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"Somos los nuevos periodistas amarillistas"

Cómo forrarse con las fake news

Cómo forrarse con las fake news
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Por Miguel Ángel Ossorio Vega
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maossoriovegagmailcom/13/13/19
http://www.maossoriovega.com
martes 02 de enero de 2018, 14:54h
Algunas webs facturan entre 10.000 y 40.000 dólares al mes publicando noticias falsas que se escriben en apenas diez minutos. Detrás de estas plataformas que han puesto en riesgo la estabilidad de muchos países hay grupos de adolescentes con un único objetivo: hacer dinero.

Cada vez que abres un periódico o clicas en un titular, se abre ante ti el resultado de varias horas de trabajo, cuando no de días, semanas, meses o incluso años. Lo creas o no. Aunque el periodismo y los periodistas estemos de capa caída por una suma de factores sobre los que tenemos y no tenemos culpa, casi a partes iguales, la esencia de esta profesión sigue siendo la misma: enterarse de qué está pasando y contarlo de la forma más adecuada posible. Por el camino hay un proceso de verificación, contextualización y elaboración que hace las veces de sello de calidad para demostrar al lector que todo lo contado es verdad. Cierto es que la verdad carece de una única cara, de ahí que existan las líneas editoriales, pero, a fin de cuentas, no deja de ser verdad.

Como manifiesto en defensa de mi profesión puede que todo esto esté muy bien. Incluso podrían enseñarlo en las facultades para perpetuar entre las futuras generaciones lo que los periodistas decimos de nosotros mismos. Pero hay mucha gente a la que "ya no se la colamos". Descreídos que sitúan a los medios dentro de las esferas de poder, y no como satélites que la orbitan en busca de sus errores. Un sector de la sociedad cada vez más amplio que no toca un periódico y no ve un telediario porque considera que la verdad que difundimos está manipulada. ¿Por qué? Muy sencillo: por dinero. Por poder. Porque podemos.

Sin embargo, estos puristas de la verdad, descreídos que nos ven como peones del poder, sí consumen información: la "alternativa". Podría definirse como "aquellas noticias que no cuentan los medios", en cuyo caso quedaría implícito que esas plataformas se autoexcluyen del concepto. En ocasiones, sin embargo, la etiqueta añade al final el nombre de algunos de esos medios contaminados: CNN, The New York Times, The Washington Post o El País. Es puro marketing, la típica estrategia que destaca tu valor sobre la competencia. Y además es verdad: ninguno de estos medios, efectivamente, publica esas noticias. ¿Por qué? Muy sencillo: porque todo es mentira.

Recapitulamos: tenemos ante nosotros un sector mediático tradicional caduco en general y una audiencia descreída que, sin embargo, necesita saciar sus necesidades informativas. El mercado satisface esta necesidad con "medios alternativos" que publican el contenido que buscan esas audiencias. Ese mercado busca, a su vez, exactamente lo mismo que cualquier empresa: beneficios. Y lo hace vendiendo un producto que tiene comprador. Pura oferta y demanda. Puro capitalismo. Pura realidad. No hay nada más. Olvida la ideología, la búsqueda de ejercer influencia o la revancha contra los medios tradicionales-mentirosos de toda la vida. Detrás de estas webs solo hay un objetivo: hacer dinero. Lo de Rusia lo dejamos para otro día.

De profesión, mentiroso

Hace casi un año, un reportaje de Wired enseñaba cómo era "el complejo macedonio de las noticias falsas". En él, "Boris", un adolescente de nombre figurado, 18 años de edad y un sombrío futuro, explicaba cómo ganó 150 dólares por colgar en su web un artículo sobre Donald Trump que había encontrado por la Red. En la noticia, por llamarlo de algún modo, se contaba que el empresario y ahora Presidente había abofeteado a un señor durante la campaña electoral porque no estaba de acuerdo con sus ideas. Boris simplemente la copió del sitio original y la pegó en su web. No era necesaria verificación, contextualización o elaboración. No era ese su objetivo, aunque en aquel entonces tampoco lo era el ganar dinero, sino alimentar su web. Sin embargo, ¿cuántos de nosotros no repetirían? Boris lo hizo, y montó un entramado de webs, perfiles de Facebook (hasta 200) y noticias falsas sobre Trump que le hicieron ganar más de 15.000 dólares durante el verano de 2016. El salario medio en Macedonia apenas supera los 370 dólares mensuales.

