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Un análisis pormenorizado muestra las tendencias y sociología de los 1,1 millones de catalanes de origen andaluz

¿A dónde va el voto de los charnegos en Cataluña?

¿A dónde va el voto de los charnegos en Cataluña?
Por Maite Cabello Casado

Paco Candel acuñó una feliz expresión, de éxito inmediato y llena de significado y que hoy vuelve a adquirir un crucial protagonismo. Con ella tituló dos de sus libros de artículos (Els altres catalans, 1964 y Los otros catalanes, 1965) y con ella le dio voz a un problema identitario en Cataluña que desde entonces no ha dejado de crecer y de complicarse. Ya en sus novelas, divertidas, descaradas, disparatadamente realistas y desgarradoras, había logrado poner cara cara a unos recién llegados que eran mirados con creciente suspicacia por los naturales.

Esos "otros" catalanes a los que las endomingadas damas de la parte alta de la ciudad ayudaban con ropa usada y golosinas para sus niños (y que Candel despellejaba sin piedad en sus novelas) crecieron tan desmesuradamente que acabaron por formar un cinturón rojo en torno a Barcelona. Son los mismos que aparecen en las novelas del catalán Juan Marsé, que narró como nadie el conflicto y la brecha entre las clases sociales de la Barcelona de los años 60 y 70, con particular y severa crítica a la burguesía catalana y a sus representantes, los “ricocatólicos” que despreciaban profundamente a esos “nous arribats” a los que pretendían socorrer. A sus novelas La oscura historia de la prima Montse y Últimas tardes con Teresa les debemos el haber situado en el mapa al arquetipo humano del charnego, es decir, del catalán castellanohablante, hijo de la inmigración a Cataluña procedente del resto de España (foto).

El “Pijoaparte”, protagonista de Últimas tardes con TeresaQue era preciso integrarlos era evidente porque la amenaza contra la propia identidad catalana crecía al mismo ritmo que el número de recién llegados. De ahí que el aún honorable Jordi Pujol buscase la tecla adecuada: "catalán", decretó con la autoridad moral que entonces tenía, "es todo aquel que vive y trabaja en Cataluña". Y, más envalentonado aún, aseguró que “en Cataluña ya no hay inmigrados”.

Lo cierto es que las condiciones vitales y laborales de los otros catalanes fueron cambiando desde las escenas que describían Candel hasta las palabras de Jordi Pujol. Los charnegos han ido consiguiendo escalar posiciones en la esfera socio-económica de Cataluña. Lo demuestra el hecho de que no quieren volver.

Fijémonos, por ejemplo, en la comunidad que más inmigrantes ha dado, Andalucía. A comienzos de los años setenta, en Cataluña vivían 840.000 andaluces. Si a esta cifra añadimos los hijos nacidos ya en Cataluña, el total supera ampliamente el millón cien mil personas. Es decir que cerca de la mitad del total de andaluces que salieron de su tierra en pos de un futuro mejor – más de dos millones de personas- se instalaron en Cataluña. La magnitud de este fenómeno en los años sesenta y setenta fue tal que hubo quien dio en bautizar a Cataluña como “la novena provincia andaluza”.

Un estudio sobre el nivel de integración de los andaluces en Cataluña encargado por la Dirección General de Emigración a la Cátedra de Antropología de la Universidad de Sevilla, ha permitido saber que la actitud de los encuestados es inversamente proporcional si se trata de emigrantes «interiores» o los «exteriores». La voluntad de retorno está presente en el 80 % de los emigrantes en| el extranjero. Por contra, los datos demuestran que el 80 % de los andaluces residentes en Cataluña tienen muy claro que nunca volverán a su tierra de origen. ¿La actitud contraria al retorno expresada por los catalanes de Andalucía están en la base de las contundentes afirmaciones de Jordi Pujol?

Es cierto que el flujo migratorio ha acabado pero no es menos cierto que la voluntad de permanencia del millón de andaluces emigrados les convierte, por voluntad propia, además de por derecho, en ciudadanos de Cataluña. Ciudadanos cuya indentidad y cuyo sentido de pertenencia a la comunidad en la que han trabajado y han educado a sus hijos parece que ido evolucionando.

