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Solo un 2% de las empresas españolas son innovadores tecnológicos globales

España puede perder la cuarta revolución industrial
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España puede perder la cuarta revolución industrial

Por Miguel Ángel Ossorio Vega
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maossoriovegagmailcom/13/13/19
http://www.maossoriovega.com
Casi el 30% de las empresas no exige a sus empleados ninguna habilidad digital, lo que podría complicar la competitividad del país de cara al importante cambio que se avecina.

Algunos expertos piensan que estamos ante la cuarta revolución industrial, “la industria conectada”. Es un momento de cambio para el sector industrial, que busca la aplicación de los cambios tecnológicos para optimizar los procesos de producción, profundizar en la automatización y gestionar de manera más eficiente la energía, entre otros objetivos.

“La industria digital va a producir un valor añadido adicional”, explicó Juan Santaella, Consejero Técnico del Ministerio de Industria y uno de los autores del “Libro Blanco sobre la implantación de la Industria 4.0”, durante las Jornadas de Debate de la revista Automática e Instrumentación, celebradas en Madrid. “Hace falta hacer política industrial”, añadió. Y es que España tiene un punto débil en el desarrollo de tecnologías que avancen en la implantación de un nuevo modelo industrial: no crea su propia tecnología, sino que la importa de otros países. “Sólo un 2% de las empresas españolas son innovadores tecnológicos globales”, apuntó Juan Manuel Ferrer, Presidente de ISA España. Esto provoca que ningún producto inteligente aplicable a la industria, ya sea software o hardware, sea de origen español, lo que limita el potencial de nuestras empresas. Parte del problema puede deberse a la escasa cultura existente en España a la hora de destinar fondos a la Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i), ya que se destina aproximadamente el 1,5% del PIB, frente al 3,8% de Alemania o el 9,6% de Japón. “Cuando hablamos de industria en España, hablamos de multinacionales que fabrican en España. No se toman las decisiones aquí”, explicaba Ferrer.

Tal vez sea una cuestión puramente económica, ya que en España existen profesionales muy cualificados para liderar el desarrollo e implantación de procesos tecnológicos. De hecho, muchos ingenieros españoles están trabajando fuera (cifras de 2013 apuntaban a que uno de cada diez ingenieros españoles estaba trabajando en el extranjero), donde son cotizados por su robusta formación, en ocasiones más completa y compleja que la del país receptor. Pero también hay que comprender cómo está compuesto el tejido empresarial español: según datos del Ministerio de Industria, el 99,88% de las empresas españolas son pymes, de las cuales el 97,6% ingresa menos de dos millones de euros anuales. Así es complicado destinar grandes cantidades a I+D+i y apostar por el talento, por lo que se juntan dos problemas: falta de control por no tener el poder de tomar decisiones y escasez de capital para emprender proyectos de gran envergadura. “Hay que reformar la industria para mantener el control frente a Google o Apple”, sugirió Santaella refiriéndose a los avances de estas compañías tecnológicas en el desarrollo de vehículos, un sector estratégico para España, pero en el que no posee empresas nacionales más allá de las proveedoras de servicios a los grandes fabricantes europeos que operan en el país. Estas compañías, nativas digitales, están empezando a liderar el cambio en sectores completamente alejados de sus objetivos iniciales, lo que añade presión a la industria en general y a los (nuevos) sectores de su interés en particular, como los ya mencionados, pero a los que se añaden las infraestructuras digitales (Google está desplegando sus propias redes de telecomunicaciones para proveer de servicios de conexión a Internet a algunas ciudades estadounidenses, Facebook experimenta nuevas formas de hacer llegar Internet a lugares remotos, Apple se está convirtiendo en el mayor vendedor de relojes del mundo…). Por no hablar de pequeñas empresas que nacen en un garaje con un puñado de dólares de inversión inicial y muchas ganas, pero que terminan revolucionando su sector, como Airbnb (que terminará por convertirse en la mayor “cadena hotelera” del planeta pese a no tener ni una sola habitación en propiedad), o Uber, que podría ser, igualmente, el mayor proveedor de servicios de transporte sin disponer de un solo coche.

Al margen de las nuevas amenazas, una de las honrosas excepciones es Telefónica, que posee departamentos de innovación repartidos por varias localidades españolas centrados únicamente en desarrollar nuevos productos, como explicó Pol Trias, de Telefónica Innovation, para quien “cada día es revolucionario” por la evolución constante de la tecnología y las nuevas posibilidades que se abren cada día. Pero no todas las empresas tienen el poder económico de Telefónica (en 2015 sus ingresos superaron los 47.000 millones de euros, según datos de la propia compañía), por lo que, de nuevo, volvemos a lo mismo: escasez de capital para innovar, aunque esta afirmación no se sostiene si tenemos en cuenta que algunas de las actuales amenazas nacieron en un garaje a manos de veinteañeros. Pero hasta que en garajes españoles nazcan futuros unicornios es necesario fomentar la pasión por la tecnología y la valentía por emprender, la palabra de moda. Y si fallan las políticas de apoyo a los emprendedores (pese a los avances de los últimos años), también lo hace la cultura tecnológica: sólo 4 de cada 10 empresas españolas destina fondos a las nuevas tecnologías y al mundo digital y sólo el 3% de los empleados está recibiendo formación específica para dominar los avances tecnológicos, según un estudio de la Asociación Española de Economía Digital. En la otra cara de la moneda el mismo estudio arroja datos preocupantes, como que el 16% de las empresas no tiene ninguna presencia en Internet (ni siquiera una web), o que el 28% de las empresas no exige a sus empleados ninguna habilidad digital. También, que sólo el 28% tiene previsto desarrollar el ámbito digital en el próximo año (de los que el 70% simplemente quieren “mejorar la web”).

Ante un panorama como el actual, con empresas españolas pequeñas que deben competir con multinacionales con músculo financiero y con nuevos actores que surgen de la nada y crecen en pocos meses… ¿qué camino seguir? A priori, todo pasaría por la concienciación, la creación de entornos colaborativos, el desarrollo de habilidades digitales, el apoyo a los emprendedores tecnológicos y a las empresas de este sector, y por la creación de un nuevo marco regulatorio que potenciase estas acciones, según sugiere Juan Santaella. Además, es necesario estar pendiente de las tendencias del sector digital. Las actuales son el Big Data, la robótica colaborativa, el cloud computing, la realidad aumentada y virtual, el Internet de las cosas y la ciberseguridad, tal vez esto último como elemento común a todas necesario para evitar disgustos en el mundo digital.

Tal vez la receta sea ponerse en marcha utilizando las posibilidades que brindan Internet y las nuevas tecnologías: son una ventana al mundo que nos permiten obtener conocimientos de manera prácticamente ilimitada. Habrá que aprovechar a título individual este regalo que nadie ha tenido en sus manos nunca antes en la Historia y dejar claro a las pymes que las facilidades de Internet les permitirán estar a la altura de las grandes empresas en cuanto a innovación e implantación digital en sus negocios.
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