A Boris no le importaba Trump, hasta el punto de que intentó montar un tinglado similar con Bernie Sanders (que no funcionó porque, dice, sus seguidores no se tragan cualquier cosa). A Boris solo le importaba su negocio, basado en atraer a gente a sus webs con la esperanza de que hicieran clic en la publicidad, su verdadera fuente de ingresos. En esta historia, Trump es el ejemplo, pero no es más que alguien testimonial. Pasajero. Oportunista, en todos los términos de la palabra. Funcionaba bien porque él mismo supo ver el negocio: atrajo a sí a los estadounidenses descreídos, aquellos que dejaron de confiar en lo establecido. Y lo hizo con grandes titulares, tuits, gestos y propuestas polémicas. Con llamadas a la acción. Con una forma magistral de movilizar a las masas, como todo buen populismo. Bastaba prender la mecha para que sus propios votantes hicieran el resto, movilizándose entre ellos en foros, webs y redes sociales, donde se dedicaban a compartir noticias que demostrasen que sus teorías eran ciertas y las de Hillary Clinton mentira. La lucha entre la verdad y la mentira. La lucha por el poder. La lucha por el dinero. Cada cual a lo suyo, y en ocasiones algunos a lo de todos.

Como Boris, muchos otros oportunistas sin nada que perder y sin más interés que el dinero decidieron subirse al carro y aprovecharse de aquellos descreídos que sí buscaban algo más. Ahí están Paris Wade, de 26 años, y Ben Goldman, dos estadounidenses descreídos en sí mismos: habían estudiado sendas carreras universitarias, pero el trabajo prometido no llegaba. Trabajaron en un restaurante hasta que perdieron incluso ese puesto. Sin nada más que hacer y nada que perder, montaron una fábrica de noticias falsas pro-Trump que les permitió facturar alrededor de 40.000 dólares mensuales durante el verano de 2016. Legaron a contratar empleados, a pesar de que escribían sus artículos en apenas diez minutos. Con titulares como "NO PUEDES CONFIAR EN OBAMA: Mira la cosa asquerosa que hizo para APUÑALAR a Trump por la espalda", "LA VERDAD HA SALIDO! Los medios no quieren que veas lo que hizo Hillary después de perder" o "[PRUEBAS] Los experimentos de Corea del Norte con humanos". La historia de esta última resume el funcionamiento de estas webs: Wade encontró en un medio surcoreano una noticia que, citando a una fuente anónima, hablaba de los supuestos experimentos con humanos del régimen norcoreano. Hizo suya la historia, por lo que buscó una imagen "totalmente engañosa", reconoce, pero lo suficientemente atractiva como para que hiciera clicar a la gente. Y publicó la historia. Tardó diez minutos, entre leer la noticia original y montar la suya. Ganó 120 dólares. "Tienes que engañar a la gente para que lea las noticias", explicó en un reportaje de Los Angeles Times. "Somos los nuevos periodistas amarillistas", justifica.

Los casos de Boris y Wade también son anécdotas en sí mismos. Están a años luz de Cameron Harris, quien se embolsó 5.000 dólares por demostrar a los votantes de Trump lo que el entonces candidato dijo durante un mitin en Ohio: se estaba preparando un pucherazo para que Hillary Clinton ganase las elecciones. Harris tomó de internet imágenes de cajas de cartón e incluso encontró a quien se había topado con las pruebas del tongo: un tal Randall Prince, votante de Trump que por casualidad había descubierto en un almacén el asunto (Randall, por supuesto, no era real). Y están en una galaxia totalmente diferente a la de Paul Horner, considerado en su momento el rey de las noticias falsas y, según llegó a reconocer, el artífice de que Donald Trump llegase a la Casa Blanca. Fue encontrado muerto en su casa de Arizona el pasado mes de septiembre. Tenía 38 años y odiaba a Trump, pero "sus seguidores no verifican nada, postean todo, creen todo".