Según un estudio realizado en 1981 por una profesora de la Universidad de Barcelona, Carlota Solé, los inmigrantes, sobre todo los andaluces, se mostraban entonces partidarios de adaptarse a las costumbres y forma de vivir de Cataluña, al igual que hacer voluntariamente suya la lengua catalana, convivir e integrarse culturalmente en la tierra que habían contribuido a construir, siempre que se respetaran las opciones personales que afectaran a su vida privada. Se rechazaba, en cambio, la catalanización forzosa que pudiese implicar renunciar a la propia lengua o a las propias costumbres. Reclamaban una educación en castellano para sus hijos, compatible con que aprendiesen el catalán y consideraban que integrarse socioculturalmente no significaba quedar asimilado ni fusionarse.

Lo cierto es que 36 años después de este estudio, esta opción es inviable. En la educación reglada, la única asignatura que se imparte en español es, precisamente, “castellá” y aunque todos los catalanes hablan perfectamente castellano está claro que la lengua de cultura, la que se enseña, aprende y utiliza en la educación primaria y secundaria, es, y lo será cada vez más, el catalán. Las sucesivas leyes de normalización lingüística han ido consiguiendo que el catalán sea la lengua vehicular en la educación, la administración pública, la sanidad y en todas las empresas de servicios. En ese sentido, la asimilación ha sido un éxito.

Pero ¿hasta qué punto esta asimilación ha influido en el voto de los otros catalanes? La campaña de las elecciones autonómicas de 2015 en Cataluña comenzó sacudida por las declaraciones de Pablo Iglesias apelando al voto de aquellos que “no se avergüenzan de tener abuelos andaluces”. Aunque este mensaje se salga de los cánones de lo políticamente correcto, estaba claro el objetivo: los catalanes cuyas raíces están fuera de Cataluña.

Ese es también el objetivo de Esquerra Republicana de Cataluña. Hasta ahora, Joan Tardà era la estrella indiscutible de ERC en el parlamento español, pero desde las útlimas elecciones empezó a compartir estrellato con Gabriel Rufián. Rufián ha nacido en Santa Coloma de Gramanet, vive en Sabadell y es hijo y nieto de jienenses emigrados a Cataluña. En su intervención en el fallido debate de investidura del socialista Pedro Sánchez, él mismo afirmó “soy lo que ustedes llaman charnego y soy independentista. He aquí su derrota y he aquí nuestra victoria”.

¿Puede Rufián erigirse en representante oficioso de los charnegos? Fue una decisión audaz de Oriol Junqueras proponer a Rufián para que encabezara la candidatura del partido en las elecciones. Su intención era clara: demostrar que un charnego puede ser la voz de ERC en las cortes españolas y enseñar que no solamente quienes tienen ocho apellidos catalanes pueden reclamar la independencia de Cataluña. Por eso se creó, por ejemplo, una asociación de independentistas castellanohablantes, que se llama “Súmate”, que tiene como grandilocuente lema “No importa el origen sino el destino”.

Rufián, pese a hablar un catalán perfecto, utiliza normalmente la lengua de Cervantes en sus intervenciones sin recibir la reprobación de nadie, mucho menos de sus correligionarios. ¿Qué habría pasado si el PSC o “En Comú Podem” hubieran presentado un cabeza de lista que hablase la mayoría de veces en castellano? Recordemos cómo se ridiculizaba a Montilla cuando cometía algún gazapo al hablar catalán y los ataques que recibió por haber nacido en Andalucía. Sin ir más lejos, recordemos a la ex primera dama, Marta Ferrusola, criticándolo por llamarse José y no Josep. En cualquier caso, parece clara la intención que hay detrás de la fundación de “Súmate” o la designación de Rufián como cabeza de lista.

