Este año, en el CES se han presentado casi 3.000 productos tecnológicos nuevos: desde un televisor más fina que una tarjeta de crédito, hasta lo último en Realidad Virtual (será la “realidad fusionada”, que mezcla espacios virtuales con el mundo real) o los móviles más modernos (aunque ya no enganchan como antes). Por encima de estos inventos ha destacado algo bastante humano: la voz. Su nombre, por cierto, es ‘Alexa’ de ahora en adelante. Es necesario ir conociendo a una amiga que nos acompañará en nuestro día a día dentro de muy poco tiempo.
Un avance de hace casi dos años
En 2015, Amazon lazó a la venta ‘Echo’, un dispositivo para el hogar que en realidad no es más que un altavoz con micrófonos. Eso sí, dotado de un motor de Inteligencia Artificial que permite interactuar con él utilizando la voz. Dicho motor fue llamado ‘Alexa’, cuya palabra debíamos pronunciar para activar el sistema. Después, bastaba con pedir qué queríamos hacer: desde comprar un producto, hasta añadir un evento a nuestro calendario, pasando por ver un programa de televisión, hacer una búsqueda en Internet o pedir una receta de cocina para cenar esa noche. Alexa es capaz de realizar más de un millar de acciones diferentes… y sólo tenemos que pedírselo. De viva voz.
La pregunta es, ¿cómo puede ser que casi dos años después Alexa se haya convertido en la estrella del CES? La industria no lo sabe a ciencia cierta, aunque los tiros podrían ir por algo tan sencillo como evidente: Amazon ha sido el primero en crear un ecosistema abierto capaz de incluirse en cualquier dispositivo que se precie. Y lo ha hecho el primero (y, además, poco antes de la gran explosión del Internet de las Cosas). Alexa es un entorno abierto que permite a cualquier desarrollador crear sus propias aplicaciones o incluirlo en su producto. No se limita al Echo de Amazon. Es a los asistentes de voz lo que Android a los móviles: cógelo, adáptalo e inclúyelo en tu producto. Llama la atención que Google lanzara casi un año después que Amazon su propio dispositivo para el hogar, Google Home. Puede que la carrera la tuviera perdida de antemano. Errores que cometes ni siquiera sabes cómo.
La voz es uno de los futuros de la tecnología, o al menos el canal de interacción entre los humanos y las máquinas que predominará. No sólo por lógica (siempre será más cómodo y natural hablar con un ordenador que escribir, a pesar de que llevamos varias décadas interactuando a través de la escritura), sino porque el mundo tecnológico se encamina hacia un modelo copado por robots con los que deberemos convivir e incluso trabajar. Y aunque el correo electrónico sea la forma en que interactuamos con nuestros compañeros de trabajo… siempre es más fácil y rápido hacer una llamada (o contárselo en persona).
Los asistentes de voz ya están arrojando cifras que sorprenden: el 4% de los hogares estadounidenses ya tienen un dispositivo Amazon Echo; Siri, el asistente de voz de Apple, atiende alrededor de 2.000 millones de peticiones a la semana; el 20% de las búsquedas en Google las hace alguien pidiéndolo con su voz, no escribiendo lo que necesita saber. Y no es más que el principio (recordemos: Amazon Echo, y por ende Alexa, no lleva ni dos años en el mercado, y únicamente se vende en un restringido puñado de países… porque sólo entiende el inglés).
Alexa es el primer (y más importante, hasta ahora) capítulo del mundo de los asistentes de voz, ese software inteligente que
entiende tu idioma y cumple con diligencia lo que le pides.
Es el primer paso para eliminar las pocas barreras de acceso a la tecnología que quedaban hasta el momento: cuando todo pueda manejarse con la voz, nadie podrá resistirse a hacer uso de las nuevas tecnologías. Nadie podrá decir que no compra por Internet porque no sabe o que no utiliza Spotify porque la interfaz le resulta complicada. Bastará con pedir lo que deseas y un dispositivo (cualquiera, sea una lavadora, Amazon Echo, un smartphone o un reloj) lo hará. O un robot, quién sabe.