Sucedió en Estados Unidos en la época Nixon porque este presidente confundió democracia con el abuso de poder e interrumpir investigaciones que el FBI estaba haciendo para saber quiénes habían entrado en las oficinas del partido demócrata a escasos meses de las elecciones en las que Nixon volvía a ser re-electo. El aferrarse al poder es síntoma de carecer de un proyecto de estado.
Pero sabemos que, cuánta más libertad disfrutamos en la formación de opinión y de debate, las sociedades son más sanas y más desarrolladas. De lo contario, lo que Karl Popper afirmaba en “La sociedad abierta y sus enemigos”, se apodera el caos y la sinrazón, comenzando su obra con la siguiente premisa: “si queremos que nuestra civilización sobreviva, debemos romper con el hábito de reverenciar a los grandes hombres. Los grandes hombres pueden cometer grandes errores, y como el libro trata de mostrar, algunos de los más grandes líderes del pasado apoyaron el ataque perenne a la libertad y razón".
La actualidad de los países en todo el orbe está marcada desde siempre por la política y la economía, y entre ellas los grandes movimientos ciudadanos en su lucha por los derechos que consideran legítimos. Sin duda, la lucha gremial y sindical a lo largo de los últimos ciento cincuenta años ha tenido un papel protagonista en los grandes cambios que en materia de derechos ciudadanos se iban alcanzando durante el siglo XX.
Nuestro propósito con la aportación de hoy, es hacer algunas pequeñas referencias históricas, especialmente de la ciencia y filosofía política, para que podamos extraer algunas conclusiones sobre los avances que las sociedades actuales en este primer cuarto de siglo al que arribaremos en 2025, están realizando o, por contario, si están desperdiciando tiempo en batallas absolutamente improductivas en términos de bienestar para las poblaciones.
En la obra “Anarquía, Estado y utopía” publicado en 1974, un libro de filosofía política escrito por Robert Nozick (1938-2002), que fue un filósofo y profesor de la Universidad de Harvard, habiendo enseñado también en Columbia, Oxford y Princeton, hizo importantes contribuciones en diferentes áreas de la filosofía: teoría de la decisión, epistemología y, particularmente, filosofía política.
Nos parece de interés destacar el primer párrafo del prefacio del libro que lo inicia diciendo: “Los individuos tienen derechos, y hay cosas que ninguna persona o grupo puede hacerles sin violar los derechos. Estos derechos son tan firmes y de tan largo alcance que surge la cuestión de qué pueden hacer el Estado y sus funcionarios, si es que algo pueden. ¿Qué espacio dejan al Estado los derechos individuales? La naturaleza del Estado, sus funciones legítimas y sus justificaciones, si las hay, constituyen el tema central de este libro; una amplia y múltiple variedad de asuntos se entrelazan en el curso de nuestra investigación. Mis conclusiones principales sobre el Estado son que un Estado mínimo, limitado a las estrechas funciones de protección contra la violencia, el robo y el fraude, de cumplimiento de contratos, etcétera, se justifica; que cualquier Estado más extenso violaría el derecho de las personas de no ser obligadas a hacer ciertas cosas y, por tanto, no se justifica; que el Estado mínimo es inspirador, así como correcto. Dos implicaciones notables son que el Estado no puede usar su aparato coactivo con el propósito de hacer que algunos ciudadanos ayuden a otros o para prohibirle a la gente actividades para su propio bien o protección”.
Por otra parte, en su “Teoría de la Justicia” (1971), John Rawls (1921-2002), que fue un filósofo estadounidense, profesor de filosofía política en la Universidad de Harvard y autor, entre otras obras, de “Teoría de la justicia”, “Liberalismo político”, “The Law of Peoples” y “Justice as Fairness: A Restatement”, desarrolla lo que afirma son principios de justicia por medio del uso de un recurso entera y deliberadamente artificial al cual denomina la posición original, desde la cual se deciden dichos principios detrás de un velo de ignorancia. Lo define así: “En efecto, nadie conoce su lugar en la sociedad, su posición de clase o estatus social, y tampoco nadie conoce su suerte en la distribución de activos y habilidades naturales, su inteligencia, su fuerza, y cosas similares. Asumiré incluso que las partes no conocen sus concepciones del bien o sus propensiones psicológicas particulares. Los principios de justicia se eligen detrás de un velo de ignorancia”.
