“Antes de que sea posible simular de forma realista la experiencia de matar a alguien, el asesinato en Realidad Virtual debe declararse ilegal”. Así de contundente se muestra la escritora Angela Buckingham en un artículo en la revista ‘Aeon’ que aborda las cuestiones éticas que plantea el uso de esta tecnología.
En su opinión, el impacto de la violencia virtual debe ser cuestionado, estudiado y controlado. Porque las consecuencias de la identificación completa de una persona con alguien como un asesino son desconocidas, como ha advertido el filósofo alemán Thomas Metzinger. En una entrevista en ‘New Scientist’, Metzinger asegura que necesitamos un código ético de conducta para la Realidad Virtual porque es una tecnología que puede inducir “fuertes ilusiones de realización” y un “riesgo de despersonalización”.
Este experto plantea una máxima: “si no haces algo a alguien en la vida real, no lo hagas en la Realidad Virtual”. Aunque se permite matar en un videojuego o una película, “las fantasías de violencia tienden a ser más perjudiciales en un entorno inmersivo de lo que lo son en video”, porque la persona lleva a cabo los actos con su avatar y tiende a ajustarse a las expectativas que se tenga de él. Por tanto, hay personas más vulnerables cuyo comportamiento en un entorno virtual puede seguir influyendo en su conducta al salir de él.
Angela Buckingham recuerda que encarnar a un asesino convierte la experiencia de la violencia en algo más tentador, que puede “entrenarnos en la crueldad y la agresión normalizadora”. Un estudio de los efectos psicológicos de este mundo de fantasía, que tenga en cuenta las implicaciones morales y legales, se hace cada vez más necesario. Estamos ante el mito de la caverna de Platón o el mundo de ‘Matrix’, en los que el hombre acabe sumergiéndose en un mundo de imaginación y sueños que tome como reales.
Mientras no entendamos a qué nos enfrentamos, los expertos ya están pidiendo que se declare ilegal el asesinato virtual.