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Blogs > Prefiero entender un por qué
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Es un reconocido autor, conferenciante y experto en el comportamiento humano, siendo sin duda uno de los más reputados motivadores sobre nuestras acciones y conductas.
Es por ello que afirma cosas tales como “no confundir tomar malas decisiones con el destino”.
Es por ello que asumir la responsabilidad es mucho más efectivo que querer o esperar el cambio, que para nuestro desánimo, seguro que además de insuficiente, nunca llega…o cuando lo hace, ya no es lo que estábamos esperando.
Su filosofía -que compartimos- se centra en la acción del hombre para cambiar su mundo personal y contribuir al cambio del otro mundo, ese mucho mayor que le rodea y en el que debe luchar y convivir.
Nos enfrentamos a un año difícil, pero seguramente mejor que el que acabamos de cerrar. 2020 terminará siendo un gran titular en los libros de historia dentro de pocos años, por lo que tenemos la obligación moral de hacer que 2021 sea la recta final y la salida de una larga pesadilla.
En esto estamos empeñados todos, gobiernos, instituciones organizaciones y ciudadanos.
Pero hay un aspecto esencial de nuestra naturaleza humana que nos hace quebrar la voluntad cuando parece que los infortunios han pasado a dominar nuestras vidas.
Siempre hay obstáculos en nuestro camino existencial, pero lo que no debemos hacer es convertirnos nosotros mismos en una de aquellas barreras que nos coartan la libertad y también la felicidad.
Influenciados por la presión social ante el Covid-19, aceptamos las normas, aunque muchas veces no las compartimos
El impacto sanitario (tanto desde el punto de vista médico como epidemiológico) nos está pasando factura psicológica (impacta en la psicología social) porque es evidente que ha tenido y seguirá teniendo durante unos meses una influencia en nuestros comportamientos sociales e individuales.
La sociedad ha cambiado en su conducta (no podía ser de otra manera) con la primordial finalidad de protegerse del contagio y las consecuencias que el Covid-19 puede traer para la salud, cuando no la muerte.
Si en momentos considerados normales nos respaldamos siempre en la doctrina que corresponde a cada campo del conocimiento, qué decir cuando vivimos una época tan extraordinariamente excepcional como la que nos ha impuesto el Covid-19.
Justamente estoy más que nunca proclive a compartir doctrina con mis lectores/as, caso de la contribución que hoy hacemos sobre la salud y la felicidad.
Por ello he recurrido a tres personalidades que firman el trabajo que da título a mi blog de hoy: Paul Whiteley, Universidad de Essex, Harold D Clarke, Universidad de Texas en Dallas, Marianne Stewart, Universidad de Texas en Dallas.
La primera ministra neozelandesa y el presidente uruguayo son estereotipos de lo que las ciudadanías de sociedades modernas e informadas de cualquier país del orbe quisieran como máximos responsables de esos países. ¿Por qué será?
Como es habitual en este Blog, tratamos de reflejar los aspectos más actuales y hacemos lo posible, por destacar aquellos más relevantes, o al menos, que sirvan a mis lectores/as en la formación de opinión sobre aspectos que nos están preocupando en este momento como consecuencia de la pandemia.
Estamos acostumbrados a referirnos a España con ese tópico tan frecuente de que “Spain is different”.
Sin duda lo somos, para lo bueno y lo malo. Pero a fuerza de buscar homólogos en el panorama internacional, Japón no se queda atrás en eso de marcar las diferencias. Y por lo que vamos a ver a continuación, diríamos que nos saca una leve ventaja.
A pesar de reaccionar tarde a sus vecinos asiáticos, Japón ha resistido bien la epidemia de coronavirus.
| Alumnos en una escuela de Osaka en agosto de 2020 |
No parece que a nivel individual y menos grupal (incluyendo grupos familiares) estemos haciendo las cosas bien.
Durante el confinamiento de tres meses y medio, podría aseverarse con muy poco margen para el error, que el 99% de la población cumplió a rajatabla con la cuarentena.
Incluso en los lugares que no habiendo sido su casa (sea por viaje de trabajo o cuestión familiar) también la ciudadanía se sometió sin rechistar al encierro obligado porque en una amplísima mayoría era consciente de la gravedad de la pandemia.
Según el cuadro estadístico diario al día de hoy 14 de julio, nos presenta unas cifras desoladoras por la cantidad de fallecidos a escala mundial, al mismo tiempo que preocupante por la cantidad de infectados. Pero si bien nos alegra la cantidad de recuperados, no estamos ni para euforias ni celebraciones.
Debemos ser esencialmente escépticos con esta pandemia que sigue matando y también se está cebando con los grupos de jóvenes que hasta ahora parecía que tenían muy poca probabilidad de contagiarse.
“Vive de prisa y muere joven” que es la famosa frase de una celebridad como James Dean, me sirve como punta de lanza de esta locura informativa en la cual nos movemos día a día, con o sin pandemia. Porque si de prisa se genera información falsa o que siendo verdadera está sometida a algunos grados de intereses non santos, entonces la libertad de información termina convirtiéndose en una quimera.
¿Qué pasa cuando en un país se resquebraja la libertad de prensa? No es una pérdida sólo para el sector de los medios de comunicación, sino para la sociedad en su conjunto.
La cuestión no es abrir o no las fronteras. La clave está en la conducta de las personas, tanto las que llegan como las que estamos.
Es cierto que hay que abrir la economía (en esto estamos en un todo de acuerdo) pero la dichosa nueva normalidad no será la misma que conocíamos, sino que estará cambiada y muy ajustada a esa nueva realidad de distanciamiento social, de dudas sobre quién se nos aproxime en la calle, etc.
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