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La soledad del teletrabajador

Por José Luis Zunni
martes 21 de abril de 2020, 14:19h

Hasta Robinson Crusoe tenía su amigo Viernes. El ‘animal social’ que somos, según nos definía Ortega y Gasset, necesita la comunicación, la conexión con otros seres humanos y el componente emocional de las relaciones sociales. ¿Es bueno, pues, el teletrabajo para nuestra vida?

Todas los estudios que en los últimos años se han publicado sobre el teletrabajo, previos a la pandemia del COVID-19, concluyen unívocamente: los teletrabajadores con frecuencia se sienten aislados, aunque no deberían estar teniendo este sentimiento.

Según el informe de Buffer sobre el estado del trabajo remoto de 2019, el 99% de los 2.500 teletrabajadores encuestados afirmaron que les gustaría trabajar de forma remota al menos parte del tiempo durante el resto de su vida profesional.

O sea, en primer lugar, la experiencia que estaban teniendo, independientemente de que aflorara en muchos de este universo estadístico utilizado para el estudio, el sentimiento de soledad y aislamiento, la experiencia no les resultaba desagradable.

La soledad del teletrabajador
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Había una voluntad de seguir trabajando de esta forma remota a pesar de que en momentos concretos pudieran tener sentimientos negativos o que les impulsara a buscar un cambio en la forma de hacer el trabajo; por ejemplo, de compatibilizar el trabajo convencional en oficinas con el remoto desde sus casas.

¿Se puede sentir aislamiento? ¿Es muy malo este estado emocional?

Como todo en la vida, los extremos no son buenos. Una cosa es que, a veces, decaigan las fuerzas porque hemos tenido una mala noche o porque llevamos demasiado tiempo expuestos a esta soledad que debemos ejercer diariamente; o, simplemente, porque ha sido demasiado la invasión de horas que el teletrabajo haya podido tener en nuestras vidas al no haber sabido compatibilizar mejor las horas que nos son propias para descanso, esparcimiento, familia, etc., con las que realmente necesita nuestra tarea y responsabilidad cada día.

La soledad no sólo depende de la compañía de familiares

Con frecuencia ocurre que personas que ya no tienen los hijos en casa porque se han independizado, añoran esas distracciones que tenían (que a veces les irritaba) pero que ahora echan en falta. El aislamiento puede resultar especialmente problemático para los trabajadores de más edad, ya que muchos son nidos vacíos o viven solos.

En el informe de Buffer, el 19% de los trabajadores remotos informaron que la soledad era su problema número uno como trabajador remoto.

La salud física y mental

Son muchos los estudios que han relacionado de manera inequívoca el aislamiento social con un mayor riesgo de una variedad de dolencias físicas y mentales que tienden a empeorar a medida que cumplimos años. Esto no es fácil ni de comprender ni de asumir. Pero existen riesgos cognitivos y también una variedad de problemas que abarcan las enfermedades cardíacas.

El confinamiento por la pandemia

Pero lo que hoy venimos a aportar desde esta tribuna, es que no debemos dejarnos hundir por el peso de estos pensamientos en un momento en que la pandemia necesita que los millones de personas que están en sus respectivas casas cumpliendo con el confinamiento, estén en buenas condiciones de salud mental y física para cumplir con ese mínimo de teletrabajo necesario para que no se pare del todo la actividad económica, que ya está siendo muy negativamente impactada por el COVID-19.

Algunas recomendaciones

Desde este Foro, siempre que llegamos al punto de dar una recomendación, aclaramos que no son reglas de cumplimiento estricto, sino meras orientaciones, pero que estamos seguros ayudarán a nuestras lectoras/es.

Estos pasos relativamente simples que describimos a continuación, pueden ayudar a mitigar de mejor forma esa soledad que, con frecuencia, nos juega malas partidas y nos baja la moral.

1º) Esforcémonos en hacer compatible la vida laboral y familiar

Qué es lo que esto implica. Ya sabemos que cada vez que recurrimos al balance/equilibrio entre el trabajo y la vida personal, terminamos no creyéndonos que finalmente seamos capaces de hacerlo. Pero hay que trazar límites (esas líneas rojas) que no debemos cruzar para que una vida (la profesional) termine siempre ganando la batalla de cada día (invadiendo el ámbito familiar). Y esto hay que hacerlo por artículo 33 (decretarnos a nosotros mismos) que tenemos que poner un stop al exceso de horas.

Ocurre que, sin los límites físicos de una oficina tradicional, el trabajo remoto puede filtrarse fácilmente y abrumar las otras partes de la vida. Ese recurso al que siempre acudimos cuando la cena está servida y decimos “en unos momentos voy”, como si cada uno de los miembros de la familia llegase en momentos diferentes a barra de un bar, es algo que debemos erradicar. Hay que cortar y darse el tiempo para la cena.

¿Cómo combatir este simple punto de disonancia?

Fijando horarios. Tan simple como distribuir las tareas del día, convertirlas en una rutina que se sabe que a determinada hora empieza, pero que también a la hora señalada acaba.

Hemos estado escuchando durante estos días de confinamiento a psicólogos, epidemiólogos, médicos de atención primaria y demás expertos, que lo mejor que era para evitar el aburrimiento (cosa que le ocurre a muchísimas personas bajo las circunstancias actuales) era fijarse rutinas y actividades.

Pero lo que nosotros estamos diciendo -si bien compartimos esto que advierten los expertos-, vamos un paso más: queremos saber cómo combatir ese estado de soledad y aislamiento que inexorablemente se produce justamente por la coyuntura dramática que estamos viviendo.

