Lo que está claro es que para los republicanos la caída de la popularidad de Romney solo se explica por el hecho de que los medios de comunicación prestan más y mejor atención a los demócratas. El ‘número dos’ de Romney, Paul Ryan, lo explicó hace pocos días: “No hace falta decir que definitivamente hay parcialidad en los medios. La mayoría de la gente de los medios es de izquierda o de centro, por lo tanto no quieren a un presidente conservador como Mitt Romney”.
La posición de los republicanos quedó clara en una carta dirigida a los “medios de comunicación tendenciosos” patrocinada por el Media Research Center, que define su misión como “la denuncia de los medios liberales responsables de promover descaradamente una agenda de izquierda”. En la carta, se aseguraba que “en este año de elecciones, gran parte de las cadenas de televisión y los medios impresos tienen una agenda izquierdista deliberada e inconfundible”. “Están ofendiendo al pueblo estadounidense. Han traicionado su confianza”, añadía el documento.
David Carr, sin embargo, no duda en asegurar: “Es difícil afirmar que los principales actores de la industria están vendiendo las ideas liberales”. Para apoyar la afirmación, el autor continúa: “¿Cuál es el periódico número 1 de América por circulación? ¿Por qué tendría que ser el “Wall Street Journal” un bastión de los valores conservadores? Y en la televisión por cable, ahí sigue estando Fox News. La crecientemente hegemonía de las voces conservadoras hace que la existencia de una conspiración partidista sea una imposibilidad práctica”.
Carr indica que Romney parece haberse dado cuenta de que la táctica de culpar de sus malos a los medios no funciona y después de semanas de quejas acerca de que sus errores en la campaña eran invenciones o que los propios medios los amplificaban, ahora ya no “mata al mensajero”. “Creo que tenemos un buen sistema de libertad de prensa. La gente puede dar su propio punto de vista en base a sus creencias. Unos están más de mi lado, otros más del suyo, pero no hay que preocuparse por eso”, reconoció en una entrevista reciente. Uno de sus asesores agregó que la campaña tiene ahora una regla de “no lloriqueo” acerca de las noticias.
El autor subraya que, sin embargo, las quejas van más allá de la cobertura de los medios, dado que los republicanos impugnan ahora hasta las encuestas. “Claro, estoy señalando todo esto en el “New York Times” y se verá como una confirmación de lo que los conservadores ya saben: que fui a salas oscuras donde cocinamos la conspiración, me reuní con mis superiores para recibir mis órdenes y luego jugué mi pequeño papel en el engranaje de fabricación del complot”, dice, irónico, Carr.