Pero, ¿qué dicen los datos? El CIS realizó una amplia encuesta con motivo de las elecciones autonómicas de 2015. Aunque una encuesta no deja de ser una fotografía en un momento determinado y, desde entonces, se han vivido todos los acontecimientos ocurridos durante el tumultuoso procés, no podemos dejar de señalar la relevancia de algunos datos. Según el estudio, entre el 60% y el 65% del electorado tiene sus raíces total o parcialmente fuera de Cataluña. Las encuestas del CIS incluían una pregunta sobre el origen de los padres del entrevistado y otra sobre la lengua hablada normalmente en el hogar.

El siguiente gráfico muestra la estimación del tamaño de cada grupo entre los ciudadanos con derecho a voto en las elecciones autonómicas de 2015. Como se puede apreciar, el grupo más voluminoso, entre el 42 y el 47% de los electores, es el de catalanes con ambos padres nacidos fuera de Cataluña.

Catalanes con derecho a voto según el origen de sus padres y la lengua hablada en casa

Las preguntas sobre la identidad dan como resultado que la mayoría de catalanes se sienten tan españoles como catalanes. La Tabla 1 presenta, para cada grupo de electores según el origen de sus padres y la lengua hablada normalmente en casa, su sentimiento de identidad nacional. Así, en el grupo con ambos padres de origen catalán, la mayoría (43,7%) se sienten únicamente catalanes, mientras que un 35,7% se siente más catalán que español. En el caso de los censados con padres de diferentes orígenes pero que hablan catalán en casa, la mayor parte (37,8%) se sienten más catalanes que españoles, aunque también hay un 34,5% que se siente tan español como catalán. Tanto en el grupo de padres de diferentes orígenes pero que hablan castellano o ambas lenguas en casa, como el de ambos padres de fuera, la mayoría dicen sentirse tan españoles como catalanes (60,6% y 59,8% respectivamente).

Tabla 1: Identidad nacional según el origen de los padres

La Tabla 2 presenta las preferencias políticas de los electores según su origen:

Tabla 2: Intención de voto en las elecciones autonómicas del 27-S según el origen de los padres.

La candidatura de Junts pel Sí, sería la más votada entre los electores con ambos padres de origen catalán (60,1%), entre aquellos con padres de diferentes orígenes pero que hablan catalán en casa (53,9%), y, a bastante distancia, también entre los censados con padres de diferentes orígenes que con castellano como lengua habitual (27,2%). Sin embargo, en este último grupo habría una mayoría de voto a los partidos contrarios a la independencia, es decir, PSC, PP, Ciudadanos, Catalunya Sí que es Pot y Unió frente a Junts pel Sí y la CUP (44,2% frente al 35,1% – el resto hasta sumar 100% corresponde a otros partidos, voto blanco, abstención y no sabe/no contesta). Entre los votantes cuyos padres provienen ambos de fuera de Cataluña, habría un cuádruple empate entre Ciudadanos (17.2%), Junts pel Sí (16.9%), Catalunya Sí que es Pot (16.0%) y el PSC (15.9%). Parece que queda claro que las fuerzas que no apuestan por la independencia cuentan con una clara mayoría en este grupo: 57.6% frente al 20%.

Para intentar concretar mejor estos datos, vamos a estudiar un caso concreto y que puede resultar significativo de una ciudad del entorno metropolitano de Barcelona. Se trata de Sabadell, la capital (junto a Terrassa) del Vallés Occidental. Sabadell es la quinta ciudad de Cataluña con el PIB más elevado y es la cuarta en número de habitantes, por detrás de Barcelona, Badalona y L’Hospitalet de Llobregat. La “Manchester de Cataluña”, como se la conocía a finales del XIX, recibió una avalancha migratoria durante las décadas del 50, el 60 y comienzo de los 70, provocando una expansión urbana y un crecimiento de su industria textil, metalúrgica y de servicios. Hasta el punto de que casi duplicó su población en los años 60 (pasó de 58.000 habitantes en 1950 a 105.400 en 1960).