Manual de la desvergüenza para hacer dinero con noticias falsas
La industria de las noticias falsas tiene su propia estructura y funcionamiento. Aunque proporciona dinero fácil, requiere tiempo y esfuerzo, hasta el punto de convertirse en una profesión en sí misma. De hecho, no garantiza el éxito a todos los que se adentren en este submundo y suele requerir algún tipo de inversión inicial, ya sea para comprar los dominios de las webs que formarán parte del proyecto, para promocionar en redes sociales las primeras publicaciones o para comprar perfiles falsos de redes sociales (uno con nombre ruso puede costar 20 céntimos; uno con nombre estadounidense, 50 céntimos).
1- Buscar un tema atractivo: basta con revisar Google Trends para conocer qué busca la gente, es decir, dónde está la demanda. Cuanto mejor se haga, mayor probabilidad de éxito. Un ejemplo sería saber ver qué búsquedas se van a prolongar en el tiempo y apostar por ellas, en lugar de hacerlo por aquellas que se restringen a un momento muy puntual. El tiempo será un gran aliado del mentiroso, dado que crear una bolsa de audiencia lo suficientemente grande como para rentabilizarla requiere tiempo.
2- Buscar fuentes: es triste que al final los paralelismos con el periodismo sean a veces evidentes, pero el mentiroso debe tener sus fuentes, principalmente porque agilizan el trabajo. Generalmente son sitios similares, otros medios falsos, lo cual ayuda a que el impacto de las noticias publicadas sea mayor. Aunque nada de esto está reñido con la imaginación y la creatividad, por lo que es factible crear exclusivas y difundirlas. Puede que incluso funcionen mejor. En cualquier caso, ligar las noticias falsas con hechos reales permite crear una "realidad alternativa" con mayores probabilidades de colar.
3- Crear una plataforma: para forrarse con las fake news hay que crear un entramado que retroalimente los contenidos. Lo básico es tener una o varias webs disfrazadas de medios de comunicación, que serán las bases del negocio y donde se situarán los espacios publicitarios que generarán los ingresos. Después, es necesario viralizar el contenido en redes sociales, para lo cual se utilizan perfiles falsos creados o comprados. A través de etiquetas y de compartir con cada uno de esos perfiles los enlaces en foros temáticos, se consigue llegar a más gente por distintas vías, haciendo más creíble el mensaje y, en cualquier caso, viral. El objetivo es atraer a la gente a la web, y por estadística muchos harán clic en la publicidad.
4- Estudiar los resultados: nada de esto funciona sin el Big Data. Los magos de las fake news analizan al milímetro las métricas de su trabajo, lo que les permite descartar contenidos que no funcionan y potenciar los que generan mayor beneficio. Si determinadas palabras en un titular suelen generar mayor impacto, ¿por qué no utilizarlas en cuantos titulares sea posible? Además, el cerco que están empezando a desplegar Google, Facebook y Twitter alrededor de las noticias falsas obliga a analizar con detalle los pasos en falso para lograr esquivar estos filtros y no perjudicar al negocio (pues estas plataformas ya cierran páginas y perfiles, bloquean publicaciones o eliminan cuentas si detectan comportamientos inapropiados).
5- Contar el dinero: mientras dure el negocio. Hay tantos temas como personas en el mundo, así que, nos guste o no, las noticias falsas han llegado para quedarse. Si Trump pasa de moda, mañana habrá otra posibilidad. Además, los filtros que están implementando las plataformas acusadas de dar alas a las mentiras son incipientes, y por tanto incompletos, y difícilmente podrán evitar que las noticias falsas se disfracen de opiniones más o menos verificadas. Recordemos que la esencia de Facebook o Twitter es el "compartir" cualquier contenido. Sería iluso pensar que dichos botones vayan a quedar restringidos a las webs de CNN, El País y la BBC, y no al del blog de mi primo o la web que acabo de crear. La mentira siempre ha existido y nunca lo ha tenido tan fácil para encontrar adeptos. Aun así, no perdamos la esperanza y eduquemos a la gente como lo han hecho con nosotros: contrasta la información. Siempre.
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