Para Rawls, que una persona sea ignorante respecto a este conocimiento de quién es realmente y cuál es su posición social, ciertamente menos aún conozca su futuro, va a hacer de esta persona una que no privilegie a determinado tipo de personas, sino que se preocupe (en su concepción social más sensible y abierta) por un sistema de justicia que trate a todos justamente.
“Se trata de los principios que personas racionales y libres interesadas en promover su propio interés aceptarían en una posición original de igualdad de modo que defina los fundamentos de los términos de su asociación”.
En otras palabras, Rawls intenta persuadirnos de que los principios de justicia que resultarían en este particular nuevo contrato social, estarían en una posición original del todo hipotética (aunque no histórica en el sentido de que no ha ocurrido) pero con el suficiente peso moral porque prevalece el concepto de justicia.
Rawls afirma que las partes en la posición original adoptarían dos principios de este tipo, los cuales gobernarían entonces la asignación de derechos y obligaciones y regularían la distribución de ventajas sociales y económicas a través de la sociedad.
Aristóteles escribe que cuando un gobierno persigue el interés general de su población es virtuoso, pero si persigue el de un solo individuo o unos cuantos se desvirtúa. Aristóteles define a la demagogia como la corrupción de la república. En este sentido una república debe velar por el interés de todos incluyendo pobres y ricos, por lo que la demagogia como el predominio del interés de los pobres con exclusión de los ricos constituye una aberración.
¿Cuál es el panorama actual de la política partidista y lamentablemente, en muchas ocasiones corrupta?
Aclaramos que nos referimos a corruptelas tanto en el ámbito latino como en el sajón, que tampoco han estado libres de demagogias y abusos del poder.
Hoy día, lo que subyace es que detrás de la demagogia, por ejemplo a nivel español, por poner unos ejemplos, la subida de 15€ del SMI o la no creación de miles de puestos de trabajo por causa de “La Ricarda”, o incluso la falta de criterio en el futuro de las pensiones, es que detrás de medidas que aparentan ser certeras se esconde una dosis grande de demagogia, pero lo peor de todo es la carencia de un verdadero proyecto de país, sea España, o la tumultuosa política italiana de los últimos cuarenta años, o la aparente estable e imperturbable política británica.
¿Por qué hay esta tendencia tan facilista de convertir democracias hechas y derechas en demagogias? Estas acciones son perturbadoras de ese espíritu de la primera posición de Rawls y de Nozick en la que se garantiza (al menos se pretende) una igualdad de oportunidades en la salida, aunque esto no signifique que haya igualdad de oportunidades en la meta de llegada.
Creemos que es el momento en el que hay que revisar (en serio, cosa que no se ha hecho) el rol fundamental que deben tener los partidos políticos, pero este es un melón que no se quiere abrir. Estamos convencidos que el primer partido político que hable a los ojos a los españoles y les diga la verdad y les plantee cómo va a cambiar esa realidad por el bien común, tendrá el respaldo de las urnas.
No hay debate de ideas, hay batallas insustanciales en Twitter. Los intelectuales han huido del mundo de la política, dejando a ésta, sumida en la demagogia que impregna todas las ruedas de prensa de prácticamente todos los partidos políticos.
¿Dónde están…Cercas, Escohotado, Vargas Llosa etc., etc.? ¿Quizás escondidos con sus seguidores en YouTube u otra plataforma, porque los políticos de la “nueva demagogia”, no quieren que se asomen a las masas?
Como decía Vargas Llosa : “En nombre de la autodefensa se destruye la democracia”. Y lo refuerza el pensamiento de Escohotado :”Los políticos son el peaje que pagamos por la democracia”, y no menos cierta la apreciación de Cercas: “Noruega es una Monarquia y es la mejor Democracia del Mundo”.
Hay una imperiosa necesidad de un nuevo proyecto de estado, una revolución jurídica, nueva ley electoral, ley reforma CGPJ , reforma de las instituciones, prohibir duplicidades, limitar mandatos políticos, reformar a los partidos políticos como verdadero instrumento de alcanzar el poder, más participación ciudadana etc., etc.
