El primer magnate de medios de comunicación del mundo, el australiano Rupert Murdoch, que controla hasta el 75% de toda la información disponible en varios países claves, ya se ha enfrentado anteriormente a otros escándalos por sus métodos o los de sus empresas periodísticas, pero ha sabido capear bien las tormentas, con la buena fortuna que le ha acompañado desde que hace más de 60 años comprara la “Birmingham Gazette”.
Ha arrasado con todo, ha eliminado a sus competidores con una agresividad empresarial que le ha colocado más de una vez muy cerca de la bancarrota. Su palmarés es apabullante, empezando por sus tres esposas, la última de las cuales es una china medio siglo más joven que él, seis hijos, con varios de los cuales ha tenidos públicas trifulcas y un imperio mediático global sin parangón, que ha demostrado que puede ser decisivo para colocar a su hombre o “Dama de Hierro” en Downing Street o en la Casa Blanca. Es el caso más patente de connivencia entre empresas y dirigentes mundiales.
¿Un tropezón más o el comienzo del declive de su estrella? Hay varios síntomas de que podemos estar, tal vez, en el segundo escenario. “Los dioses ciegan a los que quieren perder”, decían los griegos. Cuando acumulas tanto poder, tiendes a pensar que eres invulnerable. Gadafi debió pensarlo poco antes de que comenzaran los disturbios, incluso cuando se apuntó los primeros muertos. Sobre todo cuando tienes al premier británico comiéndote en la mano, a punto de autorizar una compra de un canal de pago de TV que supone prácticamente un monopolio, cuando tu hombre de confianza es portavoz del Gobierno (el dimitido Andy Coulson, exdirector del semanario incriminado, detenido el paso viernes por Scotland Yard) y tu primera ejecutiva británica, Rebeka Brooks, es íntima amiga del primer ministro Cameron.
El ascenso de la señorita Brooks, una llamativa pelirroja, es bastante impresionante. Entró en “NoW” como simple secretaria y 11 años más tarde ya era Redactora Jefe. Ahora tiene 43 años, belleza y desparpajo, y dirige todas las actividades del grupo Murdoch en el Reino Unido, que es tanto como decir que tiene bastante más poder que la Reina de Inglaterra. Señalada por todos como directamente implicada, Murdoch aún la mantiene en su puesto, tal vez porque cuando ella caiga el siguiente en el escalafón de responsabilidades es James Murdoch, el hijo más encumbrado del imperio mediático. James autorizó pagar 700.000 libras a una de las víctimas de las escuchas para que renunciase a su demanda contra el “NoW”.
Reacciones
Cameron está empezando a tomar distancias del australiano. La autorización para la compra de BSkyB ha sido aplazada. “Necesitamos un sistema de control de la prensa totalmente nuevo”, acaba de decir. Anuncia la creación de una comisión de investigación. “La verdad es que estamos todos implicados: la prensa, los políticos… Y me incluyo en el lote”, dijo Cameron. ¿Se imaginan un líder político español diciendo algo parecido? Hay que admirar la democracia británica.
Como era de esperar, las acciones de News Corp se han dado un batacazo (el grupo está valorado en nada menos que 46.000 millones de dólares) aunque la división de publicaciones sólo supone el 17% de los ingresos. La vaca lechera son las cadenas de TV por cable (61%) y el cine (20%). Pero ya hay algo más que indicios de que la sangría de anunciantes puede extenderse a otras publicaciones del imperio (el cierre de “NoW” no es un gesto altruista, es que los anunciantes se habían retirado en masa). Por ejemplo, Renault ha hecho público que se retira de otros medios británicos de Murdoch.
En el convulso mundo de los medios de comunicación de masas en la era de Internet, las tendencias que se decantan van en el sentido de información más socialmente responsable, más participativa, más diversa, más transparente. El soplo de los tiempos puede haber cogido al octogenario Rupert Murdoch con el pie cambiado.