Actualmente, la industria textil casi ha desaparecido y Sabadell vive fundamentalmente de los servicios. Las tres principales actividades son las instituciones financieras, el comercio al detalle y el comercio al por mayor. El cambio urbanístico de las últimas décadas ha propiciado su reactivación económica en cierto sentido, permitiendo el paso del antiguo centro industrial y obrero a una nueva economía del sector terciario. Según el Instituto de Estadística de Cataluña, el 75% de la población sabe hablar catalán y más del 50% dice que lo sabe también escribir. Solo el 3% dice no entenderlo. Es decir que los “charnegos” de esta ciudad parecen perfectamente integrados.

¿Qué ha votado Sabadell en las últimas elecciones? Sabadell actualmente es gobernada por la CUP, no por ser el partido más votado en las municipales, sino por un el pacto que hicieron los cuatro partidos de izquierda para desbancar al PSC, partido al que pertenecía el que fue muchos años el alcalde, Manuel Bustos, implicado en la trama corrupta de la Operación Mercurio. Sabadell ha estado en la primera página durante el “procés” por sus manifestaciones, por ser el primer ayuntamiento que quitó la bandera española tras la DUI, etc. Esto nos podría hacer pensar que es una ciudad independentista.

Pero la realidad es otra. Si analizamos los resultados de las tres últimas elecciones municipales, los resultados no dejan de ser significativos.

En 2010, la diferencia entre los no independentistas y los independentistas era de 6 puntos a favor de los primeros. El partido no independentista más votado era el PSC, con el 21% de los votos, mientras que un incipiente Ciudadanos obtenía el 3,6% de los votos. El partido que ganaba las elecciones, por mucho, era la antigua CIU con casi el 37% de los votos. De manera significativa, la abstención era del 40%, es decir, mayor que el resultado obtenido por cualquiera de los partidos.

En 2012, la abstención bajó 10 puntos. Mientras tanto, el Tribunal Constitucional había declarado nulos una serie de artículos del Estatut de 2010 (aprobado en un referéndum en el que participaron menos del 50% de los catalanes), un hecho que según Junts pel Sí fue “una máquina de hacer independentistas”. No fue así en Sabadell, donde los ciudadanos se movilizaron más que en 2010 pero con el resultado de que el independentismo bajó casi 3 puntos (aunque ERC tuvo una subida muy relevante) y el no independentismo subió casi 4 puntos. También subieron los resultados de Ciudadanos en casi 6 puntos.

En 2015, unas elecciones convocadas en clave “plebiscitaria”, el independentismo alcanza sus cotas más bajas y el no independentismo, las más altas: los partidos no independentistas tienen casi el 58% de los votos. Y dos datos muy relevantes: Ciudadanos consigue el el 20,62% de los votos y la abstención baja hasta el 21,21%. En el referéndum del 1 de octubre, participó un 41,27%. Casi el 86% de los participantes votó “sí” a la independencia. Este índice de participación, en cualquier caso, lo que sí puso de manifiesto es que el votante independentista de Sabadell se moviliza en bloque.

Una lectura atenta de estos datos nos permite apuntalar algunas ideas:

La primera es que, antes de que el independentismo adquiriese fuerza, la abstención en Sabadell en las elecciones autonómicas era muy alta, más alta que en las generales (en las generales de 2011, la abstención fue de 10 puntos menos). Es decir, que parece haber un sector de los sabadellenses a los que les atañe más las elecciones generales que las autonómicas.

Además, el votante independentista se moviliza siempre mientras que el votante no independentista tiende a ser abstencionista en las elecciones autonómicas, salvo en las dos últimas donde también se ha movilizado. En el análisis de los datos de esas elecciones, hemos visto que gran parte de los abstencionistas no son independentistas ya que, a medida que la abstención disminuye, el independentismo baja.

Cuando se movilizan los abstencionistas, el partido que más rédito electoral consigue es “Ciudadanos”, que consigue a manos llenas votos tanto en el caladero socialista como en el de los populares. ¿Será porque a lo largo de todo el “procés” Ciudadanos se ha presentado con un discurso de doble identidad más fresco que el del PP y más claro que el del PSC? ¿Será porque tiene dos “charnegos” como cabezas visibles: Inés Arrimadas (original de Cádiz) y Albert Rivera (de madre malagueña)?