A modo de ejercicio intelectual, podemos hacernos unas preguntas:
1º) ¿Hay un Dragi, Monti o Merkel por ahí? Creemos que no. Había uno, Garrigues, pero como es lógico, sigue con su dedicación a la escritura de obras de teatro. Ya en el siglo pasado Ortega nos decía que, “por desgracia, los problemas españoles sólo se solucionan, demorándolos”. Una pena, porque Caín ha vuelto a ganar.
2º) Un país aletargado, casi paralizado desde un punto de vista intelectual y político, donde la demagogia lo impregna casi todo, necesita una revolución. Una revolución que reivindique la democracia liberal por la que hemos apostado en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. El estado del bienestar puede perfectamente convivir con la economía social de mercado, a pesar de que a muchos les chirría la idea, especialmente a los pensadores en términos marxista y/o colectivistas que no se han percatado aún en qué situación habían quedado a partir de la disolución de la URSS y la caída del Muro de Berlín, los países que conformaban el Pacto de Varsovia.
Sin duda, ni Nozick ni Rawls fundamentaron sus tesis en ninguno de estos países, aunque hoy día, los que forman parte de la Unión Europea puedan gozar de estos privilegios de economías sociales de mercado y de regulaciones que lo que buscan desde Bruselas, no es demagogia ni sacrificar ese estúpido interés nacional como se ha demostrado con el gran error de Reino Unido de salirse de Europa con su cacareado Brexit, sino solo el bienestar, crecimiento, desarrollo y especialmente equidad y justicia para sus habitantes. Con imperfecciones, porque las hay, pero sin duda Bruselas marca la diferencia entre demagogia y espíritu esencialmente democrático.
3º) Lo pragmático significa no ir más lejos ni más allá de lo que es posible y estamos en un momento político y económico donde España pretende ir más allá de lo posible, porque de lo contrario el estallido social de la demagogia, puede aparecer cuando menos lo esperamos. Si antes nos preocupaba la corrupción, ahora nos preocupa la ausencia de un proyecto de país serio, que no profundiza en los valores que deben “gobernar” una sociedad moderna como la nuestra.
4º) Las desigualdades se acrecientan y se consuelan desde el gobierno con la demagogia. Se fomenta la pereza desde las más altas instituciones públicas, a cargo de las futuras generaciones. Pero más INRI, se fomenta el voto emocional y no el cerebral. El antídoto es la educación y el empleo.
5º) Necesitamos un “árbitro” entre la izquierda y la derecha española que equilibre los desajustes intelectuales y cainitas que se asoman a la política actual. Un “partido/árbitro” que sea capaz de conformar una mayoría social a quien poder mirar a los ojos como durante 16 años ha mirado Merkel a los alemanes, y nos diga y nos proponga todas esas reformas tan necesarias para el disfrute de las generaciones venideras. Esta es la verdadera democracia que acabará venciendo a la actual demagogia.
En definitiva: versatilidad política para llegar a acuerdos entre PP y PSOE, al mismo tiempo que una regeneración democrática con grandes reformas atractivas para PP y PSOE, que se constituyan ambos partidos en auténticos puentes para aglutinar voluntades y oponerse a populismos. Este es el necesario camino para preservar la verdadera integridad del Estado. Y no hay que tener miedo en gritar a los cuatro vientos, que la democracia liberal es la mejor manera de combatir la tiranía de la demagogia.
José Luis Zunni es director de ecofin.es y vicepresidente de FORO Ecofin. Director de ECOFIN Business School y coordinador de ECOFIN Management & Leadership. Director del Centro de Liderazgo de la EEN (Escuela Europea de Negocios) y coordinador académico de la Red e Latam del grupo media-tics.com. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Conferenciante. Ponente de Seminarios de Liderazgo y Management de la EEN y coordinador del FORO DE MANAGEMENT Y NUEVA ECONOMÍA DE LA EEN. Autor de ‘Inteligencia Emocional para la Gestión. Un nuevo liderazgo empresarial’, coautor de ‘Liderar es sencillo. Management & Liderazgo’ y coautor con Ximo Salas de ‘Leader’s time (Tiempo del líder)’
Oscar Barja, consejero delegado de “Taller de Radio” agencia líder especialista en el medio radio, miembro del comité de dirección de www.demuestra.com y coautor junto a José Luis Zunni de un ebook de próxima aparición “Política, economía y sociedad”.