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¿Crees tú que tienes los pies en la tierra?

Por José Luis Zunni

De las expresiones más tradicionales y las culturas colectivas que conforman los pueblos, siempre surge una enseñanza clara. Por ello, cuando nos referimos al motivo de mi aportación de hoy, referido a ¿qué significa tener los pies en la tierra?, vamos a darle un poco de vueltas en la cabeza porque la finalidad siempre de mi Blog, es la mejora y bienestar de las personas. No persigue ningún otro fin.

¿Crees tú que tienes los pies en la tierra?
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Actitudes sensatas y prácticas

Siempre hemos hecho referencia a que una cosa es la actitud y otra la aptitud. Cuando dices que alguien tiene los pies en la tierra, ¿qué estás dando a entender? ¿Qué es una persona problemática, o por contrario puedes hablar tranquilamente con ella y además confiar en su palabra? Sin duda, estás dejando claro (estás aprobando su conducta) con la expresión de que esa persona “tiene los pies en la tierra”, que tiene una actitud sensata y práctica ante la vida y no tiene ideas poco realistas. Estás aprobando su forma de actuar y la manera de comunicarse.

En ese sentido, todas las personas que creemos que tenemos los pies en la tierra, no debemos dejarnos llevar por la primera cosa que nos venga a la cabeza, es decir, ser impulsivos, imprudentes, o sea, todo lo que es contrario a ser críticos y analizar lo que hacemos y decimos. Como si nos llevara el viento.

Una buena forma de comparar la expresión, es cuando caminas en una zona ventosa por naturaleza, pero ese día, las ráfagas alcanzan los 90 km horarios (a veces pasa de 100 km), las autoridades alertan a la población, pero te aseguro que, si tienes que caminar sometido a un viento fuerte, tendrás la sensación que en algún momento te va a levantar por el aire. Que tus pies no estarán firmemente adheridos al suelo. Por ello, es que tener los pies en la tierra significa también, ser humilde, realista (muy consciente de la realidad que te rodea), sensato, estar centrado (ser responsable) y estar bien focalizado en lo que haces y dices, en las responsabilidades que ejerces. Todos esos adjetivos, están englobados dentro de esta expresión.

Cuando tomas una decisión ¿estás teniendo en cuenta los riesgos y las recompensas?

Siguiendo con los pies en el suelo, sabiendo dónde pisas, es la actitud que te hace tener en cuenta cuáles son los riesgos a los que te enfrentas al tomar una decisión. Pero decidir también tiene premios (recompensas). Sin duda, tendrás que poner en la balanza los pros y los contras de la misma, situación que, con frecuencia, puede en función del peso de cada una de ellas, hacerte demorar dicha decisión o también, llegado el caso, no tomarla.

A menudo también sucede, que aspectos que en el inicio te eran favorables se conviertan en negativos y viceversa, o sea, lo que creías que no iba a funcionar, por ejemplo, una nueva responsabilidad que te asignó tu jefe en el equipo, finalmente has podido llevarla a cabo con eficacia.

Tener los pies en el suelo también te ayuda a que cuando tienes que resolver rápidamente un problema al que te estás enfrentando, puedas hacerlo mentalmente, o también de manera muy sintética apelar a una lista de esos pros y contras referidos. Pero el buen criterio y sentido común, harán que tus pies sigan firmes sobre el suelo. No tenderás a arriesgar más de lo que te gusta hacer, y que seguro está muy ligado (enraizado) a esa actitud serena, analítica, humilde y confiada, con la cual pasas revista a lo que tienes por delante y tomas la decisión más ajustada en ese momento.

Piensa en que tu decisión es un consejo que le das a otra persona

Siempre es conveniente mirar las cosas desde otra óptica. O sea, que cuando estás delante de una decisión que vas a tomar, debes esforzarte por mirarla también desde otra perspectiva. La llamamos también “ver las cosas desde otro ángulo de miras”. Esto te ayuda a pensar dos veces antes de decidir, además de tratar de ver la cosa con claridad.