Sea como sea, la pregunta que inmediatamente se nos ocurre es: ¿Cabe llegar a la conclusión, por lo tanto, de que, hoy por hoy, los “otros catalanes” de Sabadell, perfectamente integrados, no son independentistas y que, en un porcentaje alto, vota a Ciudadanos?

Si a la luz de los resultados de Sabadell, se analizan otros de otras ciudades catalanas equiparables a la capital del Vallés en población “charnega” integrada y en nivel socioeconómico parecido, los resultados no son muy diferentes. En Terrassa, cuarto PIB de Cataluña, con casi el mismo número de habitantes que Sabadell y con una perfil de población parecido, se vuelven a repetir los resultados: en 2010 hubo un 41,38% de abstención y en 2015 la abstención bajó al 22,74%; en 2010 la suma de los partidos independentistas suponía el 43,09% y en 2015, el 39,90%. Ciudadanos consiguió el 4,09% de los votos en 2010 y el 22,35% en 2015, convirtiéndose en el partido no independentista más votado.

En L’Hospitalet de Llobregat (foto) (segundo PIB de Cataluña, segunda ciudad más poblada), la abstención fue del 44,43% en 2010 y del 27,62% en 2015. La ciudad ha sido siempre feudo del PSC pero en 2015 ganó Ciudadanos con el 23% (que en 2010 obtuvo solo el 4,74 de los votos). En 2010, los partidos independentistas sumaban casi el 30%. En 2015, poco más del 25%.

Lo mismo pasa en Badalona (séptimo PIB de Cataluña y tercera ciudad más poblada). En 2010, la abstención fue del 45,86%. Esas elecciones las ganó CIU con un 30,95% de los votos (ERC obtuvo el 5,27%). En 2015, la abstención había bajado al 24,53%. Los partidos independentistas sumaban el 35,27%, más o menos lo que tenían en 2010, y Ciudadanos había pasado del 4,15% de 2010 al 16,91 en 2015. La diferencia con respecto a las otras ciudades que hemos visto es que el partido no independentista más votado fue el PP, con el 22,72%, lo que se entiende por ser su ex alcalde quien es.

¿Podríamos avanzar un perfil del charnego actual (sin perjuicio, evidentemente, de que haya otros)? Pensamos en el charnego integrado, que se siente catalán y español, que habla y entiende catalán y cuyos hijos utilizan ya el catalán como lengua de cultura. Ese charnego no siente particular simpatía por el independentismo. Se moviliza en las elecciones generales pero no en las autonómicas, salvo en las dos últimas, sobre todo en las de 2015, por su carácter plebiscitario sobre el independentismo. Cuando ese charnego se moviliza, el no independentismo sube considerablemente. Ese charnego, en una proporción cada vez más creciente, se siente representado por el partido Ciudadanos.

Si los resultados del análisis que hemos hecho para estas ciudades “charnegas” y este perfil de charnego fueran extrapolable a otras ciudades catalanas con altos porcentajes de hijos de inmigrantes, la conclusión a la que podríamos llegar es clara: si no se suma a los otros catalanes al procés, no hay nada que hacer.

Como bien saben algunos ideólogos del independentismo y ahora están declarando algunos líderes del movimiento, el independentismo no cuenta con una mayoría suficiente y hace falta sumar a más gente. El independentismo se moviliza en bloque, mientras que el no independentismo no lo hace y, cuando lo hace, puede emborronar la hoja de ruta. Hay que atraer, por lo tanto y sobre todo, a gente con una identidad española y catalana compartida. Algunos de estos, se han apuntado al carro independentista. Pero hace falta muchos más. Y ese es el reto para el independentismo: si quiere llevarse el gato al agua: incorporar a los “otros catalanes”. Pero, ¿cómo?

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