Es una cuestión crucial, porque ilustra las raíces de la desigualdad, que ha aumentado a nivel global tras la pandemia de covid y que amenaza el peligroso destino del Homo Sapiens en las próximas décadas. Todo y todos estamos relacionados, desde la contaminación rampante al calentamiento global. Entender en profundidad los mecanismo de poder e influencia es la labor preferente de los medios de comunicación de todo el mundo, obsesionados por tratar de atrapar liebres de metal, señuelos hipertrofiados y agrandados por las redes sociales. Es hora de ir despertando.
Los Papeles de Pandora es uno de los documentos periodísticos más importantes publicados recientemente. Muestran no solo la evasión fiscal de unos 600 personajes del mundo en numerosos países, sino que, además y preferentemente, arrojan luz sobre alguno de los mecanismos perversos que imperan el nuestro atribulado mundo, cuando la iniquidad se adueña silenciosamente de la gobernanza global.
Warren Buffett, uno de los multimillonarios más decentes del mundo anglosajón, lo vine diciendo alto y claro: “Yo pago proporcionalmente menos impuestos que mi secretaria”. Es una aberración. Dijo que esperaba que el 99,5% de su riqueza se destinara a caridad e impuestos después de su muerte y abogó por cambiar sustancialmente el tratamiento fiscal. Claro que también dijo que dejar a sus hijos 35.000 millones de dólares no era una herencia, era una putada.
Los 25 estadounidenses más ricos pagaron relativamente poco –y en ocasiones nada- en impuestos federales entre 2014 y 2018, según un análisis de la organización de noticias ProPublica. Los ejecutivos mejor retribuidos del país pagaron solo una pequeña fracción de su riqueza en impuestos: 13.600 millones de dólares en un periodo en el que su valor neto colectivo aumentó en 401.000 millones de dólares, según la tabulación de “Forbes”. Sus abogados y contables logran con numerosos tecnicismos eludir legalmente obligaciones tributarias. El hecho de fondo es que EEUU privilegia gravar los ingresos laborales en lugar de la riqueza. ¡En el país de la meritocracia y el esfuerzo se castiga el trabajo! ¡Restallante paradoja!
En España ningún trabajador se libra de pagar impuestos a rajatabla, pero muchos políticos hoy en día defienden acaloradamente bajar impuestos, cuando es palmario que los principales beneficiarios serán los altos ingresos y los patrimonios.
Scott Fitzgerald ya dijo que los ricos son diferentes y Daisy Buchanan es inalcanzable para el gran Gatsby. No es solo una cuestión de dinero, camarada. De una forma u otra, ellos hacen su ley.
El economista más brillante de Francia, Dominique Satrauss-Kahn, hizo un diagnóstico preclaro: “La globalización ha roto el equilibrio entre la producción y la redistribución. El capital se ha hecho móvil y la producción ha quedado fuera del ámbito de la redistribución estatal”. Ese es el huevo de la serpiente. Es una pena que tan brillante mente, que llegó a director gerente del Fondo Monetario Internacional y podría haber aspirado a presidir Francia, también tenía dentro un adolescente que había visto demasiado porno y violó a una camarera negra que había entrado en su suite a limpiar. ¡Paradojas de la condición humana!
Un pequeño libro, un ensayo del historiador Tony Judt, “Algo va mal”, escrito cuando se estaba muriendo de una cruel enfermedad, contiene un inquietante diagnóstico del mundo que dejaba. Escribe, por ejemplo, “Los ricos no quieren lo mismo que los pobres. Los que se ganan la vida con su trabajo no quieren los mismo que los que viven de dividendos e inversiones. Los que no necesitan servicios públicos no quieren los mismo que los que dependen exclusivamente del sector público”. La conclusión es que el concepto mismo de riqueza debe redefinirse. Ese es el debate genuino.
Elon Musk no cree que los visionarios como él deban pagar impuestos como las personas comunes. ¿Por qué entregar su dinero a burócratas aburridos? Lo despilfarrarán en planes insignificantes como…rescatar a su empresa Tesla en un momento crucial de su desarrollo.
Los multimillonarios tienden a estar rodeados de gente que les dicen lo maravillosos que son. Krugman aventura que muchos tienen un ego enorme e inseguro. “La mezquindad de los multimillonarios viene acompañada de un gran poder. Y el resultado es que todos nosotros acabamos pagando un precio muy alto por su inseguridad”, concluye el premio Nobel.