirte cuáles son tus defectos.