Por ello, no está mal que lo veas pensando que le das el consejo a un amigo, que seguramente te resulta un mecanismo mental más fácil que hablar contigo mismo. Es natural: con ese amigo tuyo que le tienes gran aprecio, quieres ayudarlo, hay emociones de por medio, te esfuerzas en que haga bien las cosas, que no se equivoque al decidir. Bueno…entonces…debes aplicártelo a ti.

Vamos a un ejemplo: te estás enfrentando a una decisión complicada, que está en juego tu ascenso en el trabajo y que representa que seas transferido a otra oficina con más responsabilidad. Eso sí: dejarás ya tu departamento y compañeros. Conformarás un nuevo equipo y empezarás de cero, aunque con muchas más responsabilidades.

Sin duda es una decisión difícil, por lo que te aconsejo, que mentalmente hagas esta composición de lugar de que estás asesorando a tu amigo. No estás dando un paso atrás, sino que estás justamente haciendo lo contario: elevándote en el análisis de la situación (viendo desde un atalaya que en tu visión te has fabricado) para que tu nuevo punto de vista te permita “asesorar a este amigo” y tener bien en claro que cosas le dirías.

La imagen de estar observando a otra persona en tu situación sabiendo que te respetan por tu experiencia y trayectoria, además de tu prestigio como buena persona, te facilitará entonces lo que le dirías en función de cuál es la mejor o más inteligente decisión para él. ¡Pero cuidado! En caso de que estás convencido de que es algo que no le dirías a un amigo que haga, entonces tampoco deberías tomarla tú. Por contario, si has llegado al convencimiento de que es positivo para su carrera y desarrollo personal, acelerar el cambio de puesto de trabajo que está ahora en sus manos, también debes aplicártelo a ti mismo.

Una frase habitual de discusión: siempre pensé que él/ella era una persona de sentido común

¿Cuál es el alcance de esta especie de sentencia que damos con frecuencia? En primer lugar, que creías que esa persona discutía las cosas como debían discutirse. Aunque, ahora con el trato, y frente al problema sobrevenido entre ambos, parece que no es así, que no se está aplicando el buen criterio y sentido común para resolver el problema surgido, y que afecta a las dos partes. También es cierto, que siempre le afecta más a una que a la otra. Esto es inevitable. Las relaciones humanas son emocionales y no matemáticas.

A menudo escuchas el término “sentido común”, pero ¿qué significa?

En primer lugar, lo vamos a vincular directamente a nuestro objetivo de hoy: tener los pies en el suelo. Porque si piensas en cada palabra, verás que sentido común como expresión, está conformada por dos palabras: en cuanto a sentido, significa para el alcance que le damos, tener un buen criterio, hacer un juicio práctico y realista de la situación, etc. En cuanto a común, que es algo de tipo ordinario, que es algo que consideramos normal y/o que forma parte de nuestra normalidad, nuestra rutina diaria, que lo ejercemos con frecuencia, de manera regular. Nos tranquilizan y nos dan confianza las cosas que hacemos habitualmente, casi con una rutina, nos es familiar.

Robert Green Ingersoll, líder político y gran orador estadounidense, decía que “es mil veces mejor tener sentido común sin educación que tener educación sin sentido común”

También hemos escuchado y leído expresiones que se dicen sobre algunas personas, en referencia a su falta de sentido común, tales como “son demasiado inteligentes para su propio bien" o "carecen de todo sentido común". O dicho sencillamente: "simplemente no tienen sentido común".

Impacta el pensamiento de Victor Hugo que decía que “el sentido común es a pesar de la educación, no como resultado de ella”. Y esto sí que nos parece un pensamiento inteligente, ya que es verdad que la educación es esencial para el desarrollo de una persona, pero como suele decirse “condición necesaria pero no suficiente”.

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