En el caso de que fijemos este horario que hagamos que nos respete nuestra vida familiar (un mínimo de compatibilización), incluso si no siempre nos adaptamos a este (no hablamos de ajuste perfecto), se llegará a ese momento en el que hay que decidir si se necesita (o se quiere) seguir trabajando o si es hora de finalizar la tarea, apagar el equipo y dedicarse a ese tiempo privado tan valioso.

Al final de la jornada laboral, el mejor consejo que podemos dar es establecer casi un ritual para que confirme ese final de rutina: apagar el ordenador y también la lámpara que nos ilumina, a pesar de que en unos minutos vayamos a estar dentro del mismo espacio del salón que ocupamos con el teletrabajo.

Pero la diferencia, es que, obligándonos a sentarnos en el sofá, ya no tendremos delante la pantalla del ordenador, sino la de la televisión. Y aunque no sepamos de qué va la película, no importa: es un ruido distinto y necesario, como un despertador de que se ha acabado la rutina.

En definitiva, sea que permanezca en el mismo salón, o cierra la puerta de un ambiente que utiliza como despacho, está haciendo algo importante: cerrar físicamente (el ritual pasa de la psicología a la práctica) como recordatorio útil de que deja por hoy el trabajo y está listo para las otras cosas importantes de su vida: familia, amigos y sus hobbies tomen la pole. Y la familia lo agradecerá.

El COVID-19 ha incrementado la cantidad de minutos que hablamos por teléfono, especialmente las familias que, con niños en la casa, tienen a sus abuelos en otra. O sus tíos, o primos. O simplemente amigos con los que compartíamos al menos una vez a la semana esa caña que tan bien nos venía al cuerpo. Porque era el momento de distensión y de confesión al mismo tiempo. La necesaria conversación con los nuestros.

2º) El puesto de trabajo en casa

Algunos expertos ya sostenían antes de esta pandemia que “el trabajo remoto no siempre significa que se tenga que trabajar desde casa”, sino que puede sufrir cambios, justamente para romper esa rutina y evitar sentimientos de soledad. Esto se refiere a trabajar desde una biblioteca o una cafetería. Que no pasaría a ser lo habitual, pero que cada tantos días era aconsejable.

Claro está que el confinamiento ha roto con esta posibilidad, por lo que debemos cuidar y hacer pequeños cambios en nuestro lugar de trabajo elegido en casa durante este confinamiento.

Esta elección tiene que estar acompañada de hacer lo más cómodo posible este sitio, incluso con las dificultades que derivan de compartir pocos metros cuadrados con la familia. Recurrir a fotos y pequeños souvenirs nos ayudan a que sea más reconfortante. Crear ese espacio a nuestro gusto a pesar de las dificultades.

3) Ser muy escrupuloso en la conexión con amigos.

Los psicólogos y los expertos en comportamiento social lo tienen muy claro: las personas que estamos trabajando de manera remota necesitamos una comunicación proactiva. Esta se convierte en un factor crítico para los teletrabajadores; en concreto, no sólo esperamos, sino que necesitamos que las personas de nuestro entorno nos contacten.

Pero el escenario del COVID-19 lo ha cambiado todo, porque ahora es más crítico que nunca. El comportamiento que llevamos a cabo cada día, ajustándonos a las indicaciones del estado de alarma, en una amplísima mayoría de españoles que lo hacemos correctamente, nos exige también que tomemos la iniciativa de llamar nosotros. De abrir una comunicación con compañeros de trabajo, clientes, otros profesionales, amigos, así como otros familiares a los que no vemos hace un tiempo, pero que es hora de preguntar cómo están, cómo lo están llevando, etc.

Dentro de esa rutina a la que aludíamos más arriba, se puede establecer una comunicación con determinada persona, compañera de equipo, o a lo mejor un colega, con el cual en un encuentro diario o cada dos días, podemos tratar de hablar sobre temas tanto técnicos, como los que nos preocupan en esta pandemia, para ver si tenemos la misma información o si interpretamos las cosas de manera similar.

Simplemente rebotando ideas o teniendo a alguien con quien hablar por diversión para terminar el día.

El momento de las redes y la comunicación virtual

Las redes sociales y especialmente las reuniones virtuales a través de mecanismos tecnológicos como Zoom o Skype, se están convirtiendo en un recurso diario y muy solicitado. Porque, en definitiva, se trata de millones de personas que ahora nos estamos dando cuenta que estamos a diario trabajando con personas y para más personas.

Si no hubier sucedido la desgracia que estamos atravesando, seguramente no nos hubiésemos detenido a pensar ni en la psicología de los individuos en la soledad del teletrabajo ni en las rutinas que debíamos implementar en una situación de confinamiento. Aprendamos, pues, esta lección.

El COVID-10 es un auténtico cisne negro que nos ha sobrepasado a todos. Incluso a los gobiernos de las primeras potencias del mundo, caso Estados Unidos o Reino Unido.

José Luis Zunni es director de ecofin.es y vicepresidente de FORO Ecofin. Director de ECOFIN Business School y coordinador de ECOFIN Management & Leadership. Director del Centro de Liderazgo de la EEN (Escuela Europea de Negocios) y coordinador académico de la Red e Latam del grupo media-tics.com. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Conferenciante. Ponente de Seminarios de Liderazgo y Management de la EEN y coordinador del FORO DE MANAGEMENT Y NUEVA ECONOMÍA DE LA EEN. Autor de ‘Inteligencia Emocional para la Gestión. Un nuevo liderazgo empresarial’, coautor de ‘Liderar es sencillo. Management & Liderazgo’ y coautor con Ximo Salas de ‘Leader’s time (Tiempo del líder)’

Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y secretario general de EUPHE (European Union of Private Higher Education).

Salvador Molina, presidente del Foro ECOFIN y consejero de Telemadrid

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